Páginas para una máquina de recuerdos
- Por Liset Prego Díaz
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El Premio Celestino de Cuentos tiene en Holguín, desde hace 20 años, el encargo fecundo y ambicioso de mostrar a jóvenes narradores, que en Cuba cuentan su edad.
Son naturalmente diversos, deudores de su tiempo, pero se hayan irremediablemente signados por el reto, inasible acaso, de emular con Reynaldo Arenas.
Porque la gente no sabe nada del mundo, en cada libro ganador tratan los autores de explicarlo o de construir un mundo , más verosímil, que probable.
La camagüeyana Evelyn Queipo se empecinó en narrar su mundo interior, en revelarlo y revelarse junto a su particular porción del universo en 15 cuentos, que se encienden en ediciones La Luz y fueron presentados en la 29 Feria Internacional del Libro de La Habana, sugieren estas interrogantes:
¿Puede un libro ser un artefacto mágico?. ¿Caben entre sus páginas los artilugios para conducirnos a universos paralelos, a ensoñaciones, a la desmemoria propia?.
Evelin Queipo llevó a La Luz "La máquina de recuerdos" para guiarnos por remembranzas, oscuras trampas mentales, que fabrican recuerdos que no han acontecido, vivencias falsas, porque tal vez de eso se alimentan los narradores.

Como si una manivela devolviera a la retina un deja vu, el ayer condensando en hologramas, tal vez a la niña que fuiste, el día terrible en que aprendiste de pérdidas o el holocausto.
Así se nos presenta esta autora, que a veces vuelve al arte de escribir sobre el que escribe; a veces visita pictóricas, ficciones, narra pinceladas de desesperación, hace audible el grito de Munch.
Otras tantas cuenta sobre el temor, la pérdida, la senectud como un camino sin regreso. Lo hace lo mismo en un aleteo brevísimo de bandada en huida, logrando una anécdota eficaz con pocas líneas, que en un texto de largo aliento, pero siempre entrega historias francas sin complicadas estratagemas ni afectados melindres.
Y aquí está el libro al que favoreció la mano experta del editor Adalberto Santos, con diseño del polifacético Frank Alejandro Cuesta y la atinada fotografía de cubierta de Dagoberto Driggs.
Solo resta agradecer al jurado del Celestino 2017, responsable de hacer funcionar el místico aparato que proyecta los recuerdos de Evelin Queipo para convertirlos en propiedad colectiva, y dotarnos, tras la lectura, de nuestra propia máquina de recuerdos.