El alma del Molino

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portellesH3Ibrahim Portelles Ballester . Foto: Jorge Luis Morales, camarógrafo de Telecristal.

Dicen en el Molino de maíz “Comandante Daniel”, del municipio de Antilla, que no hay otra persona, como el viejo Ibrahim Portelles Ballester, con tanta dedicación y conocimientos de cada detalle del proceso tecnológico de la industria. Algunos aseguran que está entre los de avanzada en el país.

Él, junto a otros ingenieros y especialistas, atesora la satisfacción de haber participado en innovaciones realizadas a la tecnología para obtener harinas especializadas, empleadas en determinados productos, y otros tantos éxitos en el devenir de esta industria molinera, que ha sido, y es, el aire que oxigena sus pulmones en cada jornada. Por eso no dudó en volver a su rutina años después de haberse jubilado y, actualmente, con 80 años de edad, permanece activo, una fortaleza para el gremio.

Sintió un flechazo de “amor a primera vista” cuando se involucró en los trabajos de la primera reconversión del Molino antillano, una tarea que le encomendaron desde el Partido, pues por ese entonces (año 1981) era funcionario del organismo político.

“Inicialmente se hizo un molino de maíz con tecnología italiana. En el año 1975 comenzó el movimiento de tierra y en el 1978 estaba terminado. Pero problemas con el suministro de la materia prima tenían paralizada la fábrica. Los grandes productores del dorado grano se concentran en los Estados Unidos y todos conocemos las trabas que impiden adquirirlo. Surgió la idea de convertir la industria en molino de harina de trigo”, explica.

Con un grupo de jóvenes, que inicialmente se prepararon en la capital, echaron a andar la fábrica. Así comenzó un idilio quijotesco entre Portelles y el Molino, la gigante “mole de hierro” que abrazó para toda la vida como si fuese su “Dulcinea”, pues a diferencia de la novela cervantina, su única lucha con este Molino ha sido quererlo durante más de 42 años.

portellesantillaFoto: Yanela Ruiz

Ni jubilado pudo permanecer mucho tiempo lejos de la fábrica de harina. Por eso, luego de cumplir con sus menesteres de único hijo con su madre, su decisión fue reincorporarse a la planta, donde se siente útil.

“Esto es parte de mi vida, ya es un hábito venir para la fábrica. Aquí estuve muchos años desde joven”, comenta Ibrahim, el Técnologo que a sus 80 años de edad se desenvuelve con la naturalidad de sus conocimientos.

En la década de los ´80 en la Alemania Democrática estudió la especialidad junto a un grupo de 20 jóvenes de varias provincias. Luego ganó en pericia con la experiencia que le fue otorgando su trayectoria laboral.

Tanto ha sido su empeño que llegó a comandar el Molino durante varios años, pero como él mismo alega, su pasión no era administrar ni dirigir, sino permanecer implicado directamente en el proceso tecnológico. Por eso pidió la liberación del cargo para dedicarse de lleno al flujo productivo, donde había otro incentivo: mejores salarios.

“Me divierte y gusta más el proceso tecnológico de la fábrica, uno se enamora de esa actividad, le coge cariño. Es atractivo ver cómo se logran las diferentes harinas de acuerdo con su grosor. Hay una que se destina para la producción de pellys, que para lograrla tuvimos que hacer adaptaciones en la tecnología”, cuenta.

“La innovación surgió para suplir la necesidad de materia prima de Papas&Company, que hasta ese momento importaba la harina desde Santo Domingo. Nos trajeron una muestra y adaptamos el equipamiento. En el proceso de prueba apreciamos que sí se le podía molinar como la requerían. Sumamos otro cliente y esas producciones generaron ingresos en divisa para la industria, que para ese entonces ya había vuelto a ser un Molino de maíz”, subraya.

“De todos los procesos de reconversión se heredó una industria con tecnología híbrida, pues también tiene parte rusa”, señala Portelles, quien está estrechamente vinculado a las innovaciones realizadas en los filtros del Molino, que obstaculizan la contaminación del medio ambiente.

“Luego de los análisis determinamos reducir el sistema de mangas de 72 a 46, para que tuviese mayor presión de aire en el filtro, no se acumule el producto que llega y no pierda fuerza la fábrica”, destaca.

portelles2Foto: Jorge Luis Morales, camarógrafo de Telecristal.

En el momento que visitamos a Portelles la industria estaba paralizada por falta de materia prima, periodo que se aprovecha para dar mantenimiento y como dice el más longevo de la tropa, “coger todos los detalles que pueden entorpecer el proceso”.

El flujo productivo es muy meticuloso, y enfatiza en la atención que le ponen a la zaranda, donde están los cernidores, que es el cerebro de la fábrica, el que distribuye, por el tamaño de la partícula, lo que va a cada banco. Ahí es cuando se divide la parte blanda de la vítrea (parte dura del maíz) para darle curso al molinado.

“Hay que tener conocimientos”, insiste Portelles, que como experto conduce a los demás en las reparaciones, y le van explicando las acciones realizadas, aunque él también las chequea con sus propios ojos, aun cuando ascender al último piso ya le tome más tiempo que en otras etapas.

Velar porque en el proceso no existan dificultades, ni se vaya nada de lugar, implica una entrega total del Tecnólogo, que tiene que conocer la parte mecánica, en sentido general el esquema eléctrico, y fundamentalmente el proceso que lleva el maíz para obtener los diferentes tipos de harina.

“Cuando llega el grano hay que prelimpiarlo y en la zaranda se culmina la limpieza con los pulidores, que tienen unos tejidos técnicos (mallas) adentro y ahí se elige lo que será procesado en la remojadura, donde se le da reposo, hasta 8 horas apróximadamente, y después comienza la molienda.

“Hay que saber la humedad del grano, (15 por ciento) y en consecuencia la cantidad de agua que se le debe sumunistrar. En la parte de la tecnología hay que verificar la estría que se usará para cada masa en los bancos de cilindro, porque está en relación con la malla puesta en el cernidor.

“Resulta vital, incluso, dominar cuáles son los motores que trabajan, pues su función es en cadena, si anteponen uno de menos revoluciones entonces se forma lo que nosotros le llamamos empacho, se para la molienda porque el otro no tiene la fuerza para transportar la cantidad de producto que llega”, aclara.

“El movimiento que hace el cernidor es oscilante y tiene que ver con la estría que tiene la masa para obtener los distintos productos. Está la cáscara (envoltura), el germen (del que se puede extraer aceite) y la harina fina y la polenta (más gruesa) así le llaman los italianos, que es lo que comercializamos, fundamentalmente, para la industria alimentaria”, dice.

De Bijarú, municipio de Báguanos, procede Portelles, quien desde pequeño fue a vivir a Antilla, donde se aplatanó de tal manera que ni sus hijos han podido convencerlo para llevarlo a la capital junto a ellos.

“Prefiero la tranquilidad de este pueblo, donde crecí , hice mi vida y familia, y además, aquí me conocen muchos, pues antes de venir para el Molino, trabajé en otros frentes, como los Comités de Defensa de la Revolución y en tareas relacionadas con trabajos voluntarios en la construcción de obras en el área regional, que comprendía seis municipios”, agrega.

Siempre disciplinado, Portelles, como el superior de la vieja escuela, aconseja a los más jóvenes a dar lo mejor de sí y estudiar constantemente. En su ejemplo, amparado en los muchos años que fue reconocido como Vanguardia Nacional y las condecoraciones por ser combatiente internacionalista, entre otros muchos méritos, sostiene su mayor orgullo moral, al que agrega el alto sentido de pertenencia, responsabilidad y amor al trabajo.


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Comentarios  

# Yaumarys 28-09-2023 19:33
Muy buen compañero mis saludos y respeto trabaje con el en esa institución
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