Vilma, para todos los tiempos
- Por Susana Guerrero Fuentes
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Vilma, amparada bajo la estrella del talento, la inteligencia y una buena educación, pudo haber escogido muchos destinos grandiosos para su vida. En cambio, tomó el camino, no menos brillante, pero sí más azaroso, de la lucha y el compromiso con la justicia social.
Mientras, estudió, trabajó, encontró el amor entre las tensiones de una guerra y formó una familia. Mariela Castro diría en una ocasión que en su madre tenía un ejemplo de ser humano, de mujer y de activista social. Aun cuando su cercanía le permitía ver los defectos, sabía que eran mayores sus virtudes como persona y como apasionada incesante de su labor.
Ya desde pequeña, Vilma tuvo sus mejores ejemplos en casa. Sus padres la formaron en valores acordes a la humildad, la comprensión, la sensibilidad humana y en contra de todo tipo de discriminación. Mostraba afición por el arte y el deporte y también en la infancia aprendió la importancia del estudio y la superación, lo que la llevó a ser una de las primeras mujeres del país en graduarse en Ingeniería Química Industrial.
Aunque le encantaba su carrera, Vilma sentía un ímpetu aún mayor cuando se trataba de apoyar las buenas causas y luchar contra la injusticia. Ante un escenario nacional ya complejo en ese sentido, el golpe de Estado efectuado por Batista en 1952 fue el punto definitivo que afianzó sus ideales políticos.
Tras las acciones del 26 de Julio de 1953 en Santiago, su ciudad natal, la joven reconoció en aquellos revolucionarios una fuerza organizada que se enfrentaba al dictador y con ello, representaba la posibilidad de un cambio en Cuba. De esta forma, no tardaría en integrarse al Movimiento 26 de Julio como combatiente clandestina.
Déborah, y tantos otros nombres, resultaron las “máscaras” perfectas para ocultarse en la clandestinidad. Incluso en los momentos más complejos, demostró muchísimo valor y habilidades para cumplir sus misiones y escapar, pero su estancia en las ciudades ya no era segura y eso devino un nuevo capítulo en su aventura como revolucionaria.
En 1958, se incorpora al Ejército Rebelde y viste traje de guerrillera como parte del II Frente Oriental Frank País, bajo las órdenes de Raúl Castro, al sureste de la Sierra Maestra. Allí, se adentró en el mundo militar y participó en el proyecto educacional para alfabetizar a soldados y campesinos de las regiones liberadas.
Tras el triunfo de la Revolución, se encargó de construir el sendero adecuado para que las siguientes generaciones de mujeres caminaran sin dificultad. En una sociedad marcada por patrones machistas y un fuerte arraigo del patriarcado, era necesario educar a la población, garantizar los derechos de las féminas y sumarlas al proceso revolucionario.
Con la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas y como su eterna presidenta, Vilma representó durante décadas las batallas por la emancipación femenina, la protección de la infancia y las familias y, sobre todo, defendió el derecho de todas las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y sus destinos.
Por méritos propios, ganó prestigió como figura del Gobierno y fue una eficaz colaboradora en todo momento. Al respecto, Fidel comentó: “No se inmutaba ante peligro alguno, orientaba tareas, daba el consejo necesario, compartía experiencias y anécdotas que ayudaban a mujeres y hombres a ser mejores personas, no solo en el trabajo sino en la propia vida.”
A pesar de que han pasado ya 14 años de su desaparición física, el legado de Vilma Espín dentro de la sociedad cubana resulta imperecedero, tanto por sus diversos logros como por el valor simbólico de romper esquemas e iniciar la ruta para que cualquier mujer, en cualquier época, pueda seguir sus pasos.
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Comentarios
He leído con sumo interés el articulo sobre Vilma Espin en verdad realizó una labor encomiable desde las posiciones que ocupó en pos de la protección de la infancia y de la familia. Coherencia entre la prédica y la vida diaria. Un abrazo desde Lima.
Gustavo