Se va la oruga, llega la mariposa

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Duro, este año ha sido duro, nadie lo puede negar.Afortunadamente entró en sus últimos días, en su recta final y la esperanza de que el 2021 sea mejor se mantiene alta, porque la esperanza es la certeza de que algo tiene orden y sentido y por ello resultará en  bien.
 
Nació con mala estrella el 2020, signado por la mala fama de los años bisiestos, los que traen ese “día fantasma” que, cada cuatro años, se agrega al calendario. Quienes creen en ello lo justifican con ejemplos: en 1912, se hundió el Titanic; en el ’48 asesinaron a Ghandi; 20 años más tarde a Martin Luther King; y en 1980, a John Lennon. Todos esos años fueron bisiestos.

Sin embargo, según la astronomía, los años de 366 días funcionan como “ajustadores del reloj”, pues cada año tiene 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Todo este tiempo excedente se suma y conforma el 29 de febrero. Pero es que en este 2020 hasta la astronomía y la astrología han conspirado para asustarnos.

Justo al inicio del invierno el 21 de diciembre, solsticio que marca la transición del otoño al invierno, que coincide con el clímax de la Noche Polar cerca del Ártico y es el límite más allá del cual los días vuelven a alargarse,inmediatamente después de la primera puesta de sol, Júpiter y Saturno aparecerán tan cerca que los podremos observar desde la Tierra, como si fueran un solo planeta muy brillante.

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Es la Gran Conjunción, la llamada Estrella de Belén, que no se ha repetido desde 1623y volverá a suceder, solo el 15 de marzo del 2080. Después de esto la lluvia de las úrsidas, que produce entre 5 y 10 meteoros por hora yla lluvia de las cuadráticas, que serán visibles del 27 de diciembre al 10 de enero, con mayor intensidad del 3 al 4 de enero y el 30 será la luna llena de diciembre, tradicionalmente conocida como Luna Fría o Luna de las Noches Largas.

Desde la época precristiana a estos movimientos de las estrellas se le atribuía un significado místico y el solsticio de invierno representaba un acontecimiento lleno de espiritualidad, de simbolismo que marcaba la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte.

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En el Imperio Romano tardío reapareció el culto al Sol Invictus, que era sinónimo de renacimiento, y que según algunas reconstrucciones históricas se señala como el origen pagano de la Navidad. Lo cierto es que muchas culturas del mundo, incluidas las Mesoamericanas, celebran el 21 de diciembre, como el nacimiento de la esperanza y el nuevo Sol.

Pero si hablamos de estos temas, resulta imposible no mencionar Stonehenge, el yacimiento neolítico ubicado en Wiltshire, Inglaterra, cuyas grandes piedras están dispuestas para tener una vista perfecta del atardecer durante los solsticios. Cada diciembre, Stonehenge es un destino de peregrinación para turistas, seguidores del druidismo y otros movimientos espirituales, pero este año, debido al COVID-19, la entrada al sitio está regulada por estrictas normas de seguridad.

Tampoco han faltado este año, aun en medio de la heroicidad cotidiana del personal médico en la batalla contra la pandemia, las “aves de mal agüero”, los autoproclamados profetas, cuyas predicciones han inundado las redes sociales, como un predicador evangélico de Estados Unidos que aseveró que el 21 de diciembre de 2020 se produciría el fin del mundo, porque el Calendario Maya tenía errores y diferencias de ocho años. El oscuro vaticinio, por supuesto, no se cumplió y estamos aquí sobre la tierra.

Para los seguidores de la religión yoruba, a pesar de las enfermedades, no era un año de temer para Cuba, pues gobernó, Oshún, que se sincretiza con la Virgen de la Caridad del Cobre, que no desampara a los suyos y en su reinado gana siempre el amor, la fertilidad y las aguas dulces, que calman y consuelan.

La Patrona de Cuba llegó en enero ondeando la bandera amarilla de ribetes blancos, junto a Obatalá, la Virgen de las Mercedes, dueña de las cabezas, de la ciencia y la inteligencia que hemos demostrado los cubanos en este año 2020, como una de las naciones que mejor ha combatido en el mundo la pandemia.

Para este fin de año el Consejo de Sacerdotes Mayores de Ifá, con el fin de evitar el contagio y propagación de la COVID-19 realizará las ceremonias de La Letra del Año 2021, a puertas cerradas, sólo participarán los Sacerdotes de la comisión organizadora y los que han sido convocados de provincias, para no exceder de 100 personas y la Letra del Año, no se entregará impresa como es costumbre, para evitar la aglomeración de personas frente al a Sede en La Habana.

Unido a todo lo que es sagrado y menester para cada quien cuando culmina un ciclo, para mí, en este 2020, la mejor referencia la trae la ciencia, de la mano de la psicología, que recomienda para el nuevo año: no crea en noticias falsas, cuídese y sea disciplinado con la bioseguridad, haga ejercicio y coma bien, sea flexible con sus planes, siga intentando y mantenga la fe y la esperanza de que en el 2021 haya una vacuna o un tratamiento para el coronavirus.

Es cierto que en estos 12 meses que culminan todo cambió, como sucede en las películas de ciencia ficción,estuvimos encerrados en casa durante meses, vimos miles de vidas perdidas, nos aislamos de familiares y amigos, vivimos días tristes y otros con deseos de comernos el mundo. Así ha sido este año, en el que también aprendimos a gestionar nuestras emociones, el valor del contacto humano y de las cosas sencillas.

Las tormentas siempre pasan y el Sol Invictus ya volvió a levantarse después de la noche más larga y oscura que trajo el 2020, con ese impactante simbolismo que marca la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte. El nuevo principio se acerca y todo vuelve a ser cuestión de perspectiva, porque a lo que la oruga llama el fin, el resto del mundo le dice mariposa.

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