Maggie y el multiverso onírico
- Por Yeema Martínez Yee / Estudiante de Periodismo
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Autora tímida, pero con una vasta obra plástica, Magalys Reyes Peña evoca en cada pintura el valor de la mujer en la sociedad cubana, a partir de los sueños y su interpretación de la realidad.
La criatura de Isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva. Magalys Reyes Peña parece un hada de la Isla de Nunca Jamás; pequeña y de facciones suaves, de mirada condescendiente y mágica sonrisa.
Eleva su cabeza hacia el lugar de las ideas, recorre con la vista las paredes cargadas de sueños y alucinaciones. Cuidando la postura, acomoda sus manos nerviosamente. Maggie, como también la llaman, habla de sus obras como el resultado de un proceso de sobrecogimiento y descubrimiento interno:
“Lo principal ha sido que mi obra está muy ligada a mí, es encontrarme a mí misma, a mi familia, a mi ser como mujer, como cubana. Soy una artista que ha experimentado mucho, desde la pintura que fue la especialidad por la que me gradué, hasta el libro de artistas, el arte postal y el grabado”.
Si es flor no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube… ¿Por qué autorretrato?
“Me impresioné mucho estando en el Instituto Superior de Arte (ISA) cuando conocí la obra de Frida Kahlo, de Remedios Varo, de Leonora Carrington que fueron artistas que pintaron mujeres. A partir de esa inspiración ubiqué el discurso de mis pinturas desde el propio territorio como mujer cubana, lo que quería decir, a veces mi interrelación con la Historia del Arte y lo cotidiano. Tiempo después, cuando tuve mis hijos hice referencia a la maternidad. Pero no puedo dejar de mencionar la condición de mujer, es una época en que precisamente el cuerpo de esta es utilizado como publicidad, cosificándola, y por lo tanto mi obra es la contraposición de esta imagen, estamos hablando de una mujer que transmite sentimiento-emoción y a la vez es artista, es “musa y creadora”, una mujer que lucha por sus ideales”.
La criatura de Isla trasciende siempre al mar que le rodea y al que no la rodea. Magalys, con sus ojos de luna, ha pintado la vida femenina entre sábanas de terciopelo y sombrillas agujereadas manteniendo siempre el discurso feminista en cada una de sus obras:
“Creo que cualquier mujer que plasme su cuerpo y sus ideas en una obra de arte es feminista aunque no lo quiera reconocer. Es necesario defender esta idea pues estamos en Cuba, un país con machismo. Cierto que es difícil porque son actitudes muy arraigadas en la cultura pero tengo la esperanza de que podamos romper con esos estereotipos de género que aún imperan”.
Reyes Peña ha participado en exposiciones colectivas en Cuba y en otros países, como Canadá. Proyectos de profundo sentido reflexivo entre los que resaltan “Esta mujer propone” y “Mujeres Artistas Cubanas” con la finalidad de promover y apoyar la realización artística de la mujer.
“Me considero una activista de los derechos de las mujeres desde la pintura pues dentro de los tantos proyectos desarrollados no solo se integran a mujeres sino a hombres como base de lo que plantea el propio feminismo: Alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres.
Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas. ¿Qué de místico hay en Magalys Reyes?
“Pienso que cada artista debe crear un ritual a la hora de trabajar, todos tenemos nuestras pequeñas manías, que si soñamos esto y lo queremos pintar… Pero he tratado de seguir la guía de mi madre que me transmitió su espiritualidad a través de mitos y leyendas familiares”.
Por otro lado, la tierra ha dado sus frutos y ellos han engendrado la naciente semilla que se forma bajo su tutela. Jardinera al fin, Magalys abona las raíces del arte más joven, las perfecciona hasta “grabarlas” en pequeñas planchas de aluminio, cobre o cinc, los moldea cual arcilla intelectual y espera a que llegue “El Alba”.
Emocionada por escuchar a sus estudiantes de primer año contando la cercanía de su profesora con ellos, sube la vista luego de un estado de risa que profesaba matices de secretos al descubierto y haciendo énfasis en que más allá de ser maestra, es madre para sus estudiantes, relata por qué quiso ser formadora:
“Todo comenzó cuando algunos artistas a los que fui encaminando me agradecían por haberles ayudado. Había sido profesora hace muchos años en “El Alba”, la Academia de Artes Plásticas, y seguía impartiendo talleres y conferencias. Ahora estoy a tiempo completo impartiendo Grabado. Cuando se está como profesor en este momento de la vida cuando ya uno tiene cierta madurez, te ayuda a seguir renovándote como artista. Encaminarlos es una tarea que me ayuda tanto a mi como a ellos”.
Una profesora adecuada a estos tiempos, que versa sobre las redes sociales y la importancia de educar desde muy joven a los niños en el conocimiento del arte, además de los desafíos que presenta la mujer artista en la Cuba de hoy enmarca a la amiga, la artista, la madre y la hija.
Ha sido crítica con su obra y admiradora de todo tipo de arte. Toma de varias corrientes la esencia de la misma y las convierte en arte figurativo, exponiendo su propio sentir. Es ante todo consecuente con sus actos, ferviente seguidora de la Loynaz y de Borges hasta el punto de incluir en sus lienzos algunos de los versos de estos escritores. Magalys se presenta entonces como una de las mujeres más cimeras de las artes plásticas en Holguín en el último siglo.
Ella es toda aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece las yemas de las alas. Ella… Magalys… es la poesía viva.
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un abrazo
Alex