Otro año que “marcó” al milenio
- Por Yenny Torres
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El 2021 ha sido un año blanqui-negro, que se dibujó entre trajes protectores y luto, en el que hubo más temores que certezas, en el que nos aferramos a un bulbo y hasta a las virtudes teologales del cristianismo (por la fe, la esperanza y la caridad).
Un período de retos, de estocadas al enemigo microscópico y al político, de análisis, intentos por enmendar fallas, de vuelta a la raíz, al barrio, de solidaridad… Resistencia.
Un ciclo para, desde el confinamiento; la fábrica; o la zona roja, verde, gris… pensar en la sustancia de los días, en la vida.
En el que aprendimos a “vestir” las palabras al punto de sentir sin mascarilla cierta desnudez. A comprender lo efímero de la existencia.
El virus nos obligó a aprender el alfabeto griego a fuerza de nuevas variantes.
Hemos “cursado” una especie de posgrado de economía a nivel social, pues los cálculos han superado la media de las “operaciones”, y entre precios “inflados”, productos “perdidos” y prioridades “encontradas”, es vital planteare bien la ecuación para despejar la variable.
En el atardecer de este 2021, podemos decir que contamos con un manojo de logros y otro de retos. Sí, porque pese a tantos avatares, es innegable el triunfo de la ciencia cubana, el trabajo indetenible por legislar en pos de la justicia, donde se vuelque la realidad a la norma y la norma a la realidad. Y donde el camino al frente se conoce largo, empedrado.
El alba de año nuevo se asoma, y con ella la aspiración de tiempos mejores, en los que claro está el papel que jugamos todos a nivel individual y colectivo en la forja de un ciclo que rebasa el almanaque y que debe palparse en la casa, la calle, el trabajo, el aire…
Sentimos los tambores de la historia y del futuro, de la naturaleza que pide a gritos respirar… por eso, entre tantos reclamos por la vida, brindemos a la salud del planeta, de la conciencia humana y de nuestra Cuba, que es decir nuestro pueblo.