Volver a un viernes, 20 años atrás
- Por Calixto González Betancourt
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Los pueblos tienen acontecimientos y fechas que los marcan por siempre, como es para Holguín el triunfo de los Cachorros, su equipo mayor de béisbol, acaecido el 28 de junio de 2002.
No pude evitarlo. Los recuerdos viajan hasta aquel viernes, 20 años atrás. Ese día estuvo antecedido por tensas jornadas, en la encarnizada final entre Holguín y Sancti Spíritus, de la XLI Serie Nacional de Béisbol.
La porfía cumbre la igualaron los espirituanos en el sexto partido, con su segundo éxito seguido. Solo quedaba un combate para luchar por la gloria, un viernes para tocar al cielo. Me levanté muy temprano. Podría ser un gran día, como dice la canción. Después de tantos triunfos y de tantas alegrías, en una temporada sin igual de los Cachorros, no podía ocurrir otro hecho que no fuera el éxito definitivo.

Tal desenlace ocupaba mi mente, porque el destino no podía quitarle ese honor a los holguineros, y particularmente a este periodista, que imaginaba describir una noche de ensueño. Sol radiante, que a veces se escondía en una mañana típica de verano. Encaminé mis pasos hacía el terreno dos del Estadio, para encontrarme con los peloteros holguineros en su alistamiento final.
No olvido la mirada de asombro del mentor Héctor Hernández, cuando le propuse: “Vamos hacer la entrevista de la victoria”. Quizás el mentor pensó de momento que las intensas jornadas vividas me habían trastocado, pero le expliqué que sería complicado conversar en medio de tanta algarabía, cuando terminara el partido y, en fin, ambos compartíamos la fe en el triunfo.

Llega la noche, no había en el “Calixto García” espacio para más. El dos veces verdugo de los Cachorros en la final, Ifreidi Coss, en el montículo de los Gallos, mas los Cachorros se ven dispuestos a cambiar la historia. La primera carrera nuestra llegó por jonrón de Ernesto Martínez en el cuarto inning y la segunda impulsada por “cepillazo” de Waldo Denis, que encontró a Juan Rondón en segunda, por doble, esta ante el supersónico relevista Maels Rodríguez, en el quinto capítulo.
Noveno inning, marcador 2-0, dos outs, el derecho Orelvis Ávila está a punto de propinar lechada, emociones contenidas, pero reacciona Sancti Spíritus, marca una; viene al rescate el zurdo Oscar Gil, quien llena las bases por un boleto. Nunca antes, ni después, mi tensión fue mayor. El mejor bateador de la final, Cepeda, en 2-2; yo de pie en el palco de prensa, escondía mis manos en los bolsillos.

No pudo Cepeda con la última curva del zurdo de mil batallas. Antes mis ojos, como un filme, veo de nuevo aquel infructuoso swing, a las 11:45 pm, para el out de campeonato, de la final beisbolera más reñida y luchada. Parecía que el “Calixto” se iba a desplomar. Cuando logré reaccionar en medio de un maravillosa éxtasis, recordé las proféticas palabras que “me dijo”el Estadio en una entrevista:
“…y falta por cumplirse mi gran sueño, que algún día llegará: Agitarme hasta los cimientos con el furor de una afición, cuando apoye a su equipo en la discusión y logro del título nacional… Así será señor Estadio y ojalá yo escriba la crónica de esa victoria”.

Aquella madrugada, ya de sábado, me sorprendió escribiendo esa crónica inolvidable. Casi amanecimos en la redacción, para asegurar una edición de ¡ahora! también histórica. No dormimos, pero estábamos felices: Holguín era el Campeón.
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