Disco-P1
- Por Jorge Suñol Robles
- Hits: 4998
Probablemente esta sea la discoteca más barata del mundo. Puedes entrar y subirte solo por 20 centavos, en moneda nacional, aclaramos. Disfrutar de un “complejo” de luces que puede que no existan ni en los más burgueses árboles de navidad.
Sin embargo, lo mejor no es el parpadeo irregular de los pequeños bombillos: azules, verdes, amarillos, rojos, y otras mezclas en la paleta de colores. El plato fuerte aquí es la música que pone el dj, que es también chofer, pero se le da, al parecer, mucho mejor la reproducción de estos altos sonidos, que no permiten hablar con el de al lado, avisar la parada a tiempo.
Este “club” no exige de ropa elegante, ni de billeteras gordas, ni 20 cadenas de acero quirúrgico. Por suerte, no venden bebidas alcohólicas. Es pequeño, muy estrecho, pero estira cuando tiene que hacerlo. Tiene mucha demanda, está lleno a toda hora, en todo lugar, incluso hay gente de alguna zona que se queda con deseos de entrar, subir, gozar; porque pasa volando.
Y yo no sé exactamente su horario, aunque a decir verdad, ya nadie cumple con eso. Abre o pasa a la hora que sea, cuando se pueda, cuando se quiera. Esta disco la cogí, la “bailé” un domingo, en forma de Diana, repleta, intensa, diversa en olores, sabores y rostros.
Hay paradas que le dicen “la del bobo”. Desafiando este criterio, me quedé en una de esas, y me pude montar, pero rozando con la puerta, apretaíto. Ya estoy acostumbrado a ese abrazo de desconocidos, a ese concierto de gente, al empujoncito para que se puedan bajar.
El P1 era aquel día un “Nocturno” ambulante. Sonaba a todo volumen la vocecita de Thalía con su corito de que “Si no me acuerdo, no pasó”, pero lo siento querida, no olvidaré esos 40 minutos de viaje por mucho tiempo.
El chofer, de unos cuarenta años, acondiciona su ómnibus, nos “envuelve” con su gusto musical, con su necesidad de fiesta. Tiene en su zona VIP, entiéndase en el asiento de los empleados, a una rubita hermosa. No es bobo, en lo absoluto. La muchacha, perdida entre las cuadras que pasan y ausente del panorama real y cotidiano de atrás, solo corea el estribillo de Becky G, que anda sin pijama, to’ fresquita.
Mientras, los mortales del fondo viven un cuento distinto, cotidiano. Una santa mastica el chicle con ganas, ella es feliz, está sentada, al lado de una ventanilla. Una adolescente con los labios rojísimos y el pelo “akeratinao” se engancha unos audífonos, porque ya no aguanta más Juan Gabriel y su “Querida”, que es lo que suena insistentemente. Los señores de 80 años están pegados al tubo y no se corren, nadie les da el asiento, pero en esta disco hay embarazadas y mujeres con niños, también.
Los que se montan por atrás no paran de gritarle al chofer que cierre la puerta, pero él no los oye, no puede con tanto escándalo. Y cuando decide hacerlo, le coge la mano al mulato, que se vuela y le dice un montón de cosas. Al “dj” solo le falta levantarse y ponerse a bailar, da lo mismo si Bad Bunny o Álvaro Torres, por la variedad musical que hemos escuchado, le sirve cualquiera “pa su gozadera”.
Unos pasajeros no paran de reírse. Otros le dicen que le baje un poco el volumen o que se vaya para su casa a fiestar. Mientras las luces insisten en esta disco-P1, que viaja de Clínico Quirúrgico a Ciudad Jardín, y es todo un show, una odisea, miles de gente intentando subir y desmontarse.
Estamos solo de matiné caballero, son apenas las 6 de la tarde. Imagínese cuando llegue la noche, se “prende” seguro.
Llego a mi destino. A pocas cuadras me cruzo con otra Diana. Esta vez muy oscura, con caras fúnebres, un silencio total. Una 11 que va hasta San Rafael. No logro ni ver la cara del chofer. El cubano cuando no llega, se pasa. Vivir, bailar, sudar, luchar en una Diana.
Comentarios
y choferes. Se nos olvida aun cuando la realidad lo impone que no viajamos solos, hablamos alto, gritamos, nos faltamos el respeto y de ambas partes hay quienes se atreven hasta encender su cigarro. Tambien los hay capaces de llamar la atención, brindar un asiento y ayudar con las molestas carteras, mochilas y todo cuanto llevamos en las manos para al menos podernos sujetar. Gracias por tu articulo