Fidel Castro, entre el tiempo y la leyenda

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Fidel Castro Homenaje1

 

La cálida madrugada de verano se estremeció ante el vigoroso llanto infantil. Eran las dos en punto del 13 de agosto de 1926 y la finca de Birán se encontraba a medio iluminar cuando llegaba al mundo el tercer hijo de Lina y Ángel.


Fidel tenía 12 libras de peso al nacer y fue un niño enérgico y sano. Las imágenes de la infancia lo captaban serio y de mirada curiosa: “Arqueaba la ceja izquierda y observaba como una maravilla la ceremonia y los mecanismos de aquella caja de fuelles, un acordeón, detrás de la cual, se asomaba a ratos, el fotógrafo. Sostenía un cuaderno o un libro y llevaba una flor en el ojal del traje”, describe Katiuska Blanco uno de sus retratos en “Todo el tiempo de los cedros”.


Allí, creció entre los valores familiares, los juegos fraternos y el afecto del hogar. Pese a que sus padres poseían la propiedad sobre aquellas tierras, nunca abandonaron sus orígenes humildes y los hijos se criaron entre los trabajadores y vecinos, junto a gente sencilla.


Poseía desde pequeño una inteligencia natural, de esa que va más allá de los libros y las letras, era tan grande su espectro de conocimientos que sobre cualquier tema tenía mucho que decir. Tampoco le faltaron oportunidades para superarse y estudiar. Así lo hizo; pudo ser lo que quisiera y entre tantas opciones disponibles, decidió ser revolucionario.


Al decir de Luis Báez, a Fidel nadie le inculcó sus ideas políticas, sino que fueron resultado de su observación y sus reflexiones. En ellas se plasma también el análisis de lo que muchos otros hicieron y pensaron. “Modesto en su vida personal. Sencillo. Sin vanidades. Preocupado siempre por la suerte de su patria.”


En nombre de ella inició, aún en desventaja, una lucha impredecible, cuya victoria parecía ser más un golpe de fe que de probabilidades. Cuando la palabra ya no era suficiente, atacó un cuartel, preparó una expedición, se alzó en la Sierra y ganó una guerra. Eso no bastaba, hizo una Revolución.


Lo que en algún momento fue utopía empezó a ser realidad y cuando nada era previsible, llegaban sus palabras visionarias. Con Fidel las multitudes vibraron de emoción en una plaza, las madres lloraron a sus hijos, los niños tuvieron un maestro y toda Cuba, un padre. Había en él una combinación poco usual de calidez y grandeza que lo acercaba a lo terrenal y a la vez rozaba el misticismo. Estaba hecho, en definitiva, de ese material indefinido que poseen los hombres excepcionales para trascender en el tiempo y convertirse en leyenda. 

 

 

Susana Guerrero Fuentes
Author: Susana Guerrero Fuentes
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Licenciada en periodismo. Siempre es un buen momento para contar historias

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