¿La casa por la ventana?
- Por Yanela Ruiz González
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Hace poco una colega llegó alarmada a la Redacción del periódico ¡ahora! por la petición de su sobrina, de apenas siete primaveras. La niña, próxima a cumplir años, deseaba una fiesta con invitaciones y en un gran salón de la ciudad, como lo hará una de sus compañeritas de escuela.
Visto así pareciera sencillo y seguramente la familia tratará de complacer a la pequeña, porque, ¿qué no harían los padres por sus hijos y más si de cumpleaños se trata? Pero lo justo y sensato sería una actividad de acuerdo con las posibilidades salariales u adquisitivas y la edad.
Cada vez se hace más compleja la celebración de un año de vida. La presión social en que se ve envuelto el tema pone creativas a las familias que, aunque deban hasta su alma, se empeñan en tirar “la puerta por la ventana”.
Generalmente ello ocurre cuando existe una “quinceañera” en el núcleo familiar. Y todos se ponen en función de la actividad: traje, paseo en lujosos carros descapotables, peinados exóticos, maquillajes, decoraciones, fotografías, álbumes, revistas, además de lo que implica un bufet “que se respete” y todo lo que se le ocurra a la cumpleañera, vals, maestros de ceremonia, filmaciones...en fin.
Por cumplir con el “último grito” de la moda en cuanto a realización de fiestas, obvian lo fundamental del acontecimiento. Atrás queda el valor espiritual y el significado de llegar a la edad anhelada de 15 años. El disfrute de la transformación y el trance a una etapa superior de la adolescencia se ven opacados porque todo se concentra en lujos y vanidades, especulaciones y exhibiciones. Un verdadero estrés.
Hasta este punto, las celebraciones de las 15 primaveras eran las más exigentes y exprimían la economía de los hogares cubanos. Sin embargo, llama la atención que niñas de tan corta edad se preocupen y pidan fiestas demandantes de lujosos salones con rigores similares a las quinceañeras. No hay dudas. Florecen los síntomas de las sociedades de consumo, tan influyentes como el mismo mal que provocan y que es tan difícil contrarrestar.
¿Dónde está el disfrute de una fiesta de cumpleaños de una niña de ocho años? En las invitaciones y el salón, o en la compañía de sus amiguitos, los juegos, chucherías y comestibles propios para su edad?
La respuesta es obvia. Pero muchos padres prefieren la ostentación y consiguen realizar un festín que quede para la historia, aunque les cueste hasta el último aliento. El mensaje llega a los infantes entre líneas en cada uno de los debates y conversaciones de los “grandes” de la casa, que se encargan de organizar y preparar una fiesta a pedir de bocas, sin conocer a fondo cuáles son los verdaderos deseos de los protagonistas de la fecha.
La magia y el encanto de arribar a un año más de vida en la infancia en estos tiempos se convierte en un dolor de cabeza para los bolsillos que, aunque se inflen, no logran aumentar un peso. Las ofertas en este mercado superan las expectativas. Hasta las denominaciones de las fiestas han cambiado. Pocas hacen “pica kakes” a los diez años, pues ahora se estilan los “miniquinces”. Y los varones desde esa edad ya están haciendo “descarguitas”.
Lo cierto es que siempre aparecerán ofertas e innovaciones para hacer más suntuosas las fiestas de cumpleaños. Lo importante está en el verdadero sentido de la celebración, el amor y el regocijo que familia y amigos puedan proporcionar y no en los elementos colaterales que la puedan hacer más atractiva.
Visto así pareciera sencillo y seguramente la familia tratará de complacer a la pequeña, porque, ¿qué no harían los padres por sus hijos y más si de cumpleaños se trata? Pero lo justo y sensato sería una actividad de acuerdo con las posibilidades salariales u adquisitivas y la edad.
Cada vez se hace más compleja la celebración de un año de vida. La presión social en que se ve envuelto el tema pone creativas a las familias que, aunque deban hasta su alma, se empeñan en tirar “la puerta por la ventana”.
Generalmente ello ocurre cuando existe una “quinceañera” en el núcleo familiar. Y todos se ponen en función de la actividad: traje, paseo en lujosos carros descapotables, peinados exóticos, maquillajes, decoraciones, fotografías, álbumes, revistas, además de lo que implica un bufet “que se respete” y todo lo que se le ocurra a la cumpleañera, vals, maestros de ceremonia, filmaciones...en fin.
Por cumplir con el “último grito” de la moda en cuanto a realización de fiestas, obvian lo fundamental del acontecimiento. Atrás queda el valor espiritual y el significado de llegar a la edad anhelada de 15 años. El disfrute de la transformación y el trance a una etapa superior de la adolescencia se ven opacados porque todo se concentra en lujos y vanidades, especulaciones y exhibiciones. Un verdadero estrés.
Hasta este punto, las celebraciones de las 15 primaveras eran las más exigentes y exprimían la economía de los hogares cubanos. Sin embargo, llama la atención que niñas de tan corta edad se preocupen y pidan fiestas demandantes de lujosos salones con rigores similares a las quinceañeras. No hay dudas. Florecen los síntomas de las sociedades de consumo, tan influyentes como el mismo mal que provocan y que es tan difícil contrarrestar.
¿Dónde está el disfrute de una fiesta de cumpleaños de una niña de ocho años? En las invitaciones y el salón, o en la compañía de sus amiguitos, los juegos, chucherías y comestibles propios para su edad?
La respuesta es obvia. Pero muchos padres prefieren la ostentación y consiguen realizar un festín que quede para la historia, aunque les cueste hasta el último aliento. El mensaje llega a los infantes entre líneas en cada uno de los debates y conversaciones de los “grandes” de la casa, que se encargan de organizar y preparar una fiesta a pedir de bocas, sin conocer a fondo cuáles son los verdaderos deseos de los protagonistas de la fecha.
La magia y el encanto de arribar a un año más de vida en la infancia en estos tiempos se convierte en un dolor de cabeza para los bolsillos que, aunque se inflen, no logran aumentar un peso. Las ofertas en este mercado superan las expectativas. Hasta las denominaciones de las fiestas han cambiado. Pocas hacen “pica kakes” a los diez años, pues ahora se estilan los “miniquinces”. Y los varones desde esa edad ya están haciendo “descarguitas”.
Lo cierto es que siempre aparecerán ofertas e innovaciones para hacer más suntuosas las fiestas de cumpleaños. Lo importante está en el verdadero sentido de la celebración, el amor y el regocijo que familia y amigos puedan proporcionar y no en los elementos colaterales que la puedan hacer más atractiva.
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