El buen servir no puede pasar de moda
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Parece que el buen servir ha pasado de moda y con él aquellas socorridas frases de “Mi trabajo es usted” o “El cliente siempre tiene la razón”, así andamos por nuestra Ciudad de los Parques en la mayoría de las unidades comerciales, tanto en las destinadas a recaudar divisas como en las del Ministerio de Comercio Interior; de los establecimientos de los nuevos actores económicos o vendedores improvisados reflexionaremos en otro comentario.
Entras a muchas de esas tiendas, principalmente a las que sin tarjeta magnética en mano no puedes hacer nada y encuentras a los encargados de expender productos y hacer gestión de venta, sin la empatía que debe existir hacia el cliente, quien es en definitiva el que asegura el mercado, el que ellos recauden dinero.
Más allá de problemas hogareños dejados atrás, los malabares hechos con el transporte para llegar a tiempo o los molestos apagones que tienen al local sin corriente, el dependiente (a) es el profesional esencial en el comercio minorista, cuya obligación principal es la de atender, de manera directa y diligente, al consumidor, ayudarlo a encontrar lo que busca y orientarlo a partir de un servicio óptimo.
Después de mucho caminar en busca de dos productos básicos de higiene personal me llevaron a un Punto de Venta en el cual a las 11:35 am de este miércoles no había corriente, correspondía llegar a las 12 del mediodía. Una de las dependientas sentada detrás del mostrador le echaba, de vez en vez, una ojeada al móvil que sostenía en sus manos, mientras otra, desde una silla en el área de los compradores mantenía una charla nada halagüeña con aquella, de asuntos que no tenían por qué ser del dominio de los que llegaban al lugar.
En primera, porque los problemas personales y laborales no deben ser ventilados frente a la clientela. Ninguna de las dos se levantó ni dejó de conversar, a pesar de mis preguntas, sobre si tenían POS, si había otro desodorante aparte del expuesto en vidriera, pero la tapa al pomo la pusieron cuando a la sugerencia de si podía esperar a las 12 cuando llegara corriente para comprar, fue cuando único pudieron hablarme, hasta ese momento todos fueron monosílabos: sí y no.
Sin embargo, rápidas coincidieron en contestar, desde sus respectivos asientos, que cuando hubiera corriente “tenemos que halar ventas de ayer y quizá después de la una es que se podrá despachar”. Nada, no podía esperar, porque, como ellas, también sufro de los apagones, del transporte y demás vicisitudes que hoy afronta el cubano.
Situaciones similares se han hecho muy comunes en este sector, donde en no pocos comercios se ventilan temas personales delante del público, el uso del teléfono durante la atención a los clientes es ya norma, pues al sonido de llamadas dejan esperando a una cola frente al mostrador o salen de sus puestos, entre otras tantas maneras de maltrato a quien es su razón de ser mientras están detrás de un mostrador o delante de la caja registradora.
Hace unos días leía que un dependiente (a) o vendedor debe ser un experto en el qué, en el cómo y cuándo, de lo que oferta; pero además es preciso conozca el producto o servicio existente en su unidad, haga gestión de venta y propicie un ambiente agradable que lleve a que el cliente salga complacido, para así asegurar que este vuelva.
Al conversar sobre este tema nos decían algunas personas que algunos comerciantes actúan indiferentes o no muestran mucho interés por lo que hacen, porque vendan o no, tienen un salario asegurado, que aunque no les cubra sus necesidades, al final de mes les llega completico y que por eso unos cuantos han ido a servir en las Mipymes y en otras formas no estatales; y sí, pienso sea así, porque en esas el pago es mayor, pero también el nivel de exigencia, horas de labor y presión de trabajo son mayores.
Pero lo que sí no podemos permitir es que tanto en el comercio estatal como en el de las nuevas formas económicas el buen servir pase de moda, porque en los dos, el cliente es el que asegura el mercado, es su razón de ser.