Solo con los años

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ancianos 1Fotos: Cubadebate y ACN
 
El tiempo quizá sea el enemigo más implacable al que se enfrenta el ser humano. La existencia del hombre es corta, y muchas veces mal aprovechada. Atravesamos una etapa de juventud,en todo su verdor de inmadurez, seguido una adultez bajo el calor de las responsabilidades, y, para terminar, el periodo otoñal de la vida, la vejez con la paz de la cosecha de lo que sembramos.
 
Es en este otoño, cuando las arrugas y las canas llegan para quedarse, y los años caen sobre la espalda como temporal que remueve cada hueso, sólo ahí miramos el camino recorrido. A veces los pasos son leves y no dejan huellas, en otras ocasiones el sendero que creamos guía a quienes nos siguen.

Cuando nacemos no tenemos un manual de cómo vivir, aprendemos sobre la marcha, y sólo cuando llegamos a la vejez tenemos la sabiduría necesaria. Se dice que para cumplir la obra de la vida se debe sembrar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro, pero en realidad estas no son normas para sentirse satisfecho con lo vivido.

Según el filósofo y matemático griego Pitágoras: “Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”. Entonces puede un humilde obrero comprometido con su familia y el bienestar de quienes le rodean tener un envejecimiento más feliz que alguien exitoso si este solo sembró soledad.

Hay un viejo “spot” de la televisión cubana, que ha quedado guardado en el recuerdo de muchos que veíamos el espacio del Canal Educativo “Para la vida”, y del cual se desprende la expresión “morirás solo como el viejo Andrés” especialmente dedicado a aquellas personas que han mal encaminado su juventud y solo se preocupan por ellos mismos.

Esto también rememora el cuento alemán recogido por los hermanos Grimm “El plato de madera”. La historia del abuelo que derramaba la sopa y rompía los platos por el temblor de sus manos, por lo cual su hijo le había hecho un bol de madera para que el anciano comiera en la cocina. El niño al ver el trato que recibía su abuelo, tallaba la madera, y su padre le preguntó qué hacía, respondió que preparaba un bol para cuando él se hiciera viejo.

Si las semillas están podridas no esperes una buena cosecha. Recibirás lo que en tus años diste. Nuestro Apóstol José Martí en la Edad de Oro expresa: “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste”.

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