Egoísmo
- Por Hilda Pupo Salazar
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El egoísmo suele ser una señal inequívoca de que existe un problema en la salud mental de esas personas, desentendidas de los demás, con total carga de individualismo. Como única forma moral de obrar solo entienden para sus propios intereses, "yo, yo, yo, yo y yo", desde la más excesiva estima por sí mismo y exclusivamente por su propios provechos, e ignoran a los demás.
Familias y amigos pueden ayudar mucho, claro deben poner totalmente de sus partes y como primera premisa ser capaces de acéptalo, reflexionar conscientemente para reconocer el problema de por qué no ser considerada una buena persona y dejar de creer que eres el centro del mundo, al ser empático, escuchar activamente, sin interesarte más recibir, sino también dar en cualquier situación, aun de mayor sacrificio.
Muy peligroso para nuestra sociedad que florezca el individualismo despiadado, devorador, para estimular prebendas a cualquier costo, desde el beneficio propio, sin importar nada más, desde el ser o el tener, en contra de lo colectivo y a favor de una enfermiza egolatría, para que prime la ley del más fuerte.
Tenemos que lograr que en Cuba continúe como una constante inspiración por el bien de todos, sin esos que advierte Martí: “No hay monstruos mayores que aquellos en que la inteligencia está divorciada del corazón”.
Muy interesante está definición del filósofo inglés Thomas Hobbes: “el egoísmo pone a los hombres en desacuerdo consigo mismo, al crear un hambre que no puede satisfacerse. Hasta ese punto es una fuente constante de enfermedad. Es un término asociado a necesidades superfluas y extravagantes. Además, implica auto-ganancia a expensas de los demás”.
Para el sexólogo argentino Bernardo Stamateas: “Egoísta no es el que piensa en sí mismo, sino el que no piensa en los demás.” Para Nicolás Maquiavelo, filósofo italiano: “Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.” Mientras Bías de Priene, filósofo griego: “Desear lo imposible y ser insensible a los males ajenos: he ahí las dos grandes enfermedades del espíritu”.
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