Mi abuelo murió, pese a seguir viviendo. Aun sin detenerse las agujas de su tiempo. Comiendo, respirando. Murió.
Pasaba horas sin llegar a casa, preso en extensas meditaciones. Cada vez más usuales. Luego llegaron los rumbos equívocos y las noticias de haberlo visto caminar por otros lares. Extraviado. Hablar del tema era una ofensa, así que había que seguirlo a hurtadillas, inventando pretextos en caso de sorprendernos.
Read more Morir sin irse