Amor y no odio
- Por Hilda Pupo Salazar
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El odio es un sentimiento negativo hacia otras personas, siempre perverso, destructivo y contraproducente y, como emoción humana, desea causar mal, con tendencia a ser permanente, circunstancia o temporal.
En nuestra sociedad que valora a la humildad, solidaridad, amor y entrega para el bien común, no debe de prosperar esta negativa pasión de destruir a los demás e, incluso, hasta atacar bienes e instituciones de servicios colectivos, por cólera o adjudicarle culpas incoherentes.
Hay también otra expresión del comportamiento: el rencor un efecto de hostilidad, hacia alguien quien, por diferentes causas, pero con nocividad, para agriar cualquier actuación, hacia los demás seres humanos, por diversos motivos, muchas veces sin confirmar.
Debemos reforzar, en todos los niveles de nuestra sociedad, la civilidad para consolidar la ética de cómo tratamos a los demás en la vida cotidiana, en todos los momentos, desde el principio del respeto que, a la vez, aspiramos y exigimos recibir.
Recuerdo a una excelente profesora, quien defendía, a ultranza, la gentileza, que premia al alma de quien la práctica, en el “éxtasis de saber ayudar”.
Quienes dan amor e instituyen el bien en sus acciones, en todos los momentos, tienden a vivir en total conformidad con sí mismo y es saludable para la vida, sin los efectos devastadores de la malignidad por esos sentimientos de mezquindad.
Alguna literatura afirma que: “el odio a los demás siempre tiene algo que ver con el odio a uno mismo” y, en nuestra sociedad, requiere de un profundo estudio para llegar a la raíz del porqué, a pesar de tener tanta educación, instrucción y cultural general, perduran y, hasta crecen en algunos segmentos, las disciplinas sociales con insultos a los demás, agresión física, amenazas, intimidación, insultos que, incluso, aumentan hasta en las redes sociales.
Nuestro Presidente, constantemente, llama a que cesen la mentira, infamia y odio. Este país es de amor, paz y solidaridad y cuando convoca a ponerle corazón a la obra común, está a tono con Martí, quien defiende que: “La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor”.
Al ponerle corazón fluye la unión, comprensión, solidaridad humana, el emprender lo hermoso en consecución de los demás, para lograr cualquier objetivo que se pretenda obtener, como aspiramos hoy los cubanos.
Como dice el canta-autor Silvio Rodríguez: Una canción de amor que se mueve. Fuera del odio… es lo que debemos interpretar todos los que amamos la vida, en esta Cuba bella y libre.
Reflexionemos con la escritora francesa Francois Sagan: “Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender”, mientras Albert Einstein, científico alemán define: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos. Vivimos en el mundo cuando amamos. Sólo una vida vivida para los demás, merece la pena ser vivida.”