Locuras del siglo

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legal ilegal
 
Este mundo anda patas arriba, dicen muchos por ahí. Pareciera exageración, pero cuando constantemente chocamos con situaciones y decisiones algo descabelladas pudiéramos darle toda la razón; sin embargo, no solo él anda mal, quienes lo habitan, también.
 
Porque si no es así, cómo es posible explicar el cambio rapidísimo entre lo considerado bien o mal lo moral o inmoral; legal o ilegal; racional o irracional. Tal vez las causas están en cambios de paradigmas, consumismo, crisis económicas y sociales, en fin; mas me asusta cómo nos dejamos llevar en esa oleada y no nos detenemos a analizar lo que hacemos o sucede.

Quizás el ejemplo más claro de la locura que predomina en este siglo XXI sea lo ocurrido el pasado 22 de enero en Venezuela. Si fuese tan fácil autoproclamarse presidente, ciertamente todos los días hubiese uno distinto en cada país, y por supuesto, unos locos más lo apoyarían.

Pero al acercar más este fenómeno a nuestro contexto local, podemos constatar cómo sucede a diario, y simplemente lo dejamos pasar cuando a veces debemos ser como el salmón y nadar a contracorriente.

Por ejemplo, si el chofer del ómnibus maltrata a sus pasajeros o no realiza una pequeña parada para recoger a un anciano, ¿cuántos le hacemos frente? Si un pasajero reclama la transportación indebida de sacos con calabazas, cebollas yotros productos agrícolas en general en el autobús, que es de uso público y para personas, no de cargas, ¿cuántos apoyan su reclamo?

La experiencia ha demostrado que muy pocos o ninguno, en la primera muestra la indiferencia hace acto de presencia y en el segundo, atacan a quien obviamente cuestiona una acción que perjudica a muchos.

En el bulevar de la ciudad holguinera, justo frente a la Casa de Cambio Cadeca, una señora se sienta muy confiada a vender medicamentos, a la vista de todos, y nuevamente, la mayoría prefiere ignorar la escenao tal vez hasta le compren uno que otro blíster de esos que resulta difícil adquirir en las farmacias porque están en falta y “lo necesito”, dirán algunos.

Hace unos días, un lector enviaba un email a una colega quejándose por el trabajo de los “Inspectores fantasmas”, así los denominó; sin embargo, no sé si esa persona se detuvo a pensar primero, cuántas veces esos “Inspectores fantasmas” haciendo lo que les corresponde son ofendidos acusándoles de abusadores por decomisar la mercancía que inescrupulosos revenden a precios exagerados y pocos apoyan la acción de ese cuerpo oficial.

Precisamente, unas semanas atrás, un video fue viral en las redes, en el se observaba a carretilleros dedicados al expendio de productos agrícolas tirando su mercancía hacia la calle ante un decomiso por estar violando la tarifa de los precios estipulados y algunos ejerciendo la actividad ilegalmente, y la acciónpopular mayoritaria fue recoger la mercancía y llevársela, a la par que proferían insultos a los funcionarios.

Asimismo, un policía realizaba un arresto y la población estaba en contra, mientras que el oficial les decía: “es un ladrón, hay que apresarlo”, aun así transeúntes que ni sabían que acontecía en el céntrico lugar criticaban con fuertes improperios al joven uniformado.

Lo más irónico es que cuando somos nosotros los afectados entonces sí exigimos una respuesta rápida y contundente del inspector o el agente del orden público para hacer valer nuestro derecho, se adopten medidas con el infractor o con el que nos afectó.

Hoy día, por lo regular, si alguna persona cuestiona en su centro de labor problemas de indisciplina y otros que afectan al colectivo o denuncia lo mal hecho la consideran un látigo, mala persona o una atravesada. Si robas eres un luchador, y para colmo, los revendedores son los “salvadores del pueblo”, como no pocos de ellos se autoproclaman.
 
Eso es tan inconcebible de aceptar como que la Empresa de Gastronomía del municipioHolguín abra un punto de venta de bebidas alcohólicas a menos de 100 metros de dos seminternados, dos círculos infantiles, un área wifi y en expreso desacuerdo de la comunidad en el que está enclavado.

Vale entonces reflexionar entre todos y cada cual someterse a un examen de conciencia. No podemos aceptar lo mal hecho, porque la sociedad que heredaremos a nuestros hijos será una sin orden ni cordura. Paso mis manos por la cabeza, solo atino a desear que esta locura del siglo XXI sea pasajera, y todo regrese a su cauce.
 
 

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