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- Por Jorge Suñol Robles
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Pensé que demoraría mucho más tiempo en escribirlo. Que la rutina del trabajo me consumiría, que los recuerdos llegarían después, que ver una foto no provocaría tanta nostalgia. Pensé que estos cinco años explotarían cuando llevara doce cursos separado de ella, pero no, lo hicieron ahora, a cuatro meses de haberme ido, cuando se me pone “vieja” y cumple 5 décadas. Llegaron poco a poco las historias, me llenaron de pinchazos y heridas, se fueron tejiendo, organizándose, diluyéndose y consumiéndome.Pensé, luego, que no iba ser tan malo el recuento, un supuesto desahogo de experiencias. Me confundí, y fue muy difícil vivirlo.
La Universidad no supuso, para mí, estar ausente de casa, adaptarme una beca, sufrir las cuartelerías, vivir en otra ciudad y recorrerla. La Universidad, para mí, fueron los 20 minutosa pie que me separaban de ella, las llegadas tarde, el café y el pan con mayonesa de “Yunior”, las horas en el laboratorio, el viaje al Pico Turquino, un grupo al que llamamos “el experimento”, una guagua insportablemente llena, un telón de papel periódico, una caída épica y cinematográfica por bailar suave y sensual, la gente buena que se iba y dejaba huellas, las guardias estudiantiles, las fiestas inventadas, un noticiero que creó expectativas. La universidad, para mí, fue estar presente, pero estar en mayúscula, sentirme y desandarla como si fuera mi hogar.
A ella, y no es un eslogan, le debo gran parte de que soy y cuando digo parte, pongámonos numéricos, es más del 70 %. En sus aulas maduré, crecí, me dormí, aprendí, conocí sintagmas y verbos que me ayudaron siempre a pulir o “desbaratar” mis textos. La gramática, caballero, es más compleja que una ecuación trigonométrica, sin despeje claro y exacto. Pero si me pongo a calcular las x y las y, comienzo por Economía Política y la ardua tarea, que ardua, la increíble misión de entender sus perceptos y postulados marxistas “capitalinos”, sigo conTeoría de la Comunicación y todo sus efectos, a corto, mediano y a largo plazo y acabo con Filosofía, que siempre se disputa que si ser o pensar. La lista es larga y negra para los que creen que estudiar periodismo es cosa fácil.
Hay quienes no asumen este tiempo con ganas, hay quienes son protagonistas y se inspiran cada día, hay quienes van solo por coger 5 en el examen, otros se conforman y emborrachan con el 3. Hay quienes, lo miran todo desde fuera, lo ven difícil, pesado, poco probable; hay quienes, desgraciadamente, no aguantan y no terminan. La universidad es un reto constante, no es la pañoleta azul, el mograma rojo, el distintivo del Che, es más que un símbolo, es más que una Feu, la universidad es el camino, el puente y la ventana de muchas cosas.
Cuando entras te parece eterna. Hay momentos en que desear salir de ella, hacerte “grande”, graduarte y ni un seminario más. Pero cuando acabas, ya con el título en mano, te queda un vacío muy grande, sientes la ausencia de una etapa que pasó, y te resistes, no te acostumbras, te ilusionas, revives cada cuento, cada chiste, cada examen, cada gente que te abrazó, cada obstáculo que enfrentaste. Cuando acabas, llega la catarsis de extrañar los almuerzos en el comedor, las profes “fuera de liga”, las clases que provocaron y sacudieron a un montón, el esperado estipendio.
Y algún día incalculable llega el momento de aceptarlo, de superarlo, adentrarse en la era del trabajo. Pero nunca olvidas aquellos cinco años que atravesaron tu vida, que dejaron un tatuaje, miles de canciones, buenos amigos, una barba desarreglada, una adicción al café y las madrugadas, un compromiso y un riesgo con la palabra y el periodismo. No olvidas a aquellos que formaron parte y les agradeces, eternamente. No olvidas una tesis de gastritis y estrés. Caminas y comparas cinco años atrás. Ves caras nuevas y entusiasmadas, rostros viejos y comprometidos. Sientes el cambio, todo lo que ha logrado por el esfuerzo y dedicación de los que allí habitan. Entonces, no aguantas las ganas de volver, aunque sea difícil vivirlo y contarlo.
Comentarios
Fue el pedagógico holguinero, no pasa 1 día sin que un recuerdo cruce por mi mente, sin que lata como otro corazón en mi pensamiento.
Cuantos recuerdos, unos que jamás se borrarán, otros que aunque quiera no podré eliminar de mi existencia fugaz.
Hoy sigo siendo el mismo, a mis 39 reciento cumplidos, sigo siendo aquel estudiante, sí porque uno nunca termina de aprender, por si fuera poco, hasta con el último sorbo de aire en nuestros pulmones, aún en ese momento, todavía estaremos empezando a seguir descubriendo, así lo creo yo.
Tantos nombres acuden hoy a mi mente que se me vuelve una formula de alegría, mezclada con felicidad y tristeza, a otros los llevo muy profundamente en mi corazón como tesoros perdidos que ni yo mismo dejé rastro de cómo encontrarlos, en eso soy un egoísta, lo asumo.
Quiero expresar mi enorme felicidad de haber podido pasar ese rato de mi vida, hasta presidente de la FEU de ese instituto fui por un tiempo, más me invade un cruel apretón en el pecho cuando siento que la máquina del tiempo es solo ficción, ahh quién pudiera.........
Dixan