Gabriela Rojas: pasiones que requieren sacrificios
- Por Sheyla Díaz Figueras /Estudiante de Periodismo
- Hits: 2725

¿Qué sabe un niño a los ocho años? Sabe jugar cuando llega de la escuela y sus amiguitos del barrio lo esperan para correr por las calles. Sabe sentarse delante del televisor durante horas para ver esos animados que tanto le gustan.
Definitivamente no piensa en futuro. Cree que su mamá estará ahí para toda la vida y su papá lo defenderá cuando lo malo se aproxime, sin embargo, hay pasiones que requieren sacrificios.
Gabriela era muy pequeña cuando escuchó el sonido del piano por primera vez. Todos los días pasaba frente a la escuela, la veía inmensa con sus cuatro plantas y diversidad de sonidos, hasta diez instrumentos tocando al unísono.

El piano se volvió su pasión. Era increíble que una niña de ocho años podía estar tan decidida a convertirse en instrumentista. Luego de intensos días de preparación y tras aprobar los exámenes de aptitud entró a la Escuela Elemental de Arte Raúl Gómez García.
Levantarse temprano ya era costumbre. Se pasaba todo el día en la escuela. Las clases de escolaridad las daba en la mañana y las de música en la tarde. Llegaba cansada a su casa, pero tenía que estudiar, pues la obra que el profesor había indicado debía ser aprendida.
Las asignaturas de Matemática y Español tenían notas excelentes, pero Solfeo y Apreciación Musical no podían quedar atrás, pues con tan solo ocho años aprendes a llevar alrededor de 12 materias con calificaciones bastante exigentes.
Las vacaciones no existen. El verano se convierte en partituras y partituras por aprender. Comienzas decidido, una obra a la vez. Pasan cinco minutos y ya ves el instrumento como un enemigo que no te permite salir a jugar.
Los años pasan y el futuro se ve con otras perspectivas. Los gustos cambian. Lo que fue tu pasión en un momento ya no lo es. Así es el ciclo de la vida y sobre todo en edades tan tempranas. Como puede suceder, Gabriela también transitó por esos cambios.
El piano se convirtió en una tortura. Las teclas no derrochaban alegría y el cuerpo de Gabriela le hacía total rechazo a aquel instrumento.
"Un día, al caminar por los largos pasillos rumbo a mi habitual clase de piano, escuché una sonoridad estremecedora. La trompeta se adueñaba de toda la escuela con su melodía"; en ese instante Gabriela descubrió su vocación: ser trompetista.
Al comenzar el sexto grado estaban hechos todos los trámites. El cambio de especialidad fue inmediato. Las clases de trompeta comenzaban y la niña debía vencer el programa del primer y segundo año de la especialidad en un solo curso.
"No fue una tarea fácil. Tenía más exigencia por parte de los profesores y las horas de estudio aumentaron. Conocí la historia de la trompeta, sus compositores famosos, el posicionamiento y utilización de la boquilla y poco a poco fui creciendo como estudiante hasta alcanzar la máxima puntuación en mis exámenes".
La técnica del instrumento siempre fue una tarea fácil para Gabriela, sin embargo, se exigió mucho en cuanto a la sonoridad. Su mayor deseo era lograr una melodía exquisita a la hora de ejecutar sus obras.
"Al comienzo es difícil. Te decepcionas si no sale el sonido correcto. Te molestas y lanzas el instrumento como si fuera el culpable de la equivocación. No estudias más durante el día y te entristeces, sin embargo, aprendí a superarme y a lograr el objetivo trazado en cada hora de práctica".

La COVID-19 también marcó su paso por la vida de la futura trompetista, pues las clases fueron suspendidas, pero el virus no fue un impedimento. Los profesores visitaban su casa o viceversa. Así, adelantó su programa de estudios y comenzó a prepararse para el pase de nivel al Conservatorio de música José María Ochoa.
El estrés, la ansiedad y los nervios se apropiaron del último curso en la Escuela Elemental de Arte. Todos estaban enfocados en la prueba que les daría paso a su próximo nivel de enseñanza.
Desafortunadamente, Gabriela enfermó y se pasó un mes sin tocar la trompeta. Hecho que para los instrumentistas suele ser bastante grave ya que se pierde práctica y agilidad.
"Estaba muy asustada, pero no me dejé vencer y puse todo mi empeño en continuar estudiando. No soltaba la trompeta. Con la ayuda de un compañero de clases pude adelantar en las asignaturas teóricas."
El día tan esperado llegó y junto con él, la puntuación máxima en el pase de nivel. Es así como Gabriela Rojas Rosal se convierte en la primera mujer graduada del nivel elemental en la especialidad de trompeta desde hace 48 años.
Artículo relacionado:
Escuela de Arte de Holguín con nueva generación de graduados
Comentarios