Iosvany Hernández: “Nos toca seguir apostando por la vida”
- Por Yanela Ruiz González
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Dr.C Iosvany Hernández, vicerrector de la Universidad de Holguín. Fotos: Cortesía del entrevistado
“Hablar de la experiencia en la Universidad de Holguín en el enfrentamiento a la COVID-19 y la lucha por la vida es un tema que consterna por estos días en que hemos estado con la muerte alrededor y perdido a tres profesores y personas queridas”, confiesa el Dr.C Iosvany Hernández, vicerrector de la casa de altos estudios, que desde hace más de un año convirtió sus residencias estudiantiles en centros de aislamientos y, más recientemente, en hospitales de campaña.
A través de deja escuchar, mediante audios, un tono pausado y reflexivo, una voz que delata el alma sobrecogida y sensible, no solo por la pérdida de sus valiosos compañeros, gente muy querida en la comunidad universitaria, sino por la misma cotidianidad abrumadora que se vive en el hospital de campaña radicado en la sede José de la Luz y Caballero de la UHo, donde “diario llegan personas muy necesitadas de atención médica, con padecimientos de enfermedades crónicas y un cuadro clínico y sintomatología de la COVID-19 que asusta a todos los que estamos lidiando diariamente con esta tarea”, dice.
Y no es para menos. Hace poco más de un año, cuando se dispuso la sede Celia Sánchez Manduley como el primer centro de aislamiento para viajeros que arribaban a la provincia, y tuvieron que poner manos, cuerpo y mente en hacer funcionar a la institución en su nuevo encargo, lo que implicó limpiar baños, alistar dormitorios y adecuar todo para recibir a estas personas procedentes de lugares de contagio muy elevado, ni ellos mismos (miembros del consejo de dirección y del Comité del Partido de la UHo, liderados por la rectora Isabel Cristina Torres y Anabel Naranjo paz, respectivamente) eran conscientes de lo que tenían que hacer, el panorama era diferente.
Pero el contagio se fue multiplicando y de pronto otras dos sedes (José de la Luz y Caballero y Manuel Fajardo) se convirtieron en centros de aislamientos, y desde hace más de un mes en hospitales de campaña para casos confirmados de diferentes categorías, más riesgo, menos riesgo…pero riesgo al fin.
“Las 24 horas parecen 48”, asegura el vicerrector, pues son jornadas muy tensas, de no poder sentarse y de agotamiento físico entre tanto ajetreo que requiere del concurso de profesores, estudiantes, trabajadores de servicio, médicos, enfermeras, laboratoristas, técnicos, especialistas, jardineros, cocineras, pantristas, custodios, choferes y personal de lavandería. Todos hacen el esfuerzo por ser optimistas y seguir enfrentando esta enfermedad a expensas de contagios, y de dejar a la familia atrás para contribuir con minimizar el impacto de la nueva ola de la pandemia, que se esparce entre los holguineros a ritmo preocupante y con un alto índice de letalidad.
“Yo hubiera querido escoger no tener que vivir esta experiencia. También he sentido miedo, pero por encima está el cumplimiento del deber, de lo que me toca como cubano, como revolucionario a ultranza, como amante fiel de nuestro modelo social socialista”, afirma.
No ha sido fácil, no lo es menos ahora cuando ya suman 16 meses de batalla por la vida, de llegar muy temprano en la mañana para participar en el proceso de entrega de guardia, definir en ese momento elementos tan sensibles y minúsculos a los ojos de algunos, pero que pasan por el duro tema de lidiar con carencias provocadas por el bloqueo que impide tener materia prima en el país y generar más insumos, más medicamentos, más guantes, más de todo, como Iosvany reconoce.
Y entonces toca apelar a “la creatividad, flexibilidad, solidaridad y el humanismo y estar siempre prestos para dar las manos y ayudar, colaborar, buscar nuevas alternativas, nuevas formas”, reflexiona.
Son muchos los detalles a tener en cuenta desde que inicia la jornada con el recorrido por los edificios de la residencia estudiantil convertidos en hospital, para buscar la actualización de los datos, las cifras de pacientes, los oncológicos, diabéticos, con úlcera y otras enfermedades crónicas que requieren una atención alimenticia diferente.
“Una dieta que, arreglados a pobres, hacemos un sacrificio increíble para que no falte, y por ello velan las instancias partidistas y gubernamentales en el territorio, para que en nuestros centros haya un mínimo de alimentación básica que satisfaga las necesidades de todos los pacientes y de los que trabajamos en un lugar como este. Es una tarea bien compleja, en la cual nos debatimos todos los días”, apunta y alarga el “tooodoss” como para remarcar que no hay descanso, y que la dura pelea para ganar vidas impone sacrificios no siempre valorados.
A veces no es suficiente la buena voluntad de quienes han puesto sus vidas en riesgo para salvar la de otros, de quienes cambiaron tizas, borradores y computadoras por un trapeador, una colcha, una bandeja, un caso para servir el alimento, un par de guantes para manipular los desechos en los baños y descargar las tazas sanitarias, limpiar pasillos y escaleras y de quienes tienen las manos prestas para cargar un paciente que no puede bajar las escaleras y las palabras exactas para poder transmitir una respuesta que lleve paz, alegría y optimismo aun cuando tengan el corazón deshecho.
“Siempre hay quienes se detienen en las manchas, no hay obra perfecta, y más cuando somos seres humanos quiénes la estamos edificando. Nuestra formación integral nos hace entender la necesidad de asumir esta responsabilidad, para la que nos hemos preparado sobre la marcha. La Universidad se concibió para que fuera un centro formador de estudiantes universitarios, no un hospital. Sin embargo, hemos tenido que acondicionar nuestras residencias estudiantiles en función de poder ofrecer un mínimo de confort y calidad de vida a los pacientes y hacerles menos insoportable el tránsito por la enfermedad”, refiere.
Iosvany no se permite flaquear más allá de unas lágrimas por el dolor de las partidas inesperadas, la confirmación de compañeros enfermos en el cumplimiento de las labores de enfrentamiento a la pandemia y el reflejo que vive a diario en el hospital de campaña de la compleja situación que atraviesa Holguín. Su máxima es “no amilanarse, seguir haciendo todo cuanto pueda para, mano a mano con los trabajadores de la Salud, seguir apostando por la vida, algo que engrandece al sistema social cubano. Y me atrevo a asegurar que este es el sentir de toda la comunidad universitaria”.