La receta de la Felicidad

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Hoy les traigo una receta muy sencilla de hacer. (Sencilla de verdad, que luego andan viendo recetas “Muy fáciles” donde al final sacan una aleta de tiburón del frío. Y tú, lo único que tienes con seguridad en la cocina es una cucharadita de sal). Pues bien, esta receta ni sal lleva.


Claro que también tiene sus especificidades, pero si la sigues al pie de la letra, no habrá problemas para llegar a la felicidad. Lo más difícil es prepararse física y sicológicamente para ese momento, porque entre dolores y montañas rusas de hormonas, es bien complejo concentrarse.


Primero hay que cerciorarse de que los dos recipientes donde se va a “cocinar” la mezcla estén en perfecto estado. Se retira el sostén y se lavan adecuadamente. A continuación, te sitúas en una posición cómoda y simplemente colocas a tu comensal sobre tu aureola.

 


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Seguro ya te indicaron médicos y mamis experimentados cómo debe ser el agarre entre la boca del pequeño consumidor y tu pecho. Cuando llega el momento, piensas tener todas las coordenas; pero la lactancia es como Excel: crees que le sabes, pero no. Por eso, los ingredientes fundamentales de esta receta que le echarás con ganas y a partes iguales son: paciencia, constancia y, sobre todo, amor.


Al principio, el producto será amarillito y escaso. Calostro se llama. Parece que tu convidado no se llena con eso. Mas es lo que necesita para estar sano y feliz. Quizá te desesperes en esta parte, porque la presentación de tu plato es más escasa que una cena gourmet.


Y ahí intentarás agregarle a la mezcla a través de ti, té de anís o de hojas de uvas con nueve de limón o de rejo de boniato o de lo que te digan y aparezca. Intentarás tomar más agua que un abandonado en el desierto después de comer pinol, todo para producir más y más “comida” para el exigente catador de alimentos. No obstante, recuerda que lo más importante es sentirte relajada y respaldada por toda la familia para que la receta quede en su punto. No olvidar “sacar los gases” acertadamente para que el cliente vuelva feliz a nuestro regazo a por más “comida”.


Una vez rebasados estos primeros difíciles días aprendiendo el arte de “cocinar” para un recién nacido, durante los tres meses siguientes harás cena para una mesa bufet. El bebé tomará cuando y cuanto quiera. Él mismo planificará su menú en cuanto a cantidad y consistencia, así que no te preocupes. La primera leche que saldrá es más líquida y la última más rica en grasas. Pero como tú no puedes ver el fondo de la cazuela, lo único que tienes que hacer es acompañarlo sin mirar el reloj y ver cómo succiona y cambia de “recipiente” a placer, siguiendo sus instintos.


Después vendrá la crisis de los tres meses. La cocinera no lo sabe y el comensal, menos; pero ya tu cuerpo está preparado para producir lo justo, como un restaurante especializado. A veces llora el pequeño invitado. Creerás que es de hambre y te pasará por la cabeza abandonar esta receta. Pero ahí vuelves a ponerle un poco más de los ingredientes secretos: paciencia, constancia y amor.


Este plato será exclusivo por seis meses y luego complementado por dos años o todos los que tú y tu invitado deseen. Es válido para cualquier momento y circunstancia. Si está feliz: la receta. Si se siente mal: la receta. Si tiene hambre: la receta. Si tiene sueño: la receta.


Así, pasarán los días y disfrutarás más de esta cocinadera que no lleva ni candela, ni sal, ni aceite y mucho menos fregadera y hervidera de biberones. Eso sí, el restaurante tiene que estar abierto 24 horas al día, 365 días al año.


A lo mejor sucede que en esta removedera constante y uniforme de la mezcla, hasta lograr que la pancita del bebé tome una consistencia firme, tus recipientes se dañen un poco (a veces bastante, con grietas y todo). O se dejen llevar por la fuerza de la succión y la gravedad, más que por tus deseos de que se queden más firmes que un pelotón en atención, como era antes. Pero esos ojitos entornados que te miran de una manera especial, te recuerdan que con esta receta te has convertido en la mejor cocinera del mundo, llenándole la pancita y, sobre todo, el corazón.

 

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Rosana Rivero Ricardo
Author: Rosana Rivero Ricardo
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Rosana Rivero Ricardo. Periodista 25 horas al día. Amante de las lenguas... extranjeras, por supuesto. Escribo de todo, porque “la cultura no tiene momento fijo

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