Código de las Familias: Un Sí por el derecho a la vida
- Por Neosbel Pavón Hernández / Estudiante de Periodismo
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Situar el amor y el afecto como norma de convivencia y eje fundamental de las relaciones en la célula básica de la sociedad, es el propósito principal del nuevo Código de las Familias que se someterá a referendo popular este 25 de septiembre.
Entre los aspectos más inclusivos y de importancia a la hora de aportar a la convivencia familiar, se pueden encontrar en este Código beneficios como la protección de aquellas personas que están en una situación de vulnerabilidad o desventaja de cualquier tipo dentro de la familia, la obligación de aportar lo necesario para vivir, la adopción, la gestación solidaria, la prohibición del matrimonio infantil, así como la responsabilidad parental y la autonomía progresiva.
El interés superior de niños, niñas y adolescentes no significa responder a sus caprichos o convertirlos en órdenes: velar por la atención de nuestros infantes implica que las decisiones como padres deben estar encaminadas a su bienestar y a su protección ante situaciones de trabajo infantil, abuso sexual o lesiones físicas.
Desde el 14 de febrero de 1975, los cubanos tenemos el privilegio de vivir en el único país del mundo con un Código de la Familia, diferente en su composición y contenido al que ahora se somete a referendo.
En términos jurídicos, el Código que se pretende implementar brinda amparo a leyes que protegen a las familias en coherencia con lo expuesto en la Constitución de la República de Cuba y los compromisos internacionales asumidos por nuestra Isla, asociados a convenciones de carácter global.
En nuestra sociedad no son pocos los ejemplos que ven sus casos reflejados en el contenido del documento y se beneficiarían de su aprobación. Sin embargo, existen detractores que buscan desmoralizar el presente Código aprovechándose de situaciones políticas, económicas o de origen social.
La difícil situación económica por la cual estamos atravesando, matizada por limitaciones como la situación electroenergética, las campañas mediáticas y subversivas, el incremento masivo de la migración, resultan elementos que, a juicio de algunas personas, valen para interferir en el proceso o simplemente llamar al voto negativo.
Votar es, más que un acto político, un derecho ciudadano. Las complejidades de los tiempos actuales y la diferencia de criterios que abundan en una minoría no debería constituir impedimento para legitimar el bien de nuestras familias.
Acumular mayor cantidad de votos negativos implica poner en riesgo los derechos de muchas personas que en estos momentos se encuentran en desventaja y vulnerabilidad social, atravesando problemáticas como separaciones forzadas, maltrato doméstico acoso escolar y discriminación por motivos de orientación sexual.
Es inconcebible que los abuelos sean privados del contacto imprescindible con sus nietos, que factores sociodemográficos influyan en los derechos a fundar y vivir en familia, que pongamos frenos hacia una sociedad un poco más justa, bella, feliz y por el bien de todos.
La familia cubana de hoy y del futuro necesita la armonía entre la realidad familiar, la realidad social y el derecho para vivir en un mundo de paz y amor a la vida.
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