Si el hombre sirve, la tierra sirve

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campesino esteban 1 ATHFotos: Alexis del Toro

 

Caminos polvorientos, vegetación desgreñada y una presa a medio secar: no es un paisaje amable el que nos conduce hasta aquí. Para quien vive en la ciudad, este mundo de casitas acomodadas a puro antojo pareciera quedar en otra dimensión, lo rural lindando con lo urbano, casi sin fronteras.

 

Aquí tiene él su reino. La finca María, llamada así en honor a su madre. Ha dejado crecer sus sueños en un valle que ha colmado de abundancia en menos de una década. Mayabe, en Holguín, es un predio de infinitas posibilidades para el joven licenciado en informática, ingeniero civil y estudiante de cuarto año de derecho.

 

Esteban Sánchez llega en un acicalado moskvich después que yo a nuestra cita. Su día, que necesita más de 24 horas debe compartirlo en obligaciones incontables y esta entrevista lo separa del trabajo por unos minutos.

 

Se cuenta entre los asociados de la cooperativa “Adel Calderón” y ha vivido lo que para muchos resulta descabellado: la temida migración hacia el campo. 

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“Vivía en la ciudad. Nací allí, pero vendí mi casa en Sol y Fomento y vine para acá. Le fui cogiendo el gusto a esto.” Por eso Esteban se construyó una vivienda sólida, confortable, hermosa. Asegura que teniendo un transporte todo se hace más sencillo, “aquí no te molesta el ruido, hay menos enfermedades, tranquilidad, no incomodas al vecino ni él a ti”.

 

Pero no siempre tuvo a mano esta comodidad. “Cuando empezamos esto era aroma y marabú. Comenzamos mi papá y yo con 3,08 hectáreas. Como la dirección de la agricultura ve que uno ha trabajado, que nunca hemos estado de merolicos, que las ganancias son para la cooperativa, que hemos aportado bastante, se me han ido incrementado las tierras. Ahora tengo 8,87 hectáreas, y mi papá 12,05. Recientemente me anexaron una caballería de mango.

 

Esto no es una maravilla. Hay que trabajar. Si piensas venir al campo a tomar ron todos los días, estás perdido. Hay que saber en qué invertir y no dejarse llevar por lo que dice cualquiera”.

 

Para Esteban todo inició con la producción porcina. “Primero fueron 50, 80, 100 puercos. Hoy tenemos capacidad para 600, antes de que terminaran los convenios estábamos entregando anualmente 100 toneladas de carne. Criar puercos es difícil, sobre todo en los últimos tiempos en que no había ni medicamentos”. 

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Esta trabajosa actividad lo llevó por el camino de las energías renovables. “En 2012 comencé a hacer las cochiqueras y en 2013 pagué una planta de biogás, pero no me gustó el diseño y me puse a leer y comencé a diseñarlas yo mismo. Sobre este tema hice mi trabajo de diploma para graduarme de ingeniería civil”.

 

Y si se puede dar a entender la efectividad en cifras, su sistema ha alcanzado no solo a favorecer a sus trabajadores y familia en la cocción del alimento humano y animal, sino que se ha extendido como un servicio de instalación y montaje a personas jurídicas y naturales, llegando a sumar alrededor de 60 biodigestores instalados en la provincia.

 

Pero no se detiene a regodearse en lo hecho este emprendedor de 39 años. Desde finales de diciembre pasado comenzó la obra civil de su más nuevo desafío: la minindustria Productos del Valle. “Todo el proyecto es mío. Tendrá laboratorio, aérea de beneficio, cuarto frío, espacios para el procesamiento, almacenaje y empaque de los productos. Aquí vamos a hacer encurtidos, mermeladas.

 

Tengo sembrado mango, guayaba y fruta bomba.”. Mientras caminamos Esteban felicita a los albañiles que dan toques finales a la edificación. “Hoy sí estoy orgulloso de ustedes”, les dice. En el frente, ya sembrado de flores, un Martí patinado de bronce esgrime una sentencia, si el hombre sirve, la tierra sirve.

 

Nada se desaprovecha en las tierras del polifacético usufructuario. Optimiza cada recurso energético en molinos, biodigestores, añora tener su propio parque de paneles solares con cuya energía satisfacer las necesidades de la pequeña fábrica y aportar a los trabajadores en sus hogares.

 

Esteban parece estar estudiando todo el tiempo, buscando nuevas vías, modernizándose, poniendo ciencia a la tierra. En relativamente poco tiempo ha logrado con inteligencia, determinación y trabajo lo que a muchos les toma una vida.

 

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El recorrido en que me guía nos lleva por diferentes puntos de sus tierras y en medio de esto una de sus hijas le reclama tiempo, lo que al parecer no está entre los activos que le sobran.

 

Me sorprenden las jaulas con cuises, los patos entrometidos, gallos de plumaje como para posar ante Mariano Rodríguez, cerdos inmensos, mariposas amarillas revoloteando, abundantes, como solo en sitios de este tipo. “Entre mi papá y yo tenemos 54 cabezas de ganado”.

 

Continúa explicándome y camino a su lado cuando destapa las jaulas de conejos recién nacidos. Me cuenta el ciclo reproductivo de estos animales, sus hábitos, la forma de cocinarlos. “Quiero llegar a cien reproductores. Con una pareja, después del segundo o tercer mes una familia puede darse el lujo de tener en su mesa dos veces por semana, carne de conejo”.

 

Hablamos del futuro. A pesar del cese de su convenio en la producción porcina, dice convencido, “seguiré criando puercos con los restos de la minindustria, tal vez no pueda tener 600 pero al menos 100 sí.

 

Ahora vamos a invertir en el sistema de riego, tengo que lograr que en tiempo de seca apretando un botón de una turbina tenga agua la finca completa. Comencé con inversiones, reparé una presa, empezamos a hacer conductoras, para llevar agua por gravedad, con lo que ahorro energía. Eso lleva su inversión inicial, pero se paga sola”.

 

Es cierto, la tierra sirve, en la misma medida de quienes la hacen parir sus mejores frutos, pienso desandando el camino polvoriento, rodeado de la vegetación desgreñada y una presa a medio secar, sendero que conduce a la ciudad, esa que espera por hombres como Esteban para sostenerse y crecer.

 

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Liset Prego Díaz
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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