Palabras, el farol del alma
- Por Erlian Pavón Escalona / Estudiante de Periodismo
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Resulta grandiosa la manera en que las palabras pueden revelar mucho más de lo que una persona trata de decir cuando las utiliza. Ya lo dijo Pierre Lecomte du Nouÿ: “A partir del momento en que se desarrolla la palabra, aparece la personalidad humana”.
Las palabras que escogemos para comunicarnos y la forma en que lo hacemos dicen mucho de nosotros mismos. Si casualmente escuchamos una conversación en el autobús de seguro podemos describir el tipo de personalidad de quienes hablan basándonos en las palabras que utilizan y los temas que tratan; solo con leer una obra de algún autor podemos deducir algunos de los rasgos de su identidad y si prestamos atención a cómo se expresa una generalidad de personas podemos conocer en qué tipo de sociedad vivimos.
Recientemente escuché a un matrimonio vociferar, maldecir, pronunciar obscenidades de cualquier tipo y tamaño, todo delante de sus hijos, sin dudas denotan grandes problemas de carácter, pero lo que me pareció más triste es que con sus conductas y lenguaje dañan la personalidad de sus pequeños.
De forma casual presencié la conversación entre un oficinista y un militar. Al principio la forma en que se comunicaban era muy educada, muy culta; sin embargo, cuando entraron en confianza las palabrotas, esas que están rezonando en tu mente, fueron muy recurrentes. No critico el desenfado, la coloquialidad, la confianza a la hora de conversar, sino el utilizar excesivamente el lenguaje indecente y en casi todas las situaciones.
Otra actitud que me entristeció tanto como la del matrimonio vociferante fue la chica que, haciéndole gracias a un bebé, utilizó las mismas palabras indecentes recurrentes entre el militar y el oficinista.
¿A qué se debe la utilización excesiva de palabras desagradables por tantas personas a nuestro alrededor? Resulta que somos lo que consumimos. Son muchos los factores influyentes en la manera en que actuamos y nos expresamos. Somos bombardeados por todos los flancos.
El lenguaje utilizado en música muy popular hoy en día no es el mejor; más que enriquecer el alma y el intelecto, mucha de esta música incita a convertirnos en seres de puro instinto. En la televisión muchas veces tampoco encontramos los mejores ejemplos.
De adultos podemos elegir si asimilar o no los buenos o malos hábitos que encontramos a nuestro alrededor, pero cuando se trata de niños, si no velamos por su sano desarrollo como personas estaremos formando perfectos vulgares.
No todo está perdido, no podemos generalizar las deformadas conductas, pero es preocupante que cada día sean menos los que velan por expresarse y actuar de una manera virtuosa. Paso todos los días en las tardes por la casa de un anciano que suele estar sentado a esa hora en su portal leyendo un libro. Él habla con extrema educación, pasa la mano por su cabellera encanecida y es como si tratara de acomodar las muchas ideas que se quieren salir.
Si queremos tener un caudal amplio de ideas y hablar decorosamente nuestro mejor aliado es un libro, si queremos crecer cada día como personas y ser entre todos una sociedad culta debemos aprender a escoger lo que consumimos, y así cuando hagamos uso del lenguaje pueda relucir una personalidad educada, pueda quedar iluminada nuestra alma por el farol de las palabras.
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