COVID-19: Problema de barrio
- Por Yenny Torres
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Foto: Mailenys Oliva Ferrales / Granma.
En casi un año y medio de pandemia en Cuba, miles de jóvenes han estado en la primera fila, combatiendo al enemigo invisible que intenta sembrar muerte, desaliento… Universitarios de todo el país, médicos, enfermeros, técnicos… se han estrenado en contexto de retos, estudiantes han permanecido en centros de aislamiento, zona roja, pesquisas…
Hemos visto a señoras picar sus sábanas para hacer nasobucos y regalar, a un puñado de gente llevando la comida que brinda el SAF a muchos ancianos, a campesinos donando parte de sus producciones, a trabajadores ofreciendo su descanso…
Todos ellos, todos nosotros, pertenecemos a una u otra organización de masa, que supone más que agrupar, unir; más que acompañar, guiar; más que decir, hacer; sobre todo ahora, el momento cuando urge más.
La aplicación de un nuevo protocolo de aislamiento distribuye responsabilidades, porque no se limita solo a la obligación de Salud Pública, que, sin dudas, tiene la mayor carga desde la atención primaria. El diapasón, abierto desde el inicio, añade peso al trabajo comunitario. Cada hogar, además de refugio para evitar el contagio, es un propenso sitio para acoger a quienes se enfermen. Ello entraña que la familia, los vecinos, la cuadra se involucre más.
Claro que una batalla prolongada asedia a las fuerzas. No en vano los psicólogos ofrecen consejos para contrarrestar la llamada fatiga pandémica. La reciente visita del Primer Ministro Manuel Marrero a Holguín demostró las debilidades organizativas en el enfrentamiento a la COVID-19 en nuestro territorio.
Aunque las cifras ofrecidas prenden bombillo rojo, hay otras que, incluso sin estadísticas, también resultan muy importantes: ¿Todos los que tienen ingreso domiciliario cuentan con mensajeros o personas en quiénes apoyarse para obtener lo indispensable? En estos tiempos, de gran ayuda puede ser, aunque parezca poco, el solo hecho de buscarle el pan o un pomo de agua potable a alguien.
Es aquí donde las organizaciones de masas deben jugar su papel, evaluar casos, estar al pendiente, distribuir tareas, hacerse notar. No quiero decir que en todos los lugares ocurra lo mismo; pero para nadie es secreto la importancia de fortalecer la labor en, por, y para el barrio.
Hace varios meses, en conferencia de prensa, representantes de las organizaciones de masas en Holguín compartieron algunas de las tareas que realizaban. La FMC abordó las visitas a embarazadas y madres solteras, a las cuales podían ayudar con la tramitación de sus situaciones particulares, en correspondencia con el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI). Así como la confección de mascarillas de tela, destinadas a los centros que albergan a personas con conductas deambulantes, casas de niños sin amparo filial y hogares maternos.
Por su parte, los CDR informaron acerca del funcionamiento de los dúos focales en la realización de pesquisas y visita a familias vulnerables, así como la oportuna reacción ante las violaciones de precios, las ilegalidades y el incumplimiento de las medidas higiénico sanitarias. Igual explicaron su labor las demás organizaciones.
Esas tareas además de mantener la sistematicidad deben reforzarse, sobre todo en materia de apoyo a los enfermos o aislados en sus casas. Incrementar la labor de las brigadistas sanitarias en los consultorios médicos, la vigilancia cederistas, la información oportuna sobre la vacunación a los ciudadanos según fecha establecida y edades en cada localidad pudieran ser algunas actividades en las cuales centrar la mirada.
De igual modo, además de la producción de alimentos, prioridad para la Anap, las cooperativas en las zonas rurales deben insistir para que haya mayor percepción de riesgo, pues la COVID no es exclusiva de las ciudades.
Son muchas las historias de heroísmo y entrega; pero todos debemos sumarnos desde la disciplina, conciencia y sentido común a esta batalla contra la pandemia, para que en verdad nos siga uniendo el amor por los demás, el barrio.
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