¿Se premia el resultado o el esfuerzo?
- Por Liban Fernando Espinosa Hechavarría
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Fotos: Oscar Salabarría, Juan Pablo Carreras, Liban Espinosa y Naturaleza Secreta.
En la gestión de gobierno y la dirección empresarial, una máxima debiera ser inquebrantable: el valor de una gestión se mide por su impacto tangible en la vida de las personas, no por la intensidad del esfuerzo o la elocuencia del discurso.
Esta distinción, crucial y a menudo olvidada, es la que marca la diferencia entre un dirigente y un líder. El primero administra procesos, cumple formalidades y se refugia en la actividad misma. El segundo, sin embargo, se pone como meta los resultados, transforma realidades y moviliza a las personas hacia un objetivo común.
En el contexto cubano actual, donde la eficiencia y la productividad son imperativos nacionales, esta discusión trasciende lo académico para convertirse en una cuestión de vital importancia para el desarrollo. Analizar casos concretos nos permite extraer lecciones valiosas.
Susely Morfa González.
Un ejemplo paradigmático de un liderazgo orientado a resultados lo ofrece Susely Morfa González, al frente del Partido en Villa Clara. Su gestión ha trascendido la mera función de cargo para convertirse en un motor de desarrollo provincial. No se limita a dirigir desde un despacho; se le ve en el terreno, pero no solo recorriendo, sino impulsando, exigiendo y, sobre todo, facilitando soluciones.
Su trabajo se evidencia en la cohesión que ha logrado en la provincia para priorizar la producción de alimentos, la atención a programas sociales sensibles y la promoción de la inversión extranjera. El resultado es una provincia que, a pesar de las limitaciones, muestra una dinámica económica y una cohesión social destacables. Se premia el resultado de una gestión integral, no el esfuerzo aislado.
Carlos Luis Abreu Junco.
En sintonía con este enfoque, Carlos Luis Abreu Junco, al mando de la Empresa ECOI 16 en Mayarí, demuestra cómo la dirección empresarial puede ser sinónimo de liderazgo efectivo. Bajo su gestión, esta entidad se ha convertido en un referente de eficiencia y aporte a la comunidad.
Abreu Junco no se conforma con cumplir el plan; impulsa la innovación, optimiza los recursos y ha logrado que la empresa sea un pilar del desarrollo local en Holguín. El resultado es claro: una empresa productiva, sostenible y con un impacto social positivo. Su esfuerzo se dirige metódicamente a un fin concreto, y es por ese fin por el que es reconocido.
Eduardo Rodríguez Dávila.
El ámbito de la comunicación pública es el termómetro más claro para medir esta diferencia. Durante mucho tiempo, la comunicación del gobierno se percibió como un monólogo lejano. Hoy, Eduardo Rodríguez Dávila, Ministro del Transporte, está intentando cambiar ese paradigma desde su cartera. Su gestión comunicativa es un ejemplo positivo de esfuerzo orientado a un resultado específico: generar confianza.
El Ministro no solo informa; se explica. Asume la prensa, aborda los problemas de frente sin evasivas, utiliza un lenguaje claro y directo que la ciudadanía agradece. Este esfuerzo sostenido por hacer transparente la gestión de un sector tan crítico y complejo está destinado a un resultado superior: calmar la ansiedad social, gestionar expectativas y construir una narrativa de honestidad y trabajo. Se premia este esfuerzo porque es en sí mismo un resultado valioso en la reconstrucción del diálogo entre las instituciones y el pueblo.
Inés María Chapman Waugh.
El escalón más alto de este liderazgo basado en resultados lo encarna Inés María Chapman Waugh, Viceprimera Ministra de la República. Su trayectoria es la de una líder cuya credibilidad se forjó, primero en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) y ahora en el gobierno, en la ejecución exitosa de proyectos de alto impacto. Chapman personifica la combinación de competencia técnica, capacidad de organización y un palpable compromiso humano.
Su liderazgo no se edifica sobre discursos, sino sobre obras concluidas, soluciones a problemas crónicos del agua y la vivienda, y una excepcional habilidad para movilizar equipos y conseguir metas complejas. El pueblo cubano asocia su nombre a resultados concretos. Es el tipo de liderazgo que no necesita autoproclamarse; sus logros hablan por sí solos. Se le premia con creces porque los resultados de su trabajo son evidentes y transformadores.
Estos ejemplos positivos nos llevan a una reflexión necesaria: Cuba debe institucionalizar una cultura del resultado. Esto implica evaluar por impacto, premiar el éxito y exigir transparencia.
Un dirigente se conforma con el esfuerzo y espera reconocimiento por ello. Un líder entiende que el esfuerzo es el camino obligatorio, pero su verdadera recompensa es el resultado exitoso. El primero gestiona tareas; el segundo, resuelve problemas.
En el momento de reactivación económica y complejidad social que vive la nación, necesitamos, más que nunca, líderes. Líderes cuyos nombres, como los aquí citados, se asocien a soluciones, esfuerzos bien dirigidos y, sobre todo, a resultados que mejoren la vida de todos.