Se estrena en Gibara filme cubano Inocencia
- Por Jorge Suñol Robles
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Si enfocáramos a Inocencia, el más reciente filme cubano del realizador Alejandro Gil, desde un ángulo periodístico, diríamos que es una crónica desgarradora, necesaria, acertada por sus matices y enfoque histórico.
Pero la película, producida por el Instituto Cubano de radio y Televisión (ICRT), no solo te saca lágrimas en alguna que otra escena, también te hace reflexionar, comprender en su totalidad el hecho que la inspira, en el que a veces, cuando estudiamos la historia de la Isla, lodejamos en una fría cronología de guerra.
Por eso, fuimos hasta el Cine Jibá. Viajamos a Gibara, que en cuestiones de cine se ha vuelto una “experta” y disfrutamos de este largometraje cubano, en su premier en la provincia de Holguín.
Allí, en estos 120 minutos, se asume la sangre, los cuerpos, las cartas de despedida, las injustas condenas, las confesiones, se canta, como símbolo, a La Bayamesa. Y uno lo siente, uno lo cree.Hay penumbra, una Isla sumida en la opresión de España, hay mucha injusticia. Allí, se cuenta, como nunca antes, el Fusilamiento de los ochos estudiantes de medicina, el 27 de noviembre de 1871. Y se cuenta con emoción, con crudeza.
Más allá de los valores estéticos que pueda tener la película desde el punto de vista del montaje, el guion, la fotografía, la dirección de arte, y la fuerza de sus actores, lo que más resalta, a los ojos de un sencillo espectador, es su manera de ilustrar el acontecimiento, que al decir de su propio director, nació de la necesidad de redimensionar el carácter simbólico de la fecha.
Inocencia, también, tiene el mérito de dialogar con un público de todas las edades. Ha tenido muchísima aceptación entre los espectadores. El Premio del Público y del Jurado, en la 40 edición del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, en diciembre pasado, avalan este trabajo audaz y conmovedor de Gil.
De los actores protagonistas, es plausible el compromiso, la seguridad, el desgarre por darle rostro a los estudiantes.
Algunos, por mucho tiempo, lo llamarán como el nombre del personaje interpretado. Y eso sucede, cuando el actor ha penetrado fuerte en su papel, ha convencido, se ha entregado. Unos más destacables que otros, unos más reales, unos más intensos. La mayoría, en su debut en el cine, y con un buen arranque.
Un proyecto que llevó alrededor de 20 años de investigación y conformado por más de 70 actores, se ve materializado hoy en Inocencia, que nos traslada a 1871 de una manera cuidadosa, por lo efectivo de las locaciones y los ambientes, que vienen y van, 16 años después, cuando Fermín Valdés Domínguez (Yasmany Guerrero), amigo y compañero de celda de las víctimas, lucha por demotrar la inocencia de esos, que jamás profanaron la tumba y fueron fusilados por un absurdo.
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