Luz que nos acompaña

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Abril llega con la misma imagen: el combatiente sereno, el intelectual… el patricio. Y así, año tras año, lo cultivamos con intensidad: Carlos Manuel de Céspedes inició la guerra de independencia en Cuba, fue Mayor general del Ejército Libertador, el primer Presidente de la República en Armas, es el Padre de la Patria y murió en combate frente a tropas españolas.
Lo cierto es que, sin darnos cuenta, eclipsamos al ferviente bayamés que no creyó en látigos ni en fortuna, y devino, más allá de la sangre y el fuego de la lucha, en palabra ardiente y alusión eterna.

Pocos dominan que el abogado terminó el grado de Bachiller en Derecho Civil mediante la modalidad a claustro pleno, pues el joven de abolengo “exprimió” neuronas y se sometió al rigor de prestigiosos examinadores que le “achicaron” la duración del bachillerato.

Muchos desconocen que su debut en la política lo hizo fuera de nuestras fronteras cuando se involucró en las luchas partidarias españolas en los albores de 1840; que disfrutó de sus viajes por Turquía y las regiones de los zares rusos; o que su pluma tradujo algunos cantos de La Eneida -nunca publicados-, redactó la comedia Las dos Dianas y compuso la música de La Bayamesa, esa letra romántica de Cuba que todavía hoy se lleva con orgullo en la garganta.

Carlos Manuel fundió en perfecta armonía los ideales independentistas con su pasión por las letras. Colaboró en diversas publicaciones como La Prensa (La Habana), El Redactor (Santiago de Cuba) y La Antorcha (Manzanillo), donde ocupó, además, el cargo de redactor. El juego ciencia cautivó también al héroe, quien solía llevar tablero y piezas consigo a través de la manigua oriental.

¿Y qué decir del amor? A pesar de las diversas relaciones suyas que recogen los libros de historia, ninguna fue tan pura como la suya con Ana de Quesada, avivada durante años mediante un extenso epistolario entre él y la hermosa camagüeyana.

Céspedes, el hombre enamorado, de fina sensibilidad…. se transformó en el Padre de todos los cubanos, porque la ligazón de la carne y la sangre no derribaron al coloso en su juramento sagrado de emanciparnos: cayó su hijo, pero miles de combatientes enarbolan sus banderas, para andar el camino azaroso de todas las batallas.

Evocarlo no puede limitarse al 18 de abril que lo vio nacer o al 27 de febrero que lo entregó a la muerte, pues la alusión debe ser perpetua y su huella tiene que avivarse a diario para que su luz acompañe siempre el corazón del pueblo.
Isis Sanchez Galano
Author: Isis Sanchez Galano
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Licenciada en Periodismo desde 2013 y puro sentimiento hace más de dos décadas.

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