Educar: El amor de mi vida
- Por Yanela Ruiz González
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Trae en el corazón las doctrinas del Maestro y las de su madre también. Decir Miriam del Carmen Gutiérrez Garrido en Gibara es como mencionar a María Garrido (ya fallecida),en San Andrés. Ambas eligieron una profesión que abrazaron con el mayor amor y dedicación posibles, y para la que fueron diseñadas en un molde casi perfecto.
“Mi madre, María Garrido, era maestra del centro escolar ‘William Aguilera,’ de la localidad de San Andrés. Quería que yo estudiara y fuera alguien en la vida. Después fui maestra también en esta escuela, de la que ella era la directora en ese momento”, cuenta Miriam Gutiérrez, una leyenda del magisterio holguinero, que ha vivido todas las épocas de la Educación cubana desde el triunfo revolucionario hasta la actualidad con disimiles reconocimientos en su trayectoria.
Y es que Miriam, con sus 77 años de vida, pudiera estar disfrutando su jubilación en la comodidad de su balance en casa, pero cuando intentó hacerlo sintió que el mundo le caía encima, y prefirió transitar nuevamente las diez cuadras que la separan de su seminternado Eddy Suñol, al que se debe hace 30 años en cuerpo y alma.
Cómo ha sido la vida de una maestra que se forjó con las oportunidades brindadas por la Revolución, y lo que ha significado el magisterio en su crecimiento profesional y personal, revela Miriam en estas líneas, que pudieran ser similares a las de otros tantos consagrados al arte de educar o inspiración para los que se dedican a esta obra de infinito amor con la que siempre se estará en deuda.
La Campaña de Alfabetización fue, digamos, su primera experiencia en el arte de la docencia. ¿Cómo recuerda esa etapa?
Estaba en noveno grado cuando Fidel dijo ante el mundo que Cuba sería territorio libre de analfabetismo en un año. Autorizada por mis padres, fui de las primeras en inscribirme en las brigadas Conrado Benítez. En Cangilones, de San Andrés, alfabeticé quince campesinos, de los que guardo anécdotas muy curiosas.

Al concluir me hice Maestra popular. Impartí clases en una escuela de Tasajeras, y luego pasé a la “Horacio Quiroga”, en Sabanilla, un lugar de muchas lomas. En un caballo me trasladaba hasta San Andrés los fines de semana.
Estuve aproximadamente cinco años trabajando de primero a sexto grados en este centro, y en las noches con la educación de adultos. Esta fue la primera escuela modelo que tuvo la región de Holguín y en la que resulté Vanguardia nacional de Educación primaria.
Alcanzar esta condición demandó de una excelencia en el desempeño…
El maestro debe ser muy estudioso, conocer todos los programas, las orientaciones metodológicas, tener un dominio del grado que imparte, pero si a ello le sumas las buenas relaciones con los padres, ser educado, estar formado políticamente, mantener una integración en todas las actividades y sobre todo, amar la profesión, logras éxitos en la labor.
Aun cuando logró estos resultados en su tierra natal su realización profesional transcurrió en el municipio de Gibara.
Hace casi cincuenta años vine para este municipio y desde entonces he sido directora de todas las escuelas primarias, “Ricardo Sartorio”, “Atanagildo Cajigal”, “Ovidio Torres”, “Camilo Cienfuegos” y hasta del internado “Manuel Ascunce Domenech” para niños de sexto grado de zonas rurales, en la década del ’60. Los maestros eran magníficos, con gran experiencia, la más joven era yo, la directora.
¿Cómo fue asumir la dirección de un centro escolar sin experiencias en estas lides?
Realmente yo buscaba una plaza de maestra, pero todo estaba cubierto y la oferta de la dirección municipal de Educación en Gibara fue dirigir la escuela “Hipólito Calderón”, con la confianza de haber bebido de los conocimientos de mi madre y su modo de dirigir, muy recta y con mucha disciplina.

Tenía un colectivo muy bueno. Pero también tuve que estudiar, estar al tanto de lo que pasaba en cada uno de los grados, del trabajo con la comunidad y con el consejo de escuela y el aprendizaje. Todo eso me llevó a obtener resultados.
Las dotes de maestra y directora le dieron visibilidad y condiciones para asumir otras tareas. ¿Cuánto le aportó?
Fui miembro del Buró del Partido del municipio de Gibara para atender la esfera educacional y el trabajo político-ideológico durante cuatro años hasta que me correspondió la maternidad. Tiempo después resulté elegida delegada de circunscripción y terminé entregando 14 años de trabajo al Poder Popular. Llegué a ser la primera mujer presidenta de Gobierno en un municipio de la Región de Holguín, durante tres mandatos.
En aquel momento el maestro tenía un reconocimiento social inmenso. Siempre digo que el maestro sirve para todo, pues te obliga a familiarizarte, a tener el control, estudiar, discutir, analizar. En mi etapa de Poder Popular había otras mujeres inmensas: Aida Oro, Maruchi y María Hernández Jiménez. En Gibara había un matriarcado.
¿Por qué volvió a la escuela?
¡Cuántas propuestas me hicieron! De directora de organismos y de otras instituciones. Pero no acepté, pedí ir para una escuela. Es lo que me gusta, conozco, amo, estudié…todo lo mío es Educación, sin eso no puedo vivir.
Permanecer ha sido un reto muy grande, pero soy de las primeras en llegar y de las últimas en irme y tengo que saber todo lo que ocurre en el centro, con cada estudiante y trabajador.
Oportunidades que le ha brindado la profesión…
Me ha ayudado a prepararme mejor, no solamente en el trabajo metodológico, sino en el trabajo político y comunitario. Esta escuela recibió el Premio del Barrio, otorgado por los Comités de Defensa de la Revolución, la única en el municipio que ostenta este reconocimiento. Fue todo un acontecimiento.
Pero si se habla de la FMC, soy la secretaria del bloque que dirijo desde la calle Maceo hasta la Batería Fernando VII. Presidenta del CDR y militante del Partido desde 1969. Estoy en cuanta tarea me convoquen y eso me lo permite el desenvolvimiento que da la profesión. Claro, se logra también con una buena planificación, y el apoyo de la familia. Tengo dos hijos, cuatro nietos y un bisnieto. Mis hijos viven fuera del país, pero a mí eso no me ha imposibilitado nada. Yo soy Miriam aquí. ¡Y cuidado con eso!
La escuela se va a transformando y la educación también…
A partir del Tercer Perfeccionamiento hay cambios y el mayor trabajo es el aprendizaje, que los alumnos pasen de grado con los objetivos vencidos.El reto es inmenso. Ya no dirijo a aquellos colectivos en los que casi todos eran mayores y yo era la jovencita de zapatos de tacón y vestido. Tengo maestros que están en su primer año de la carrera, y hay que atenderlos, capacitarlos y ayudarlos. Todos tuvimos una primera vez.
Para dirigir hay que emplear métodos persuasivos, pero también de control y exigencia. Sopesar. Yo quiero que mi colectivo permanezca y sea unido. Entonces no podemos apabullarnos, y sí interesarnos por sus preocupaciones, y buscar soluciones a cada situación.
Tenemos que evolucionar, atemperarnos a los nuevos contextos, que difieren mucho de cuando comencé, hoy son otros los problemas en la sociedad que se reflejan en las aulas, pero lo importante es que el colectivo se sienta parte de las soluciones, se implique y quiera la escuela.
Aquí muchos dicen a veces que están como Miriam Gutiérrez, que respira y come escuela, pero es algo que me enorgullece porque va quedando la semillita, algún día me tendré que ir totalmente, entonces si los que quedan aman y sienten esto como yo, habrá valido la pena todos estos años consagrados a la educación.
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