Diciembre
- Por Darianna Mendoza Lobaina
- Hits: 1117

Mi primer árbol de navidad fue un pino de las montañas de Moa. Papi lo trajo con la tierra roja y el hollín de las fábricas de níquel incrustados. Yo tenía cinco años. Comenzaba el milenio.
Recuerdo que lo adornamos con recortes de papel y poliespuma. Fue el mejor regalo de la temporada, que devino de una “perreta” rigurosa, porque sin dudas los adornos navideños atrapan primero a los niños.
Lo cierto es que, con los años, varió. Pasó de ser real a convertirse en una imitación de plástico atiborrada de luces inquietas y adornos colgantes con exceso de brillos. Pero diciembre resultó un mes especial gracias al pinito contaminado.
Me sedujo, además, por sus frentes fríos estacionarios, el dulce de naranja de mi abuela y el puerco asado del 31. Por ese cosquilleo que anuncia el fin de una etapa. Por la emoción indescriptible al pensar que hubo metas incumplidas, mas vendrá otra oportunidad en el enero próximo.
En diciembre el ambiente es diferente. Varía hasta el olor de la ciudad. La gente ríe más y se queja menos. Las familias se unen y experimentan “treguas” en los conflictos internos. Viajan. Viven. Encargan sueños para el año que llega.
La tradición navideña no surgió en Cuba. Sus inicios se remontan a la Edad Media y se le atribuyen al cristianismo. Los cubanos la importamos como tantas cosas necesarias para el desarrollo armónico de la sociedad.
Hablar de fin de año en el mundo remite no solo al simbólico árbol lleno de lucecitas, sino a las coronas de adviento, bastones de caramelo, representaciones diversas del nacimiento de Jesús, misas, Papá Noel y villancicos, por citar algunos. En los países más fríos acompaña también la nieve y los muñecos.
Somos una mezcla genuina de rumba, ron, tabaco, café, azúcar y mambo. De esa manera, en esta Isla de raíces yorubas y españolas las festividades se adecuan, o deben adecuarse, a las creencias, gustos y posibilidades de los cubanos. Adoptar una costumbre no implica instaurarla con los valores preestablecidos. Se debe moldear en correspondencia con la cubanidad.
No se trata de seguir modelos foráneos que sustituyan nuestra esencia. Como la pequeña que debe ir al círculo disfrazada de copo de nieve, para una obra, porque la maestra así lo dispuso. Desde edades tempranas se debe enseñar a los niños a reconocer los patrones identitarios, con el fin de fomentar el amor hacia ellos.
En esta región del planeta no tenemos nieve, pero existe un sol que, aunque sale para el mundo, en el “caimán” refulge y es más fuerte. A pesar del intento de invierno. A pesar de diciembre.
Incluso, en los últimos 31 días de 1958 transcurrió la etapa decisiva para el triunfo del 59. En la actualidad no es necesaria la Contraofensiva Estratégica, pero aprovechamos las postrimerías del año para homenajear aquella gesta.
Engalanar las calles, las instituciones. Rememorar victorias. Proteger las conquistas. Evocar a los que ya no están.
Diciembre va más allá de adornos extravagantes, melodías y postales de Marry Christmas. Constituye una oportunidad para evaluar los logros del ciclo que termina. Analizar las fortalezas sin desestimar los fallos. Tomar lo bueno y olvidar lo malo.
Diciembre va más allá de adornos extravagantes, melodías y postales de Marry Christmas. Constituye una oportunidad para evaluar los logros del ciclo que termina. Analizar las fortalezas sin desestimar los fallos. Tomar lo bueno y olvidar lo malo.
Después vendrán 12 meses más para oler la ciudad. Para abrazar sus parques y soñar siempre, mientras se multiplican suspiros en cada calle. Existan o no luces parpadeantes, árboles de navidad o pinos traídos de las montañas orientales para cumplir los caprichos de una niña.