Osorio, el holguinero que “escribió” la epopeya de Cuito Cuanavale

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Combatiente Ososrio ATH 1 Fotos: Alexis del Toro
 
Dice que las fuertes descargas eléctricas le provocan el instinto de tenderse, aunque a sus 72 años de edad la destreza ya no es la misma de hace poco más de cuatro décadas, cuando junto a otros miles de cubanos comenzó a escribir una de las páginas más importantes de su vida y de la nación.

Le asisten razones para contar su sentir con sano orgullo de patriota comprometido, de hombre fiel a sus principios y a la rectitud de sus ideas. No fue de los más jóvenes en partir hacia otro continente, tierra muy diferente a la suya, que ya había sufrido los rigores de la lucha de liberación muchos años atrás y construía el camino del socialismo.

Sin embargo, puso a toda prueba su capacidad de combatiente, el arsenal de conocimientos y aguda observación conquistados a fuerza de mucho interés en cada una de las rigurosas maniobras de preparación para la defensa que se ejecutan en el Archipiélago y ese sentido de solidaridad que caracteriza al pueblo cubano.

Ángel González Osorio es una persona modesta, sencilla y sobre todo, de admirable intrepidez. De esas cualidades habla su historia personal relacionada con la Operación Carlota, en la que aportó “su granito de arena”.

“En ese entonces era Capitán de las Fuerzas Armadas. Y aunque mi formación no es académica, siempre mostré destreza en los ejercicios prácticos. Eso me sirvió luego en la preparación de tres mil hombres que partieron en noviembre de 1975 para Angola y en mi propia misión allí un poco más tarde”, dice.

Apasionado por las tareas de la defensa, no vaciló ante la posibilidad de probarse en lides más complejas, aun cuando la guerra tiene la cara fea y nunca se sabe si habrá regreso. Osorio lleva impresa en su mente la geografía de aquella hermana tierra africana y los relatos de lo vivido allí en dos etapas de misión internacionalista, que laten ávidas en su memoria.

“En el ‘82 parto para tierra angolana. La Unión Nacional para la Independencia total de Angola (Unita) hostigaba varias unidades militares en Cuito Vie, Menongue y Guambo”, comenta Osorio.

La familia no supo de su salida hasta el momento en que se hizo efectiva. La madre, mujer de estirpe guerrillera y su padre luchador de la clandestinidad, heredaron estas cualidades por partida doble al hijo. Nada sorprendería a los progenitores al conocer de su partida y entendieron perfectamente su decisión.

“En octubre de ese mismo año en Cacuaco cumplo la función de primer oficial de exploración de tropas. Cuando llevaba dos meses allí me había curtido tanto, que muchos pensaron que llevaba mucho más tiempo. No hubo día o noche que no cumpliera con mi labor”, significa.
 
Combatiente Ososrio ATH 2

De su primera etapa recuerda las disímiles tareas que cumplió como explorador, en caravanas para transportar logística y la preparación de las tropas. Habla de las épicas acciones para pasar por estrechos puentes de madera, de los peligros a los que estuvo expuesto y de la perspicacia para accionar ante cualquier situación.

“En dos años realicé varias operaciones. Una fundamental fue el traslado de150 cubanos e igual número de angolanos, para la zona de Bimbe. En el trayecto nos encontramos con un campamento de la Unita, donde permanecían 600 hombres. Pedí permiso para arremeter contra ellos, pero la jefatura no cedió. Ciertamente mi misión era otra. Y ante todo se imponía la disciplina y el respeto a las órdenes. En la guerra cualquier desliz o desobediencia puede costar caro”, subraya.

“La caravana era otra de las tareas poco fáciles. Además del riesgo, se pasaba mucho trabajo. Y yo siempre estaba pendiente de lo más mínimo. Recuerdo la ocasión en que llevamos rastras con combustibles para Luena. En el trayecto nos encontramos con una negra, que tenía la misión de sabotearnos. Estaba amenazada por las fuerzas de la Unita, si no lograba impedir nuestro traslado le matarían a sus hijos. Cosas como esas se vivieron en esta etapa”, prosigue.

No faltaron las historias de supervivencia, en la que era clave la adaptación a las circunstancias y al terreno. Las complejidades de una lucha en la que constantemente eran objeto de hostigamiento hicieron que en varias ocasiones perdieran parte de los alimentos.

“Comíamos lo que aparecía. Muchas veces producto a los ataques los alimentos se desparramaban en la tierra, medio arenosa, y así mismo lo tomábamos y consumíamos. Donde yo permanecí siempre teníamos postas de guardia para protegernos”, alude.

Hubo una pausa de tres años entre una misión y otra. En el ’87 Osorio retorna a Angola, como parte del refuerzo que Cuba envía para apoyar a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (Fapla) e impedir a toda costa el avance de los enemigos. No se podía perder lo logrado hasta este momento en la tierra de Agostinho Neto.

“Ahí llegó mi oportunidad de formar parte activa en esta epopeya. El ambiente estaba caldeado en la zona de Cuito Cuanavale. Ambas fuerzas se disputaban a Mavinga, lo que tensó nuevamente la situación, en la que intervinieron los sudafricanos.

“El 26 de diciembre salimos rumbo a la zona de operaciones. Más de 20 kilómetros desde el poblado hasta el este de Cuito, donde estaba ubicado el Frente de la Fapla. Tuvimos que pasar por el puente del rio Cuito Cuanavale.

“En el Frente habían tres brigadas de infantería ligera (BIL). Yo me quedé en la 25. Allí permanecimos un grupo de 32 cubanos como asesores de estas tropas. Pusimos todo el empeño para reforzar su preparación militar y elevar la moral combativa.

“Las fuerzas racistas no dejaban de hostigar. Vivimos allí un bombardeo que fue nuestro bautismo de fuego. El día 13 de febrero es atacada y destruida la 21 BIL, a la que le llevaron parte de la técnica. A su retirada, por un área cercana a la 59 Bil, le lanzamos cohetes desde nuestra posición. No podíamos dejarlos ir impunes. Desde entonces fuimos una espina en su garganta”, relata.

Sucedieron otros enfrentamientos que pusieron en ventaja a los sudafricanos, con intenciones de aniquilar nuestra brigada se lanzaron primero contra la 59. Pero la astucia en nuestra táctica les causó grandes sorpresas y no pudieron lograr sus objetivos.

“El 23 de marzo de 1988 a las tres de la mañana sentimos el ruido de tanques del enemigo. Volvieron a la carga. Esta vez el ataque duró ocho horas y 40 minutos. Nuevamente el terreno minado menguó su fuerza. Fue el último combate, el que dio paso al inicio del fin del Apartheid. Los sudafricanos se llevaron el revés y comenzaron a retirar sus tropas”, indica.

Muchas anécdotas quedan por contar a este holguinero de sobrados “pantalones”, las que quizá vayan a parar a un libro. Mientras tanto, guarda con sumo orgullo las condecoraciones ganadas, y valor de sobreponerse a una rótula afectada por la explosión de una mina antitanque, que le hacen recordar cuanto arrojo puso en juego para honrar a la negra Carlota, que dio nombre a esta misión.
 
Yanela Ruiz González
Author: Yanela Ruiz González
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Lic. en Estudios Socioculturales, periodista de la Casa editora ¡Ahora! Especializada en temas de Educación y Educación Superior Fan de las redes sociales

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Comentarios  

# ada flora oliva 07-11-2020 06:24
si yo me encontraba en lubango la pasamos negra como narra el companero netidos 18 dias en las trincheras a veces esperando que llegara la comida ya no podia mas de comer sardinas cuba y angola han escrito la veradera historia de coraje e internacionalismo que haya visto la historia era enfermera en lubango y cabinda cuanto dolor cuantas lagrimas derramadas por los companeros caidos gracias a nuestro comandante que desde su trinchera firme y cuidando lo mas valioso para el su pueblo su gente dirijio toda la operacion diciendo paso a paso lo que las tropas cubanas debian hacer por eso decimos canto y canto de mi tierra canto y llanto de mi tierra y entre canto y llanto nuestra primera victoria
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# Rosana Rivero 09-11-2020 14:56
Osorio, mi vecino de los años. Gracias, Yanela, por hacer esta entrevista que le debía. Me resta editarle el libro que escribe. En el barrio le decimos morivivi. Tiene más vidas que un gato jijiji
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