Para vivir mejor el verano

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verano 1Foto: CubaSí.

 

En Cuba estamos viviendo el segundo verano consecutivo golpeados por la COVID-19. Es, además, el momento más crítico que enfrenta el país desde que el virus llegó. Salvo algunos momentos en que ensayamos una nueva normalidad, la niñez cubana ha estado confinada.


Ahora que el verano nos asalta, que los meses que habitualmente ocupan las vacaciones son tan parecidos al resto del año, y que los infantes y adolescentes, añoran la playa, el rumor del río, las visitas de los primos, el corretear por el barrio durante horas, trepar matas, las piyamadas, los torneos de juegos con todos los niños del edificio en la X-box de Fulanito; ahora que lo normal son las cuatro paredes y con suerte una hermana revoltosa, o un hermano mayor que explica los argumentos de las películas, ¿qué hacer? ¿Cómo transformar el aislamiento en algo menos que agobiante?


El confinamiento ha sido a veces divertido, a veces enriquecedor, a veces insoportable, a veces aburrido, a veces asfixiante, siempre salvador. Hemos reaprendido a vivir en familia, ajustado rutinas, creado nuevas dinámicas. Nos hemos reconocido como tribu hacia el interior de nuestros domicilios. Es cierto que en algunos casos el ambiente no ha sido el más seguro, sobre todo en aquellos hogares donde la violencia es la norma.


Para ellos, ya se ha dicho antes, este lapso ha mostrado cuánto a escala social debemos hacer todavía para proteger las infancias, para aprender a identificar los riesgos, para evitar la exposición de los más vulnerables, para tejer redes de apoyo y salvar vidas.


Pero, a la generalidad de las familias donde habitan niños y adolescentes, este periodo les ha marcado, a veces pienso que serán una generación singular por el hecho de haber sobrevivido a la etapa pandémica. Y estoy segura de que estos meses de Sars-cov-2 le harán al mundo una cicatriz grande, sensible al tacto, como un muñón que duele cuando se avecina la lluvia, pero con suerte aprenderemos, nos unirá más. Construirá resiliencia.


Mayoritariamente los adultos hemos tratado de evitar el contagio de los menores, aunque los números cuentan una historia de descuidos, de grietas en nuestra vigilancia. Y pese al éxito de quienes han logrado mantener lejos del virus a los pequeños, el impacto psicológico de este fenómeno global que es la COVID-19 es algo innegable sobre todas las edades.


Porque las situaciones traumáticas han sido una sombra cercana, muchos han sufrido la pérdida de seres queridos, de conocidos, se han debido alejar de los amigos de la escuela y del barrio. La privación del juego, ese del parque y la bicicleta, del bate y la piscina. Para los adolescentes, a quienes el grupo les es indispensable, esto es especialmente complejo. Los efectos psicológicos de tales cuestiones son tan reales como el resto de las secuelas.


Pero se habla también de lo que ha aportado el confinamiento en favorecer las relaciones familiares, a modificarlas para bien. Aquí el tiempo de calidad se ha vuelto un activo invaluable, y las experiencias significativas atesoradas, un premio por aguardar en casa que todo pase.


El verano nos golpea, como si quisiera derretirnos, y abrimos puertas y ventanas para disiparlo. Esta vez trae aires de esperanzas, una vacuna en progreso para los pequeños, otra que inmuniza a buena parte de los adultos. No dejan de impresionarnos los números que revelan la fragilidad de la vida, el contexto hostil añade preocupaciones a los adultos.


Aunque estemos agotados debemos seguir poniendo empeño a la protección de la salud física y emocional de nuestros hijos. Importante, no somos perfectos, algunos hemos enfermado, también vivimos nuestros duelos, la reducción de nuestra vida social y el cambio de nuestras rutinas profesionales. Hemos puesto en pausa sueños y proyectos, pero el principal que resulta la educación emocional y el cuidado de nuestros hijos, necesita que estemos saludables.


Reescribamos las expectativas del verano, primero llegar al final de estos meses de estío sanos. Si todo se ha vuelto monótono por tantos meses en casa, volvamos a ponerle empeño al tiempo compartido con juegos nuevos, tiempos de películas y series, de competencias, de lecturas y de innovación, de jardinería, o entrenamiento a las mascotas. O si quieres de meditación y calma, lo que a tu familia le sea más cercano y provechoso. Lo que ayude a vivir mejor.

 

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Liset Prego Díaz
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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