Rotura en las Calabazas: la Historia pasó por Holguín

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Muchos de los jóvenes que el 26 de julio de 1953 participaron en el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, se trasladaron en automovil. Quiso el azar que uno de los que iba con destino a la capital de la provincia de Oriente, el que conducía Gildo Fleitas, sufriera un desperfecto en las cercanías de Holguín.
 
 
La salida de La Habana se había realizado de manera escalonada a partir del día 24. Entre los primeros en partir estaría Gildo Miguel Fleitas López. Como a las tres de la tarde salió del apartamento de Abel, en 25 y O, acompañado por Gerardo Sosa Rodríguez y Raúl Gómez García. Cambió un cheque por 50 pesos, para los gastos de viaje, pasó por su oficina, en Consulado número 9, para recoger unos materiales especiales y luego fue a buscar en San Lázaro e Infanta a tres miembros de la célula de San Leopoldo: Reinaldo Benítez Nápoles, Israel Tápanes Vento Aguilera y Carlos González Seijas. Allí se le sumaría Armelio Ferrás Pellicer. Luego, pasadas las nueve de la noche, partieron hacía Oriente.
 
“El auto hizo numerosas paradas. La vigilancia represiva se extremaba en las carreteras por la presencia de Batista en Varadero y un acto de su Partido Acción Unitaria (PAU) en Oriente. Pero Gildo se había agenciado –para él y los demás carros– unas banderitas del 4 de Septiembre (1) que, al arribar a las barreras militares de control, todos agitaban fuera de las ventanillas, mientras él gritaba: “Somos de la juventud del PAU”. (2)
 
El holguinero Ernesto Tizol Aguilera sería de los últimos en partir. Saldría desde 25 y O en la madrugada del día 25. “Tizol conducía a baja velocidad, como Fidel lo había orientado, con el fin de que pudiera detectar cualquier problema durante el trayecto a los demás carros”. (3)
 
En el auto de Gildo el ambiente era festivo con sus constantes bromas y las poesías de Raúl Gómez, mientras en el que conducía Tizol no era tan agradable; Víctor Escalona Benítez, constantemente preguntaba: ¿A dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuándo llegamos? Los demás también se mostraban inquietos. La tensión crecía. Tizol daba explicaciones hasta donde podía.
 
Reynaldo Benítez, al llegar a Camagüey, propuso ir a la casa de su madre a comer y descansar. Gildo aceptó, y fueron todos. Poco después continuaron viaje, pero en Las Calabazas, a unos 10 kilómetros de Holguín, se rompió el auto.
 
Tizol, quien venía detrás, divisó un carro detenido a la orilla de la carretera y vio a Gildo fuera del auto. Tizol se detuvo y bajó a ver qué pasaba. Gildo y Raúl Gómez García le explicaron el problema de la rotura; conversaron unos instantes; les dio dinero para que pagaran un mecánico y pidió hacer un cambio. Raúl Gómez continuaría con Tizol y Escalona seguiría con Gildo.
 
Julio santiago1
El mecánico al cual acudieron se llamaba Fernando Esquivel Wilton, un mulato a quien todos conocían en Las Calabazas y sus alrededores, pues tenía un pequeño taller en la curva (nació en Gibara el 14 de marzo de 1910, se casó en agosto de 1953 en Las Calabazas con Irma Aguilera Rodríguez y falleció el 2 de octubre de 1995, en ese lugar).
 
Avanzada la noche, ya en la granjita Siboney, en Santiago de Cuba, estaban 118 hombres y 14 autos, incluidos los de Abel y Fidel, que acababa de llegar. Faltaban los hombres y los carros de Gildo y el doctor Mario Muñoz. A Fidel no le preocupaba la ausencia del doctor Muñoz, él mismo le había dicho que esperara en Melgarejo, pero la de Gildo sí; Tizol le había hablado de la rotura antes de llegar a Holguín. Preocupado también estaba Fernando Chenard Piña, su jefe de célula.
“En ese carro venían los discos para llamar al pueblo por radio en una programación especial. La proclama A la nación, no, esa la tenía Raúl Gómez junto a sus versos”. (4)
 
Fidel salió con Abel de la granjita y, en la Plaza de Marte, le dijo que lo dejara allí y fuera a encontrarse con el doctor Muñoz en Melgarejo y regresara a este mismo lugar. Después de estar parados por más de cuatro horas en Las Calabazas, continuaron viaje. Cuando llegaron a Santiago de Cuba era muy tarde.
 
Fueron al hotel Rex, y ya no había nadie, luego se dirigieron a la casa de huéspedes que les habían indicado, pero tampoco estaban sus compañeros. Como a las once de la noche, Gildo expresó: “Estamos perdidos; ya la gente está donde debíamos estar; nosotros también”. Dejó a los compañeros en la Plaza de Marte, y salió a buscar contactos. (5)
Estando Fidel allí, vio de casualidad entre la multitud a Gildo, que venía “arrollando” en una conga por el medio de la calle. Le dio mucha gracia además de alegría, y lo llamó. Gildo le explicó la demora por el arreglo del carro.
En una esquina, se volvieron a reunir Benítez, Tápanes, González Seijas, Armelio Ferrás y Víctor Escalona con Gildo, Fidel, el doctor Mario Muñoz y Abel. Seguirían para la granjita Siboney.
 
Gildo Fleitas partió hacia el Moncada manejando el tercer auto. A Gómez García le correspondió partir hacia el Hospital Civil, en el auto del doctor Mario Ñuñoz. De los moncadistas que estuvieron con Gildo en Las Calabazas el único que murió en combate fue él, pues Raúl Gómez García fue detenido en el Hospital, trasladado al cuartel Moncada y asesinado allí; Israel Tápanes y Reynaldo Benítez cayeron presos y, luego de ser juzgados, fueron condenados a 10 años de prisión en el Presidio Modelo; Gerardo Sosa, quien también fue detenido, fue absuelto y Armelio Ferrás y Carlos González pudieron regresar a La Habana.
 
Víctor Escalona Benítez, jefe de una célula de La Habana Vieja, fue de los que se quedaron en la granja; luego salió de allí, pero en Santiago de Cuba fue apresado y asesinado. Apareció en la relación de bajas en la acción.
 
Notas:
 
1.- Para conmemorar el “cuartelazo” de los sargentos, el 4 de septiembre de 1933, que le había dado el poder, Batista inventó una bandera personal que servía de unión a sus partidarios.
 
2.- Mario Mencía. El grito del Moncada. Tomo II, Editora Política, 1986. p. 504.
3.- Mario Mencía. Ob. cit. p. 505
4.- Mencía. Ob. cit. p. 524.
5.- Testimonios de Armelio Ferrás Pellicer (La Habana, 1993 y Gibara, 2003)

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