Amor y patriotismo en el alma de Lucía

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Foto: ACNFoto: ACNMaría de la Concepción Lucía Íñiguez Landín fue una mujer de las bravas, de esas que inspiran respeto y no creen en nadie cuando tienen por delante una meta por cumplir. Cía, como era llamada por familiares y amigos, celebraría este 8 de diciembre sus 198 cumpleaños.
De la patriota se han popularizado dos anécdotas: su reacción ante el intento de suicidio del hijo mambí para impedir ser apresado por tropas enemigas y cuando vistió de mujer a otro de sus vástagos, Nicolás, a fin de evitarle la prisión e incluso la muerte.

Sin embargo, de esta mujer “de armas tomar” y genio vivo, existen muchas historias por revelar.
Se casó muy joven. Con solo 16 años contrajo matrimonio con Ramón García. Ella no aportó dote, al contrario fue el pretendiente quien dispuso de tres mil 500 pesos, toda una fortuna para esa época.

Unión que si bien se realizó según los cánones establecidos en ese tiempo, no escapaba de una gran inestabilidad marital. Tal parece que Cía propuso la separación más de una vez, por razones, sobre las que ella alegaba: “…me reservo...”.

Pero, de ese “va y viene” nacieron ocho hijos, cuatro hembras e igual cantidad de varones. Por ejemplo, a pesar, de ella asegurar que “estaban separados desde 1842” tuvo en ese mismo año a su hija Leonor, a Rosario, en 1845 y Nicolás en 1855. Por lo que, sin dudas, este es un referente histórico de muchas uniones conyugales de hoy día.

El matrimonio finalizó en 1867 y Lucía le otorgó un poder a su segundo descendiente, Calixto, para que reclamara legalmente las propiedades de ella que estaban en manos de Ramón, pues no deseaba que estuviesen en su poder.
 
Cía heredó la “vena” comerciante de su familia, por lo que se destacó por ser una especie de empresaria muy avispada, emprendedora y agresiva, capaz de manejar los amplios bienes de la familia dispersos en Holguín y Jiguaní.

Tal es así, que al morir su padre, Miguel Íñiguez, en 1851, comenzó una disputa judicial contra su madre para adquirir la herencia dejada por él, proceso que concluyó con la división de los bienes, el cual se interrumpió con el fallecimiento de su progenitora y quedó, finalmente, como única y universal heredera de sus padres.

Por su próspera y favorable posición económica era muy solicitada para que fungiera de madrina de muchos niños, uno de ellos fue nada más y nada menos, que Manuel de Jesús Candelario Avilés Lozano, quien años más tarde, en 1882, fundó la legendaria “Orquesta Avilés”.

Pero, sin dudas, lo que más distinguió a Lucía fue el amor incondicional por sus hijos, el más conocido, y quizá el más ferviente fue por Calixto, quien heredó el temperamental y enérgico carácter de su madre.

Al unirse Calixto García Íñiguez a la guerra independentista en 1868 la vida de Cía cambió, pues estuvo presa junto a su familia por tener vínculos con los mambises. Aún así recaudó fondos, envió de su comida, cosió ropas y dispuso de vendajes para los campamentos insurrectos.

Viajó hasta España detrás del mambí, emigró a Estados Unidos al estallar la guerra de 1895 y vendió, con pocas ganancias, muchas de sus propiedades.

La obsesión de velar por el bienestar del Mayor General holguinero provocó en gran medida que robara el protagonismo a su nuera Isabel Vélez, quien tuvo que contentarse con ver siempre a la suegra siguiendo los pasos del hijo pródigo por campos sublevados y fuera de fronteras.

La muerte del Mayor General Calixto sumió en un gran dolor a Lucía. Había perdido a su amado hijo. El 7 de mayo de 1906 y con 87 años de edad fallecía la madre amorosa a causa de un fibroma quistoso de útero, acorde con el certificado de defunción.

Su féretro marchó acompañado por la Orquesta Avilés y el homenaje de los holguineros que le agradecieron su apoyo a la causa mambisa y la dignificación del valor y coraje de la mujer cubana.

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