Desprendimiento
- Por Hilda Pupo Salazar
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No es secreto todo lo que hace Cuba para respaldar los gastos asociados a la COVID-19 con más de mil millones de pesos para garantizar la atención a enfermos, sospechosos, al personal de salud, y producción de medicamentos, además de la prestigiosa y solidaria labor del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, en todos los Continentes.
Eso es solidaridad, humanismo y una expresión de que el ser humano es el centro del Presupuesto del Estado cubano, pese al criminal bloqueo de los Estados Unidos, el más largo en la historia del mundo.
Pero, ahora, me refiero a otro valor. Ese asesino bloqueo contra nuestro país, conjuntamente con la crisis económica mundial, agudizan la escasez de casi todos los recursos básicos como alimentos y medicamentos. Nuestro sistema siempre reparte, entre todos, lo poco que se tiene.
Abrir el botiquín particular y sacar una pastilla, pomada, inyección, supositorio o una vitamina de la escasa pertenencia, aun sabiendo que podemos necesitarla, casi de inmediato, reafirma el desprendimiento de nuestros coterráneos.
Las personas con ese noble gesto son generosas, solidarias y desinteresadas. Dice un viejo proverbio "ya sé que no es grande el valor de lo brindado, pero tu desprendimiento al ofrecérmelo es como una gema de muchos quilates".
Las personas generosas tienen suerte en la vida, porque ellas mismas siembran su propia estrella, gracias a su actitud abierta y humanista.
Ser digno es una virtud que suma felicidad, paz interior, ilusión y satisfacción al ser humano, porque el amor, dado, vuelve a ti, con la mayor energía positiva y más fuerza.
Reflexione: Erase un labrador muy pobre. Un día, trabajando en el campo, se lamentó de su suerte, apareció un enanito quien le dijo: -Buen hombre voy a hacer que tu fortuna cambie. Toma esta gallina, todos los días pone un huevo de oro.
El labrador llevó la gallina a su corral. Al día siguiente, ¡oh sorpresa!, encontró un huevo de oro. Lo puso en una cestita y se fue con él a la ciudad, donde lo vendió por un alto precio. Al día siguiente, loco de alegría, encontró otro huevo de oro.
Fue así que poco a poco, con el producto de la venta de los huevos fue convirtiéndose en el hombre más rico de la comarca. Sin embargo, una insensata avaricia se adueño de su corazón y pensó: ¿Por qué esperar a que cada día la gallina ponga un huevo? Mejor la mato y descubriré la mina de oro dentro. Y así lo hizo, pero en el interior de la gallina no encontró ninguna mina. A causa de la avaricia tan desmedida, este tonto aldeano malogró su fortuna.
Moraleja: la generosidad es más productiva que el egoísmo.
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