Marcado por la literatura
- Por Claudia Patricia Domínguez
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Muchos años después, José Luis García recordaría aquellos días en los que su mamá, preocupada por el consumo eléctrico y las escasas horas de sueño, antes de ir a la escuela, apagaba la luz para que no continuara leyendo hasta la saciedad. Y es que para el adolescente de aquellos años ´60, descubrir Cien años de soledad fue una experiencia similar a la que viviera Aureliano Buendía una tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Desde ese momento se sintió marcado con el signo de la literatura, hechizo que lo llevó con apenas 15 años a hacer sus primeros “pininos” en el periódico ¡ahora! fascinado por la magia de la imprenta. Esos mismos caminos lo enrumbarían tiempo después hasta La Habana, donde alternó su trabajo como periodista de la página cultural del diario Juventud Rebelde con el humor en el suplemento Dedeté, experiencia que incorporó también en toda su obra de ficción.
Por esos años bebió de la sapiencia de grandes figuras de la cultura cubana como Leonardo Padura y Soledad Cruz hasta llegar a conocer al gran Gabriel García Márquez, quien en cierta ocasión corrigió de su puño y letra uno de sus cuentos, páginas que conservó durante mucho tiempo como un gran tesoro.
De naturaleza inconforme y perfeccionista, su labor como dramaturgo y narrador lo hizo merecedor de importantes reconocimientos internacionales entre ellos el Premio Latinoamericano de Teatro en los Estados Unidos y Casa de Teatro en República Dominicana.
Ingresar a un mundo de ficción no es problema para José Luis, sino librarse de él, quien termina influenciado por ambientes y costumbres que él mismo construye para sus personajes, secuela que ahora recibe del protagonista de su más reciente novela El auriga del carro alado, ganadora del Premio Alejo Carpentier 2020.
Cuéntenos sobre la historia y proceso de concepción de esta novela que se presentará entre las actividades colaterales a la Feria Internacional del Libro de La Habana.
Su título explica el espíritu de toda la historia que parte de una alegoría de Platón sobre el hecho de que la vida es un carro tirado por dos caballos, uno que tiende a avanzar hacia los instintos más elevados mientras el otro busca los sentimientos más pedestres, y como conductor debes guiarlos para que lleguen a su destino de la mejor manera.
Respecto a la trama yo siento fascinación por el futuro. En Cuba se ha escrito mucho sobre el pasado -y de cierto modo- sobre el presente, pero muy poco sobre el futuro. En ese sentido, ubico a los personajes en una imaginaria isla del Caribe dentro de unos 100 años que se encuentra ocupada por tropas invasoras, y de estas circunstancias, surge la amistad entre dos seres que parecen incompatibles. Sin embargo, en el calor de esa relación van encontrando una forma de entenderse y de aprender mutuamente el uno del otro.
¿Cuánto le aportó su experiencia como dramaturgo y narrador para enfrentar el género de la novela?¿Maneja alguna fórmula para escribir una buena historia?
El teatro es fundamental para mí con este género se aprende a aprovechar la fuerza de una frase. Te enseña a ir a situaciones específicas, a manejar los efectos sin necesidad de abordar toda la trama que tienes en las manos, obteniendo el máximo provecho de cada detalle.
No tengo fórmulas, pero sí creo que el escritor de novelas debe procurar que su obra posea un solo aliento, aun cuando se mueven muchas cosas. De esta identificación estable en la que conectas con la conciencia del lector depende –en gran medida- que encuentres la expresión cabal de tu pensamiento.
Sus inicios en este fascinante mundo de las letras fue a través del ejercicio periodístico…
Inicié mi labor como periodista en el periódico ¡ahora! fue ahí donde aprendí a concatenar las palabras en un sentido lógico. A esa experiencia le debo que toda mi obra de ficción tenga un cierto carácter periodístico ya que los hechos fantaseados pueden ser también legitimados a través del periodismo y tan creíbles como la propia historia.
Desde esos años se produjo mi incursión en la radio con el programa Juventud Técnica y luego, comencé a hacer programas de corte cultural y surgieron Bolero y Convergencias, los cuales llevan más de 20 años en la parrilla informativa de la emisora Radio Angulo.
Bolero, está dedicado a la primera gran síntesis vocal de la música cubana y me ha llevado por investigaciones entrañables sobre cantantes, compositores y movimientos musicales, mientras que Convergencias versa sobre lo más sedimentado de la música universal, donde trato de que aparezca lo mismo Miguel Matamoros que Frank Sinatra.
¿Cómo logra conjugar ambas facetas de su vida teniendo en cuenta que el oficio del escritor demanda tiempo, investigación -e incluso- algunos autores necesitan del aislamiento social?
Ernest Hemingway decía que en los inicios de la vida del escritor el periodismo es muy bueno, pero luego debía desprenderse de este oficio para concentrarse en la ficción. Creo que a Hemingway le tocó vivir en un mundo diferente al que vivimos hoy, que es un mundo documentado y en el que constantemente recibes información de disimiles fuentes.
El escritor que se encierra en su torre de marfil puede perder el vínculo con los sucesos que ocurren todos los días, y el hecho de estar implicado en los medios de comunicación, fundamentalmente, la radio, me ha dado la posibilidad de mantener ese contacto con el acontecer noticioso.
¿Trabaja en algún nuevo proyecto literario?
Sinceramente pensaba descansar por algún tiempo porque una novela es un proceso creativo verdaderamente agobiante. En mi caso trabajo con muchas notas que guardo en cajas de zapatos. Sin embargo, espoleado por el resultado me he lanzado a la producción de otra novela, la cual también se desenvolverá en una Isla futurista y que a diferencia del Auriga del carro alado, el argumento no lo llevará la madurez de sus personajes, sino que el protagonismo recaerá en un adolescente que inicia la búsqueda de su padre desaparecido.
¿Cree en los fatalismos geográficos?¿Por qué decidir quedarse en esta ciudad del oriente cubano?
Para mi Holguín ha sido un beneficio geográfico. Suelo hacer en las noches largas caminatas -a manera de ejercicio- y siento que las calles son mis aliadas, y me siento así a toda hora. Mientras viví en La Habana y venía de visita esporádicamente, añoraba mucho a la ciudad, la familia, los amigos. Sin Holguín no habría podido imaginar nada porque en Holguín lo he imaginado todo.