Interesados, al privado

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Felpa comentario


Este 4 de noviembre Cuba amanecía con el extraño caso de “Tras la felpa”. La noticia acaparó más memes que el famoso Botellón de Aliñao de Holguín y casi tantas reacciones como la historia del bebé abandonado, también en esta ciudad.


El caso no ocurrió en Holguín, sino en La Habana o, específicamente, en Facebook. La ciudadana X -llamémosla así para proteger su identidad- sin antecedentes penales, se sintió estafada por la ciudadana Y, y decidió ventilar en las redes su indignación para que a nadie más le sucediera lo mismo.


Resulta que la demandante vio en un grupo de compra y venta de Facebook la publicación de una muchacha que vende paquetes de felpas y le pareció buena idea invertir para, en sus palabras, “ya ustedes saben, revender”. Nótese que la otrora samaritana que abogó por que nadie resultara estafado, no teme revelar que lucra a costa del bolsillo ajeno.


Para no hacer el cuento muy largo, su marido compró 20 paquetes de felpas a 180 cup. Y la muy payasa Y, al decir de X, no le quiso bajar ni un peso. Cuando contabilizó la mercancía, en dos de los paquetes, en vez 50, había 49 felpas y se armó el dime que te diré en cuanto a formas de indemnización, en lo cual ninguna de las dos promoventes se ponía de acuerdo.


El caso da risa. A primera instancia al menos. Pero devendrá una crónica costumbrista de la sociedad cubana contemporánea, cuyos trasfondos han sido debate en más de una noche de apagón.


La masificación de la internet y el confinamiento obligado por la COVID-19 aceleraron la cristalización del fenómeno de compra y venta por internet. Hasta la más antigua forma de comercio, el cambio o trueque, se ha hecho popular en medio de las circunstancias, como lo demuestra el grupo de Telegram “Trueke Holguín” con casi 6 mil usuarios. El cambio de escenario del real al virtual ha sido muy útil en las condiciones actuales aunque, como todo, tiene sus contraindicaciones.


Hay actores sociales que cambiaron los medios, pero con el mismo fin. El revendedor de antaño, por ejemplo, te susurraba en la puerta de la tienda con un aliento cálido sobre tu nuca: “Niña, gafas, ropas, zapatos pa’ ti. Ahora son muchos más en internet. Amparados por la baja disponibilidad de ofertas te escriben un Interesados al PV (privado, entiéndase enviar mensaje vía Messenger o Whatsapp) para, contra toda regla del Marketing, evitar poner el precio, quizás porque para ellos mismo el costo es irrisorio y temen al escarnio público en las redes.


La situación es similar en casi toda Cuba, aunque hay quien refiere que se acentúa en Holguín, una especie de Dubai tropical, donde el nivel adquisitivo de algunos es alto e impone los precios que también deben pagar los sectores de menos ingresos. Aquí, en el oscuro mercadeo electrónico, una olla de tres válvulas, acabada de sacar de una tienda en MLC, puede costarte 9 mil CUP y subirte sin candela la presión… arterial. O un coche de uso de tres ruedas, unos 10 mil, al parecer con “calmallantodebebé” incorporado.


Mientras tanto, en la vida real, una libra de repollo puede costarte 40 pesos, un tomate 25, un limón, 10 y un litro de leche 40.


Sabemos que hay escaseces, tiendas en MLC a las que algunos no podemos acceder y un círculo “vicioso” inflacionario que hay que “desintoxicar todavía”. Marino Murillo, jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular explicó ante esta, que la inflación minorista ha sido la principal desviación de la Tarea Ordenamiento; pues hay un déficit de oferta en el orden de los 60 000 millones que disparó los precios. Como consecuencia, no se recauda el dinero necesario para producir dicha oferta.


Por su parte, Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía, significó que la pandemia y el endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos han impuesto condiciones excepcionales: “En un periodo de dos años, el país ha perdido más de 3 000 millones de dólares. Por mucho esfuerzo que se haga y que se perfeccione la gestión del Gobierno, no es posible que no se sienta eso en la vida diaria de los cubanos”.


En este contexto se insertan los revendedores que no producen nada y se lo llevan todo de los bolsillos ajenos y necesitados. Ignoran que la vida da muchas “felpas” y quien ataca al prójimo hoy, puede ser el “próximo” “recomprador” de mañana.


Mientras llegan las posibles soluciones, como la necesidad de una mayor participación de los productores nacionales, mejor control de la liquidez en manos de la población y las medidas compensatorias para la atención a las personas más vulnerables, les cuento que hago crónicas por encargo (de mis jefas, por supuesto). También respondo comentarios. Los interesados al privado.

 

Rosana Rivero Ricardo
Author: Rosana Rivero Ricardo
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Rosana Rivero Ricardo. Periodista 25 horas al día. Amante de las lenguas... extranjeras, por supuesto. Escribo de todo, porque “la cultura no tiene momento fijo

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