Halloween a la cubana
- Por Liset Prego Díaz
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-Yo voy de Amy Winehouse y si no consigo laca para el moño me visto de Mujer Maravilla.
- Y yo de Frida Kahlo, esa sí fue una mujer maravilla.
-A mí no me sirve nada, ¿de qué se supone que me vista, de Totoro?
- Y yo de Frida Kahlo, esa sí fue una mujer maravilla.
-A mí no me sirve nada, ¿de qué se supone que me vista, de Totoro?
La escena anterior no es de una comic-con, ni un festival de cosplay. Es la fabulación de unas aventureras trasnochadas, que planean una celebración de un Halloween tropical.
Habrá algunos escandalizados por semejante propósito que en otra época habrían llamado extranjerizante y camino seguro al diversionismo ideológico. A otros, más jóvenes quizás, les parecerá genial emular con las películas, representar otra realidad o irrealidad.
Esto es Cuba, señores, no os asombréis de nada, abrazamos la transculturación y aderezamos continuamente el idiosincrático ajiaco de Don Fernando Ortiz, con influencias, blancas, negras, mulatas, amarillas y aborígenes, árabes y como se ve, anglosajonas.
Pero, ojo, que hay quienes temen que un ingenuo condimentar con especias importadas a este condumio nacional, enrarezca el sabor y luego, en lugar de plato típico, resulte caldo con sabor a infocolonización.
Hablo de un proceso de globalización cultural que trasciende el dominio geográfico para entronizarse en la ideología y la subjetividad de los individuos; en la construcción o desconstrucción de símbolos que potencian la dependencia dictada por el mercado y los valores que impone este.
La infocolonización emerge como nueva forma de someter, es la esencia de una hegemonía centrada en la imposición de paradigmas, desde los productos de la cultura, entendida en su más amplio concepto, para perpetuar relaciones de poder que invisibilizan lo autóctono.
Cada vez es más frecuente toparse con este tipo de celebraciones en casas, centros educativos, instalaciones hoteleras del archipiélago. Y no hay que temer o condenar a hogueras ideológicas a los participantes del jolgorio.
Toca estar claros de lo que somos, y cómo se expresa. El problema no es la fiesta, ni el disfraz, no se deja de ser cubano por celebrar esa mezcla de la cultura anglosajona y celta. Daría igual si festejaran, unas horas después, el Día de Muertos tan famoso en México.
El verdadero problema es la estetización difusa, descrita por Mayra Sánchez, o la alarma que hizo sonar, Novíkova, desde 1986, acerca de la necesidad de observar las tendencias a la configuración de un gusto estético alienante, separado de esencias humanas y cuya representación se haya en la cultura de masas, la cultura de consumo y la estetización superficial, aspectos que traspasan todos los ámbitos sociales e inciden en la formación de una espiritualidad que desatiende los principales problemas de los individuos para ocuparse de lo banal, superfluo e intrascendente.
De modo que el problema no es Halloween made in USA, sino que quienes celebran sepan de dónde viene la fiesta y de dónde vienen ellos, por qué se disfrazan de uno u otro personaje y su impacto en la cultura o la sociedad.
Por ejemplo, que Frida Kahlo, pintora y poetisa, es un ícono mexicano, controversial y única, cuya obra es superior a las 200 piezas; que a la voz de Amy Whinehouse, cantante y compositora inglesa, primera mujer británica ganadora de cinco Granmys en una noche, no le bastó el virtuosismo y fue apagada por las drogas, que Mi vecino Totoro es un paradigma del animado japonés de los estudios Ghibli y considerada por algunos como la mejor película animada de la historia. Conociendo esto, nadie podrá decir que todo está perdido, sino que todos ganamos.
Porque, alejados de las pantallas, de la hiperconexión de los dispositivos y desconexión entre nosotros como seres humanos, dependientes de la tecnología, un grupo decidió verse las caras en persona, pintadas o no, e intercambiar, socializar, sin dejar de ser cubanos, rellollos y auténticos en un Halloween a la cubana que privilegia el enriquecimiento del espíritu.
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