Bocá de Samá: Del grito al silencio

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Sama monumento
 
Dos horas y media no son suficientes para contarlo todo, para saberlo todo, y ese, fue el tiempo que estuvimos en Boca de Samá. Casualmente, años atrás, en 150 minutos, cambió la historia del caserío.

Hemos recorrido más de 60 km desde Holguín y vamos solo por un Barrio Debate organizado por los Comité de Defensa de la Revolución, pero no me perdonaría nunca irme y dejar atrás esa soledad, ese espacio detenido en el tiempo, esos viejos monumentos, el aire de la costa, la gente que habla de aquel octubre del 71 como si fuera hoy.

No me perdonaría irme sin describir el misterio de pocos, de este poblado de pescadores que sobrevivió a una invasión y varios ciclones, y que se ha sostenido con su propia fuerza y aliento, su propia historia.

No me perdonaría irme sin que mi fotógrafo capturara este atardecer incierto, una bandera intacta, y que mi grabadora, descubriera otros sonidos más allá de las contadas voces que habitan: el murmullo de las olas, la distancia, las canciones mudas.

Cuenta “El Chino” que aquel 13 de octubre muchos se fueron de allí. Entraron en pánico, el miedo corría por sus venas, temblaron. El caserío, era después de una madrugada inesperada de balas y sangre, un desierto, par de montañas desnudas. A él, Carlos Escalante Gómez, Jefe del puesto de Guardafronteras en ese tiempo, lo dieron 8 tiros, cinco en una pierna y tres en otra, pero vivió, sobrevivió al ataque de tropas mercenarias del 12 de octubre de 1971.

Sama cartel chino

Boca de Samá fue otra a partir de entonces. El hecho, quizá, hizo “famoso” el lugar. Pero dejó dos muertos, cuatro heridos y un desvelo profundo. Fueron llegando; días, meses, años después; los líderes de la Revolución. Juan Almeida Bosque, Raúl Castro, Vilma Espín.

Ahora, en 2019, llega algún que otro turista, y pegados a la costa, alguien le hace el cuento, intentan leer las tarjas en homenaje a los caídos, se llevan fotos del Monumento contra el terrorismo. Alguien dice que es el único en Cuba, y está allí sí, pero alarma, luce viejo, deteriorado, olvidado. Y uno tiene que decirlo, denunciarlo. A ver si los que pueden y deben, hacen algo por sostener esta historia.

“Casi todo está en la cabeza de las personas”

En Boca de Samá no viven más de 70 personas, no hay más de 25 casas, algunas están en buen estado, otras, piden a gritos que no pase un siniestro, porque se les cae arriba, se le cae. Aún así, la gente es feliz, o al menos, eso parece.
 
Sama Sala de Historia

Allí hay, también, una pequeña Sala de Historia, y junto a ella, una modesta biblioteca. La muchacha que “asume” estas paredes, todavía no conoce mucho de las piezas y los documentos que se atesoran. Por eso me busca a Reina, que hasta el año pasado, y desde el 2006, dirigió esta sala, nombrada Boca de Samá: Naturaleza y Revolución, que recorre, apresuradamente, los caminos de un pueblo valiente.
 
Sama biblioteca

“Casi todo está en la cabeza de las personas”, me dice ella. Y yo le creo, porque habla con el recuerdo marcado, como un tatuaje de por vida. “No hay mucha información tangible, por motivo de que no hay vitrina. Hay algunas cosas que están guardadas por ahí, es más bien fotos, pancartas”.

Sin embargo, el Museo se ha ido deteriorando, como aquellos monumentos que mencionaba antes: “No ha tenido restauración. Yo lo he hecho hasta por escrito, lo he informado. Así como la situación del Monumento Contra el Terrorismo. Lo que Fidel dijo no es ya lo que dice, al perder letras, cambia el sentido, está como en otro idioma”.

Este monumento se edificó en 2010, según se dice, es sobre la base de la imaginación, de acuerdo con su escultor Luis Silva.“Usted se para en frente, e imagina, por la magnitud de los proyectiles que atraviesan las columnas, cómo fue el ametrallamiento del caserío”, comenta Escalante.

“Hasta hoy, no sé si los que tocaron eran enemigos…”

Cuando sucedió todo, Reina Guerrero Pérez tenía 20 años y estaba embarazada de su hijo mayor. Su esposo, Juan Abel Guerrero, era el maestro de la escuela. Pocos meses antes de aquel octubre tenebroso del ´71 se mudaron a Boca de Samá. Ella se enamoró de este lugar, era muy pintoresco, demasiado verde, llovía mucho, vivía más gente.
 
Sama cartel reina

“Aquí no había agua, ni luz, solo una plantica pequeña de 1 kilo, que daba luz a la escuela. Allá abajo donde está el paladar, era un circulo social que era de guano, y tenía un especie falso techo, del lomo de la yagua, entonces hicieron las dos casitas, muy rústicas”, mi dice antes de narrarme su cuento del hecho.

“Nosotros vivíamos en la escuela. Ese día no había luz, la pequeña planta estaba rota. Estamos en el parquecito conversando con algunos vecinos, y oímos un ruido de un barco. Fuimos a curiosear, pero no vimos luz, eso nos extrañó. Pensamos que era un barco pesquero. Luego nos dimos cuenta que no.

“No me despiertan los disparos, sino ruidos de cristales, los cristales de aquí de la tienda, que es donde estamos ahora, en la Sala de Historia. Antes, esto, era tienda mixta de víveres, de ropa, construida de madera.

“Pensé que era otra cosa, vecinos medios alocados, que vivían por aquí, pero luego oímos gritos, disparos, la gente corriendo. Todo era muy confuso. Sí sentimos que en la escuela alguien dio dos palmadas en la puerta y dijeron ´¡Maestro, maestro!´ Pero yo le dije ´Abel no abras, que debe ser Rubén´, y lo que hicimos fue tirarnos al piso. Hasta el día de hoy, no sé si los que tocaron a la puerta eran enemigos o alguien de la vecindad”.

Reina jamás habia visto a nadie morir, ese día, vio los cuerpos desangrados de Lidio Rivaflecha Galán y Ramón Siam Portelles, este último ahogado por las balas que le atravesaron los pulmones.

Las hermanas Ángela y Nancy Pavón fueron también heridas en la acción, junto a Jesús Igarza y el “Chino” Escalante, quien lleva 58 anos viviendo en este caserío, y allí morirá, y lo enterrarán en el Panteón de los Mártires, como sobreviviente del ataque mercenario.

Carlos dice que ha vivido cinco ciclones. Flora, Inés, Irma, son algunos de esta lista. Pienso en la furia de la costa, en los que cierran los ojos para que todo pase, en lo difícil de esos días de tempestad. Pienso en el abrazo de esas familias.

Él ya tiene 74 años y no olvida nunca aquella noche tenebrosa, como tampoco aquel 2 de agosto del 86, cuando estuvo conversando 2 horas y 15 minutos con Raúl Castro. Después de esta visita, se dieron muchos cambios. Hubo luz, carretera, hubo aliento y motivación.
 
“Chino” es un hombre realizado, pero todavía tiene algo por decir y por actuar, quiere que “el país viva como debe vivir, que cambie la situación. Yo quisiera, antes de morir, ver despejado este sistema y que la vida sonriera”.

Sama atardecer

Cae la tarde en Boca de Samá. Atrás vamos dejando las montañas, el salitre, los soldados Guardafronteras. Respiramos el polvo de la carretera. Revisamos las fotografías, los videos, el gesto de los niños, las flores secas, este pequeño universo. La noche invade estos kilómetros. El carro no se detiene hasta Holguín. Entonces, nos toca contar lo que vivimos, lo que sentimos, lo que soñamos, solo en 150 minutos.
 
Jorge Suñol Robles
Author: Jorge Suñol Robles
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Periodista, hasta cuando duermo. Escribo porque las palabras pueden construir caminos y describir realidades, pueden cambiar el mundo. Melómano excesivo. Cubano, de pies a cabeza.

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