Un intrépido que combate la COVID-19 en Holguín
- Por Darianna Mendoza Lobaina
- Hits: 2179
El doctor Néstor Amílkar Peña Pérez trabajó en la primera línea contra la pandemia durante dos rotaciones en el Hospital Fermín Valdés Domínguez de Holguín. Foto: Cortesía del entrevistadoAl doctor Néstor Amílkar Peña Pérez lo conocí en una sala de terapia, unos meses antes de que llegara la COVID-19 a “tambalearnos” la vida. Tenía la sonrisa escondida detrás de un nasobuco verde, pero esa tela no lograba disminuir el volumen de una voz inconfundible para sus colegas.
Luego coincidimos un par de veces, incluso fuera del perímetro laboral, sin batas ni mascarillas. Me resulta admirable que con su evidente juventud ostente el título de especialista en Terapia Intensiva y Emergencias Médicas, además de Medicina General Integral (MGI).
Quizás por eso no me sorprendió la tarde en que mami llegó a la casa orgullosa porque “Miki”, su compañero de trabajo, formaría parte del primer grupo de médicos que atendería a pacientes positivos al nuevo coronavirus en el Hospital Militar “Fermín Valdés Domínguez” de la ciudad de Holguín.
Él estuvo presente en la Zona Roja, en la trinchera más cercana, cuando apenas comenzaban los primeros casos. Cuando la enfermedad era un misterio más grande. Cuando la incertidumbre nos envolvía a todos con la misma fuerza.
Whatsapp me volvió a demostrar sus bondades en jornadas de distanciamiento riguroso, pues permitió seguirle el rastro a Amílkar durante el periodo laboral y después en el obligado aislamiento para descartar un posible contagio. A veces los mensajes eran cortos, otras extensos, en dependencia de su tiempo libre y el cansancio.
El día a día
“Los que estuvimos trabajando juntos fuimos una gran familia. Conversábamos. Reímos. Hacíamos anécdotas. Escuchábamos música. Disfrutábamos de la televisión y descansábamos lo necesario.
“Nos adaptamos al lugar muy rápido. Sentimos que fuimos parte de algo importante que era la salud de nuestros familiares, nuestro pueblo, y por supuesto, la nuestra.
“Allí había madres, padres, hijos, hermanos, esposos, esposas y se extrañaba muchísimo a los seres queridos, a los amigos, la rutina diaria…”.
Temores
“El temor es lógico. El miedo es un sentimiento que en estos momentos se siente, pero sabíamos que debíamos enfrentarlo con valor porque no podíamos equivocarnos a la hora de emplear los medios de protección. Además, contábamos con los más adecuados para situaciones de este tipo.
“No obstante estábamos convencidos de que ese temor se enfrentaba con decisión, disciplina y haciendo todo en correspondencia con las normas, para protegernos y cuidar a nuestras familias cuando regresáramos a casa”.
Experiencias
“A partir de ahora tendremos que cuidarnos más y poner en práctica los conocimientos adquiridos durante la etapa intensa, la cual incluye dos rotaciones en esa institución hospitalaria”.
“En lo personal siento que me ha sensibilizado mucho, con los demás y conmigo. En lo profesional ha sido una escuela, donde aprendí a solidarizarme y superarme cada día, siempre con el sano propósito de llevar un granito de confianza, de seguridad y sabiduría a cada paciente que lo necesitara”.
El ejército de médicos cubanos es fuerte
“La confianza es un arma que el médico debe tener en la primera opción para combatir cualquier peligro y siento que nosotros confiamos en nuestras habilidades y conocimientos para hacer frente a la pandemia.
“Esperemos que acabe pronto porque está costándole caro a la humanidad. Pero seguiremos en la lucha, y confiaremos siempre en la medicina cubana. Si continúa, será una marca grande en la historia”.
Aislamiento necesario, pero inquietante
“Llegamos una tarde. Era el lugar muy bueno y acogedor, donde permanecimos durante 14 días. La rutina era hacer una colita para hablar por teléfono con la familia. Ese momento era agradable porque aprovechábamos para ponernos al día.
“Luego nos dirigíamos a dormitorio para almorzar. Jugábamos ajedrez. Otros aprovechaban y dormían, entre ellos yo. Por la noche oíamos música. Veíamos la TV para mantenernos informados, veíamos películas. Bromeábamos. Pero el mejor hobby era llamar varias veces en el día a nuestros hogares.
“Las atenciones fueron maravillosas, todas las personas trabajaban en función de que nosotros nos sintiéramos bien. Estaban pendientes, nos llevaban la comida a la habitación, con muy buena calidad y variada”.
“El intrépido”, como lo llaman quienes lo conocen bien es un excelente profesional, un joven extraordinario que ha salvado cientos de vidas en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital clínico quirúrgico “Lucía Íñiguez Landín”, espacio en el cual labora habitualmente.
Es, además, uno de esos rostros valientes que llevan la alegría detrás del uniforme, que se le iluminan los ojos cuando aprecian el avance de los pacientes o el agradecimiento de los familiares. De esos por los cuales batimos nuestras palmas cada noche, a las nueve.

Comentarios