Itinerario del comienzo
- Por Susana Guerrero Fuentes
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Hace cinco años, por estas fechas, entraba a las aulas universitarias. Hace cinco años llegué con la mochila vacía y ahora salgo con la cabeza llena de ideas. Cuando me despedí de la Universidad tenía la sensación de haber terminado un largo libro, pero al entrar en mi etapa de adiestramiento pasé la página y me di cuenta de que solo era el final de un capítulo: la verdadera aventura comienza a partir de ahora.
No importa cuántas prácticas laborales experimentemos durante la carrera, los primeros días seguiremos adaptados a la comodidad de la teoría y las explicaciones en la pizarra. Aunque oficialmente dejamos de ser estudiantes, todavía llevamos la etiqueta de aprendices y los profesionales más veteranos siempre serán los “profes”.
Durante esta semana, mientras gran parte de los estudiantes del país volvían a las aulas, los egresados de la graduación del 2020 nos incorporábamos a nuestros nuevos centros de trabajo. Tras un año que trajo al mundo demasiadas sorpresas, dejó las calles vacías durante meses y colmó las redes sociales de memes apocalípticos,la culminación de estudios ha sido también, cuanto menos, atípica.
El convulso primer semestre del año obligó a muchos a cambiar sus proyectos, acelerar ciertos planes y postergar otros. Los más afortunados, logramos salir airosos en la fecha que correspondía, mientras a algunos la pandemia los hace esperar un poco más por el título soñado.
Si bien la entrada a la vida laboral de cualquier egresado universitario supone dosis elevadas de expectativas y temores, la compleja situación que atraviesa el país impone mayores retos a los nuevos graduados. Además de los desafíos constantes en materia económica y el arrecio del bloqueo estadounidense, se suma el enfrentamiento a la pandemia de COVID-19 y la crisis que ha provocado en todo el mundo.Crisis que abarca todas las esferas y que aun supone un largo camino por andar.
En este escenario, los máximos dirigentes del país han destacado la importancia de la participación de los jóvenes en las actividades que impulsan la economía, en el ámbito social y como parte de la vanguardia política. Los adiestrados somos una pieza clave en este contexto, pues llevamos la responsabilidad de poner en práctica los conocimientos y habilidades adquiridos durante la etapa universitaria para contribuir al desarrollo nacional. Con este objetivo se nos asigna una ubicación donde tendremos la oportunidad de dar nuestros primeros pasos en el mundo laboral.
Ya a principios de este año, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ratificó la necesidad de vincular a los adiestrados a los procesos de la entidad y darles participación en la toma de decisiones. No obstante, también constituye un deber de los jóvenes asumir el compromiso con la autosuperación y colaborar con la entidad en la solución de problemas.
Un adiestrado es más que un profesional novato. Llegamos a un sitio nuevo a aprender, es cierto, pero también tenemos ideas, opiniones y conocimientos que merecen ser escuchados. El lugar en el que trabajemos no puede ser solo una obligación que asumimos con el Estado, sino un lugar en el cual nos sintamos cómodos y dispuestos a experimentar.
Ciertamente, hoy más que nunca resulta evidente el papel que desempeñamos en la sociedad como la nueva fuerza de trabajo y el relevo de nuestros mayores. Unido a esto, tenemos que enfrentar al doble desafío de poner en acción nuestra capacidad productiva en medio de una situación excepcional en Cuba y el mundo, donde el futuro a largo plazo todavía resulta difícil de pronosticar.Aun así, mantenemos la euforia de la juventud y las ganas de aprender, las mismas que en algún momento nos hicieron entrar a la Universidad llenos de sueños. Ahora, nuestro esfuerzo se materializa en la oportunidad de cumplir la más noble de las tareas: ser útil para la sociedad y el país.