Mi Moncada
- Por Claudia Arias Espinosa
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Cuartel Moncada, ubicado en la ciudad de Santiago de Cuba. Foto tomada de Cubadebate.
El 10 de marzo de 1952 se produjo el golpe de estado que anuló la carta magna de 1940 (aprobada por una asamblea constituyente que durante seis meses debatió públicamente su contenido) y suplantó el ordenamiento jurídico del país, a solo 82 días de las elecciones generales.
Un año después, cuando parecía que Cuba se rendía a las consecuencias de tales arbitrariedades, un grupo de jóvenes asumió la responsabilidad de redimirla y, para empezar, signaron el 26 de julio como el Día de la Rebeldía Nacional.
“¡Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo…” diría Fidel en el histórico alegato, que una vez escrito tituló La historia me absolverá.
El Cuartel Moncada después del Asalto del 26 de Julio de 1953. Foto: archivo de Cubadebate.
Con el tiempo, para los cubanos el Moncada se transformó en algo más.
Más que el apellido de ese cubano tremendo, Guillermón, que dejó una nota para su contrario donde decía: “No me jacto de nada, pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria”.
Más que un cuartel enclavado en la ciudad de Santiago de Cuba que después del ’59 no es ya cuartel, sino escuela.
El Moncada se convirtió en sustantivo de reto, de lucha y sacrificio, que lleva implícito el propósito de servir y hacer el bien. Cobra ese sentido cuando persigue la felicidad de todos; aplicado a intereses únicamente personales deviene anacronismo.
No hay luchas, retos ni sacrificios pequeños o fáciles. Cada cual tiene su propio Moncada y todos son por igual admirables: para tomarlos por asalto hay que apelar a nuestro contenido más humano y al desprendimiento.
Fidel Castro hace declaraciones en el Vivac de Santiago de Cuba luego de haber sido tomado prisionero por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, 1 de agosto de 1953. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado/Fidel Soldado de las Ideas.
Moncada hoy es esta tarea de magnitud tremenda, vital. La de los médicos y estudiantes de medicina, que desde hace año y medio nos pesquisan, nos cuidan, nos salvan. O la de los trabajadores del sector estatal y por cuenta propia, que en un contexto económico adverso se las ingenian para continuar produciendo y haciendo lo que todos necesitamos.
Pero es también esta acción cotidiana que hace la diferencia. Es quedarme en casa contra aburrimiento y monotonía. Renunciar a la celebración de mi cumpleaños, para asegurar el próximo. Estudiar a distancia. Ser voluntario en los centros de aislamiento y los hospitales. Ayudar a los abuelos. Inventarme juegos para jugar con mis niños entre cuatro paredes; ver con ellos las teleclases y aprender juntos.
Mi Moncada hoy puede ser algo tan simple y decisivo como ser responsable e informarme. Escuchar (o leer) las ideas del otro y, en lugar de rebatirlas, valorar con justeza la posibilidad de apropiarme de ellas. Recordar siempre, incluso en las circunstancias más terribles, que ante las diferencias es mejor darse la mano que darse la espalda…
Este artículo está lleno de verbos porque estos son tiempos de hacer, por el bien de todos. Cada cual decida su Moncada. Y tómelo por asalto.
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