¿Y qué plagian los plagiadores?
- Por r.r.ávila
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Foto: Wilkier López
Usted se levanta. Toma café, revisa el teléfono, revisa unos reels y revisa la fecha. Jueves. Y se acuerda de que el jueves es el día. Todavía revisa unos reels un rato y después compra dos entradas para el teatro. Hay espectáculo de la mítica etc. Etcétera en la casa. Jueves. Cuatro de la tarde.
Ah, pero usted no. Usted es periodista. Usted no compra entradas. Usted se presenta sin invitación ni entrada ni credencial. Cámara, en su estuche de cámara, eso sí.
Un socio lo ve con cara de perdido y le ofrece dos entradas, “baratas, vaya”.
Pero usted es un animal mitológico. Usted. Pregunta en la puerta. Y nada. Pregunta en la otra puerta (siempre hay otra puerta) y... Nada. Vuelve a preguntar y, noticia fresca, los asientos para la prensa se vendieron.
Lo sientan en una sala de protocolo en el pasillo de la puerta de atrás por casi media hora. O más. Uno de los graciosos dice que pase, que no importa. Si fuera por ellos, pero no es por ellos. “Te dejara entrar, pero imagínate, eso no depende de mí”. Yoooooo. Desde la otra puerta del pasillo de protocolo se escuchan las risas, algunas risas. O no.
Dale la vuelta a la ceiba. Dale de paso la vuelta al teatro. “Si fuera por mí...”
Al final se abren las puertas. Pausa. Apagón.
Uno de los graciosos hace un chiste con los apagones. Dos chistes. Cuatro chistes. Seis chistes. Y etc.
Finalmente, hay aire acondicionado para los periodistas.
Los graciosos son graciosos. Están un poco oxidados pero mantienen la esencia lúdica. El público aplaudidor aplaude. Espontáneamente aplaude. Siempre aplaude. Le aplaude a lo que quizás sea el mejor día del Satiricón.
Los graciosos repiten sketchs, pero estrenan sketchs. Un chino, tres tipos duros (machos alfapechopeludos) y Cristóbal Colón te sacan la risa. Al final todos vuelven a aplaudir a los plagiadores.
El teatro está lleno, eso sí. Está el teatro muy lindo, todo el mundo está en el teatro. A las cuatro de la tarde de un jueves. Todo el mundo sale riendo. Usted sale riendo también. Y al final todo tiene sentido. El pasillo de protocolo queda en el pasado (o lo que es lo mismo, en el quinto párrafo). Hasta el nombre sin sentido cobra sentido después de la risa que te sacan los santos graciosos.