Hombre hecho historia
- Por Ania Fernández Torres
- Hits: 4386

Se dice que es de arcilla el hombre y está formado de imágenes, que delinean luego su personalidad. En mi caso fue un cuadro azul inmenso del fusilamiento de los estudiantes de medicina, en la pared del Instituto de Segunda Enseñanza de Guantánamo. Sentí odio por Gonzalo de Castañón, y mis primeras simpatías revolucionarias fueron por esos estudiantes”, rememora.
Hay en este testimonio argumentos suficientes para llenar decenas de cuartillas, fue difícil esbozar solo algunos, y darle rienda suelta a la memoria y la creatividad de este hombre que el 23 de abril pasado cumplió 83 años, ya escribió libros, sembró árboles y tiene cuatro hijos, siete nietos y tres bisnietos.
Foto: cortesía del entrevistado.
“Tenía 16 años y estaba lleno de inquietudes políticas.Una mañana nos sorprendió la noticia del asalto al cuartel Moncada, comencé a admirar aquella gente y pensé que no era tiempo de cruzarse de brazos. Mi hermano y yo teníamos un rumbo. Fidel lo señalaba y solo había que prepararse y seguirlo.
Foto: cortesía del entrevistado.
Al finalizar la insurrección ocupó diferentes cargos, entre ellos, Jefe de la Policía de la Provincia de Oriente, Jefe G-2, de Escuadrones de la Policía Rural, del Primer Distrito Militar de Oriente (Santiago de Cuba), Jefe de División, entre otros cargos, en el Ejército Oriental.
Para hablar de la Lucha contra Bandidos busca en su archivo documental fragmentos de la despedida del duelo del joven alfabetizador Manuel Ascunce Doménech, asesinado y torturado por los bandidos, junto al campesino Pedro Lantigua Ortega, el 26 de noviembre 1961 en la finca Palmario, en Trinidad.
Foto: cortesía del entrevistado
“Todo comenzó en la caverna de Santo Tomas, en la Sierra de los Órganos, cuando el campesino Leandro Malagón le cuenta a Fidel las tropelías que cometía en la zona el cabo Lara y sus secuaces y Fidel les propuso como misión la captura de este asesino, que después de un intenso tiroteo tuvo que rendirse ante el nuevo ejército surgido de nuestros campos.
“Dice el enemigo que se crearon unidades antiguerrilleras élite dentro del ejército llamadas batallones de lucha contra bandidos (LCB). Esta gente no conoce nada de la creación de las compañías serranas ¿qué unidades élites pueden ser 100 campesinos con solo una preparación militar de un mes? Ahora sí, se trataba de hombres que luchaban por sus convicciones, por no volver al pasado y por su percepción del futuro. Más de 12 mil orientales participamos en la limpia del occidente y más de 50 ofrendaron allí su vida.
“En su mayoría eran jóvenes, blancos, negros, mestizos, chinos, españoles, todas las razas del archipiélago estaban allí y con variadas creencias religiosas. Gente adaptada a la vida dura, con un sentido de la orientación natural, excelentes caminadores, con una resistencia a toda prueba y ninguna dificultad, por grande que fuera, los detenía.
Foto: cortesía del entrevistado.
“Cuando matan a Ascunce nos solicitan ayuda, formamos los ocho batallones, tomamos el tren holguineros y tuneros, que conformaban la División Serrana número uno en operaciones en el occidente, llegamos a un pueblecito de El Escambray, establecimos el puesto de mando en el Salto del Hanabanilla, pero también operamos en Matanzas y Camagüey.
“Era jefe de Batallón, estuvimos allí nueve meses, en combate contra connotados bandidos de 17 bandas, a algunos de los cuales el enemigo había tratado de crearle ciertas leyendas como a Amancio Mosqueda, el Cagüeiro, que decían se convertía en caguayo o en piedra, en la manipulación de la ignorancia de los campesinos.
“En la Sierra Maestra la operación más importante que yo dirigí fue contra la banda de Alfredo Benítez Pompa, alias Mamacuza, que había sido casquito y se junta con Ventura Samé, un guardia rural, para robar y matar, incluso asesinan a bayonetazos al administrador de una tienda. A Mamacuza lo apresamos herido, lo curamos y lo sometimos a juicio popular, que lo sentenció al fusilamiento.
“Para atrapar a Ventura, tuvimos que desplegar acciones como en una película, yo iba en helicóptero a baja altura, orienté a un sangermanense Joaquín Silva entrar con los camiones de la construcción, en esa operación también estaba Fello González, un hombre valiente e increíble que fue después delegado de la Agricultura aquí en Holguín.
El hombre que habla frente a mí conserva la mirada jovial y la picardía de los 23 años, cuando bajó de la Sierra Maestra con los grados de capitán, o de aquellos días en que el comandante Quevedo, director de los cursos de Oficiales de Matanzas, lo seleccionó dentro del grupo de representantes de los alumnos, a los cuales jocosamente ellos mismos llamaban “representantes de obreros ante organismos patronales” mientras, en voz baja a la oficina del Jefe le decían: “El Pentágono”, a la que, por supuesto, nadie quería ser llamado.
De aquellos días recuerda el clima frío, las postas, la lucha por no dormirse, los apodos que se decían, su alegría y la de sus compañeros:Bordón, Camacho, el sacerdote Sardiñas, el flaco Tomassevich, Rigo Rivero, Caballo Loco, el negro Neftalí Mancebo, Manolo y Tiburón, entre otros, porque después de la guerra volvían a ser chicos de 20 y tantos años.
“Siempre recuerdo cuando en Santiago de Cuba el 2 de diciembre del 1959, Raúl me preguntó: y ahora ¿qué piensas hacer? le respondí: pues irme a trabajar con el viejo en el Taller. Levantó la vista y me miró fijamente y soltó, a raja tabla: esto empieza ahora. Yo nunca había soñado ser militar, de hecho, no me gustaban los uniformes, pero así, casi sin darme cuenta, llegó una misión tras otra y estuve 37 años al servicio de las FAR”, afirma el Coronel.
Fue combatiente internacionalista contra la agresión Somalí a Etiopia.Fundador del Partido Comunista de Cuba y posee numerosas condecoraciones. Vive desde hace 56 años junto a su esposa Ana Quesada, hija de Vicente Quesada, mártir de la Revolución, ingeniera y científica muy respetada y querida en nuestra provincia.
No me lo dijo, pero yo lo sé, o lo imagino mientras habla, justo como El Gallo, ese personaje lleno de matices, interpretado por Fernando Echevarría, en la gustada serie recién culminada Lucha contra Bandidos. Me marcho, de aquel hogar lleno de amor, con un corazón reconfortado mientras pondero como hombres humildes se trasformaron en jefes capaces, como oficiales guerrilleros se convirtieron en militares profesionales, con ese elevado código de fidelidad.
Hombres hechos de historia, como Alfredo Ballester, que solo desea un epílogo simple: “Formé parte de un grupo de muchachos barbudos y de melena larga, que bajó de las lomas con unos deseos tremendos de mandar al carajo todo lo habían vivido, aquella sociedad, las diferencias sociales, por color de la piel, de género, la cantidad de dinero y hacerlo todo distinto, nuevo.
“Soy parte de muchos otros, teníamos proyectos y aspiraciones patrióticas nobles e instituíamos algo mejor para nuestro pueblo.
Teníamos claro el sentido de nuestra vida: la Revolución , el paso del tiempo no mata el patriotismo, cuando se lleva a Cuba por dentro”.
Un largo viaje ha hecho Alfredo Ballester Parra desde el taller “Enrollados Ballester”, propiedad de su padre, donde enrollaba dinamos con el pago simbólico de 40 centavos, cada sábado, hasta hoy que, retirado con los grados de Coronel, en medio del jardín de su casa, le cuenta a ¡ahora! digital con especial modestia la historia de una vida dedicada a la Revolución.
Hay en este testimonio argumentos suficientes para llenar decenas de cuartillas, fue difícil esbozar solo algunos, y darle rienda suelta a la memoria y la creatividad de este hombre que el 23 de abril pasado cumplió 83 años, ya escribió libros, sembró árboles y tiene cuatro hijos, siete nietos y tres bisnietos.

Con ojos asombrados vio la película Casablanca, a Elvis Presley, el Trío Matamoros, el naufragio del circo Razzores, leyó a José Martí y a García Lorca y también contempló la pobreza de su gente y el comportamiento salvaje de los militares que, durante el franco, procedentes de la Base Naval, se iban a Guantánamo.
“Tenía 16 años y estaba lleno de inquietudes políticas.Una mañana nos sorprendió la noticia del asalto al cuartel Moncada, comencé a admirar aquella gente y pensé que no era tiempo de cruzarse de brazos. Mi hermano y yo teníamos un rumbo. Fidel lo señalaba y solo había que prepararse y seguirlo.

“En aquel tiempo ser jóvenes, prácticamente, era un delito, ya estaba ‘quemado’ de la lucha clandestina y me alcé bajo las órdenes de Toto Lara, cuando se abría el Segundo Frente, participé en el Combate de Cupeyal, fui Jefe de la Policía del Segundo Frente, trabajé en propaganda con el periódico Surco y en el embrión de comandancia en Aguacate, Naranjo Agrio y otros sitios.Te confieso que, en el fragor de la batalla, cuando dijeron ‘Batista se fue’ comencé a llorar como un niño, menos mal que estaba solo”, comenta.
Al finalizar la insurrección ocupó diferentes cargos, entre ellos, Jefe de la Policía de la Provincia de Oriente, Jefe G-2, de Escuadrones de la Policía Rural, del Primer Distrito Militar de Oriente (Santiago de Cuba), Jefe de División, entre otros cargos, en el Ejército Oriental.
Para hablar de la Lucha contra Bandidos busca en su archivo documental fragmentos de la despedida del duelo del joven alfabetizador Manuel Ascunce Doménech, asesinado y torturado por los bandidos, junto al campesino Pedro Lantigua Ortega, el 26 de noviembre 1961 en la finca Palmario, en Trinidad.

“El certificado de defunción decía:Catorce heridas punzantes en el abdomen realizadas en vida; una de esas heridas profunda y penetrante, contusión y signos de torturas en sus órganos genitales, contusión, con gran hematoma y derrame sinovial en la región rotuliana izquierda, o sea, en la rodilla; signos de arrastre en regiones escapulares y glúteas, desgarraduras de la piel y surco profundo en el cuello que demuestra la muerte por ahorcamiento. A bestias capaces de hacer algo como esto nos enfrentamos, nunca fueron un enemigo respetable.
“Todo comenzó en la caverna de Santo Tomas, en la Sierra de los Órganos, cuando el campesino Leandro Malagón le cuenta a Fidel las tropelías que cometía en la zona el cabo Lara y sus secuaces y Fidel les propuso como misión la captura de este asesino, que después de un intenso tiroteo tuvo que rendirse ante el nuevo ejército surgido de nuestros campos.
“Dice el enemigo que se crearon unidades antiguerrilleras élite dentro del ejército llamadas batallones de lucha contra bandidos (LCB). Esta gente no conoce nada de la creación de las compañías serranas ¿qué unidades élites pueden ser 100 campesinos con solo una preparación militar de un mes? Ahora sí, se trataba de hombres que luchaban por sus convicciones, por no volver al pasado y por su percepción del futuro. Más de 12 mil orientales participamos en la limpia del occidente y más de 50 ofrendaron allí su vida.
“En su mayoría eran jóvenes, blancos, negros, mestizos, chinos, españoles, todas las razas del archipiélago estaban allí y con variadas creencias religiosas. Gente adaptada a la vida dura, con un sentido de la orientación natural, excelentes caminadores, con una resistencia a toda prueba y ninguna dificultad, por grande que fuera, los detenía.

“El resultado fue una unidad de infantería ligera, muy especial, con una movilidad tremenda y un poder de fuego respetable, una altísima moral combativa, que determinaba su disposición sicológica de luchar y soportar las pruebas de la guerra.
“Cuando matan a Ascunce nos solicitan ayuda, formamos los ocho batallones, tomamos el tren holguineros y tuneros, que conformaban la División Serrana número uno en operaciones en el occidente, llegamos a un pueblecito de El Escambray, establecimos el puesto de mando en el Salto del Hanabanilla, pero también operamos en Matanzas y Camagüey.
“Era jefe de Batallón, estuvimos allí nueve meses, en combate contra connotados bandidos de 17 bandas, a algunos de los cuales el enemigo había tratado de crearle ciertas leyendas como a Amancio Mosqueda, el Cagüeiro, que decían se convertía en caguayo o en piedra, en la manipulación de la ignorancia de los campesinos.
“En la Sierra Maestra la operación más importante que yo dirigí fue contra la banda de Alfredo Benítez Pompa, alias Mamacuza, que había sido casquito y se junta con Ventura Samé, un guardia rural, para robar y matar, incluso asesinan a bayonetazos al administrador de una tienda. A Mamacuza lo apresamos herido, lo curamos y lo sometimos a juicio popular, que lo sentenció al fusilamiento.
“Para atrapar a Ventura, tuvimos que desplegar acciones como en una película, yo iba en helicóptero a baja altura, orienté a un sangermanense Joaquín Silva entrar con los camiones de la construcción, en esa operación también estaba Fello González, un hombre valiente e increíble que fue después delegado de la Agricultura aquí en Holguín.
Estrechamos el cerco, el terreno era pantanoso, viramos el monte al revés, en esa cruzada apresamos, además, a una mujer de Camagüey, que fue sancionada pues aquí nunca se fusiló una mujer”.
El hombre que habla frente a mí conserva la mirada jovial y la picardía de los 23 años, cuando bajó de la Sierra Maestra con los grados de capitán, o de aquellos días en que el comandante Quevedo, director de los cursos de Oficiales de Matanzas, lo seleccionó dentro del grupo de representantes de los alumnos, a los cuales jocosamente ellos mismos llamaban “representantes de obreros ante organismos patronales” mientras, en voz baja a la oficina del Jefe le decían: “El Pentágono”, a la que, por supuesto, nadie quería ser llamado.
De aquellos días recuerda el clima frío, las postas, la lucha por no dormirse, los apodos que se decían, su alegría y la de sus compañeros:Bordón, Camacho, el sacerdote Sardiñas, el flaco Tomassevich, Rigo Rivero, Caballo Loco, el negro Neftalí Mancebo, Manolo y Tiburón, entre otros, porque después de la guerra volvían a ser chicos de 20 y tantos años.
“Siempre recuerdo cuando en Santiago de Cuba el 2 de diciembre del 1959, Raúl me preguntó: y ahora ¿qué piensas hacer? le respondí: pues irme a trabajar con el viejo en el Taller. Levantó la vista y me miró fijamente y soltó, a raja tabla: esto empieza ahora. Yo nunca había soñado ser militar, de hecho, no me gustaban los uniformes, pero así, casi sin darme cuenta, llegó una misión tras otra y estuve 37 años al servicio de las FAR”, afirma el Coronel.
Fue combatiente internacionalista contra la agresión Somalí a Etiopia.Fundador del Partido Comunista de Cuba y posee numerosas condecoraciones. Vive desde hace 56 años junto a su esposa Ana Quesada, hija de Vicente Quesada, mártir de la Revolución, ingeniera y científica muy respetada y querida en nuestra provincia.
No me lo dijo, pero yo lo sé, o lo imagino mientras habla, justo como El Gallo, ese personaje lleno de matices, interpretado por Fernando Echevarría, en la gustada serie recién culminada Lucha contra Bandidos. Me marcho, de aquel hogar lleno de amor, con un corazón reconfortado mientras pondero como hombres humildes se trasformaron en jefes capaces, como oficiales guerrilleros se convirtieron en militares profesionales, con ese elevado código de fidelidad.
Hombres hechos de historia, como Alfredo Ballester, que solo desea un epílogo simple: “Formé parte de un grupo de muchachos barbudos y de melena larga, que bajó de las lomas con unos deseos tremendos de mandar al carajo todo lo habían vivido, aquella sociedad, las diferencias sociales, por color de la piel, de género, la cantidad de dinero y hacerlo todo distinto, nuevo.
“Soy parte de muchos otros, teníamos proyectos y aspiraciones patrióticas nobles e instituíamos algo mejor para nuestro pueblo.
Teníamos claro el sentido de nuestra vida: la Revolución , el paso del tiempo no mata el patriotismo, cuando se lleva a Cuba por dentro”.
Comentarios