Papá

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padres
 
La vida me regaló dos padres. A ver, no vayan a pensar que fue una confusión de mamá. Estaba clarísimo, del que me hizo, biológicamente hablando, soy su copia física. Por eso todo el que me vía, decía:“Niño, eres cagaíto, cagaíto…”

Del que me crió, por más de veinte años, tengo una lista enorme, pues me heredó esa respondabilidad ante el estudio, me “obligaba” a estar informado de cuanta noticia apareciera, y aguántense, que los debates políticos surgidos mientras insistía de fondo la programación de Telesur eran (son) largos.

Quizá tengas más de dos, nadie sabe las vuelta que da la vida. O puede que tengas solo uno, el auténtico, el primero. Pero la cifra, en estas líneas, no es importante.

Porque Papá no es un número exacto, papá es aquel que está y te abraza, cuando piensas que no te va apoyar, es el que te ayuda en las tareas de Inglés, de Economía Política, de Filosofía, porque sabes que su opinión y su inteligencia lo hacen grande. Es el que te tira un “salve” cuando estás apreta´o, y no tienes un kilo pa´ salir.

El “puro” es algo más que un domingo de junio, son esos consejos que te da y te alumbra los caminos, y hasta te lo hacen fácil, cuando piensas que no puedes cruzarlo. Y sí, debo confesarlo, a mis padres pocas veces le he dicho que los quiero, y por eso, debo pedir disculpas, porque uno sabe cuánto alienta y alimenta esas palabras. Hoy lo grito, aprovecha tú también, no vaya ser que después sea tarde. Y todo se vuelva ausente.

Y llegan las postales, los regalos por su día… pero nada de eso reemplaza el significado de sus regaños, las fotos juntos, los recuerdos juntos. No puedo decir que siento su aliento todos lo días, uno crece, se independiza, y hasta emigra. Sin embargo, yo sé que están ahí, dispuestos a escucharme cuando lo necesite, a desafiarme si impongo algo que no esté bien, o no me conviene. Lo siento.

Y sí, yo quiero también ser papá. Tener una hija para llenarla de colores y batas blancas. Contarle mi Isla, amarla, educarla, abrazarla fuerte. Ahí sabré, en carne propia, el sacrificio, esta rica sensación. Mientras tanto, sigo siendo el hijo malcriado, aunque los 25 años se asomen, y mis padres estén ahí, porque para muchos, sus niños nunca crecen. Ya lo dije antes, este cariño eterno no es una cuestión de cifras.
 
Jorge Suñol Robles
Author: Jorge Suñol Robles
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Periodista, hasta cuando duermo. Escribo porque las palabras pueden construir caminos y describir realidades, pueden cambiar el mundo. Melómano excesivo. Cubano, de pies a cabeza.

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