No estaba confundido

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A Julito le gritaban cosas todo el tiempo. Le decían “flojito” y un listado “creativo” y doloroso de sinóminos. Le daba temor caminar por los pasillos de su escuela. Iba porque tenía que ir, porque quería aprender, pero en realidad, estaba cansado de aquella represión constante y abusiva, de que la gente se ríera de él.

A veces, era tanta la rabia que se quebraba en llantos. No podía hacer otra cosa. Sentía mucho miedo, un miedo en mayúsculas, ese miedo que te pincha el corazón y te exalta, te consume. Julito era un niño complejista en exceso. Débil, aparentemente.

Su madre lo sobreprotegió. Nunca le explicó que “lo suyo” no era nada anormal, no era el pecado que la gente piensa, la enfermedad que algunos diagnostican. Ella, no estuvo cuando la necesitó. Lo complacía, pero no de la forma que él quería. Julito supo entonces que esto lo tenía que enfrentar solo.

Un día lo decidió. Llegó al límite de lo que pudo aguantar y explotó, explotó ese deseo de querer ser uno sin que te aplasten, esa fuerza que llevaba dentro y que no mostraba por estar, supuestamente, “confundido”.

No, no estaba confundido. Tenía clarísimo lo que le gustaba, a pesar de ser un adolescente con espinillas, a pesar de las curiosidades hormonales, a pesar su inexperiencia, prefería su mismo sexo.

No abrió su closet y lo gritó al mundo. No era necesario el exceso. Pero se enfrentó a “los gritones”, a golpes, a verbos, se enfrentó con todo su aliento, con la consecuencia de que las heridas que le quedarían iban a ser solo físicas, su alma estuvo en paz. Fue feliz, al menos por unas horas.

Julito, corrijo, nunca fue débil. Demostró que podía, quizá no de la manera ideal, pero podía, fue su forma desesperada de resolver las ofensas. Sus maestros lo sabían y trataron de ayudar, pero no fue suficiente. El bullying atravesaba las puertas del ambiente escolar y lo perseguía hasta su casa.
 
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A Julito no le gritaron más nada, pero solo por un tiempo. Volvía una nueva pandilla de chiquitos a ofenderlo, en medio del himno, en medio de una clase. Y todo acabó cuando terminó la Secundaria. Creció y se impuso ante las etiquetas.

Con los años, compendió que la vida está llena de ignorantes, gente que le place hacer sentir mal a otros, los que se creen más hombres que nadie, y al final, demuestran lo contrario. La vida es diversa, y eso hay que entenderlo, explicarlo, asumirlo.

La historia de Julito puede ser suya. Quizá haya sido víctima o cómplice de ejemplos como este. Tristemente lo vemos a menudo en nuestras escuelas y eso hay que enfrentarlo con urgencia. Los maestros, en conjunto con la familia, deben ocuparse y erradicar estas situaciones que no llevan, casi nunca, a finales agradables.

El diálogo entre los estudiantes y docentes debe mantenerse y suceder de forma sistemática, de manera tal, se conozcan los problemas que afectan a los alumnos. No es una tarea fácil, es evidente. Se impone aplicar las medidas y las sanciones necesarias a los implicados. Nadie puede quedar impune ante ese tipo de agresiones.

Julito hoy es un hombre feliz. Ya no lo cuenta con miedo, lo hace con el orgullo profundode haberlo superado, y con la esperanza de vivir en un país que cambia, un país en Revolución. Julito cree que cada cual debe ser como quiera ser; no importa la raza, la orientación sexual, el peso. Si te sientes bien cómo eres, entonces, sonríe y dile a los que “gritan”y se burlan en pasillos que tú eres más grande, que vales más.
 
Jorge Suñol Robles
Author: Jorge Suñol Robles
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Periodista, hasta cuando duermo. Escribo porque las palabras pueden construir caminos y describir realidades, pueden cambiar el mundo. Melómano excesivo. Cubano, de pies a cabeza.

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Comentarios  

# uno que sufrió 18-10-2018 18:28
Estimado Jorge Suñol Robles, muy acertado su comentario. Muy inteligente su denuncia. El problema del abuso (no necesito el término anglosajón cuando en Español hay una palabra que lo describe) no se limita solo a aquellos que la gente tilda de homo[censored]uales. Todo hombre sufrió en alguna medida el abuso de otros más fuertes y la burla incesante de otros que no pudieron estar a su altura en las respuestas, en las notas de los exámenes o, sencillamente, porque querían llamar la atención y recurrían al instinto básico animal: agredir a otros para que el colectivo se fije en ellos.
Personalmente viví un infierno en las becas del plan "San Andrés", aunque las escuelas no estaban en este consejo popular propiamente dicho. La 4, o IPUEC Mario Martínez Arará, fue lo más parecido a una cárcel que conocí. El abuso era habitual. Los de "12" sometían a los de "10" y los golpes eran habituales si alguno osaba rebelarse. Los profesores jamás subían a los albergues que eran territorio de un grupito de "mandamases" con el beneplácito de la dirección. Conocí excelentes muchachos que hoy son grandes médicos, científicos y profesores, que sufrieron calladamente el suplicio de tener que estudiar en una escuela donde no se privilegiaba el estudio, sino el trabajo en el campo. Era más importante desyerbar naranjales que aprender matemáticas. Lamentable, pero así estudiamos miles de holguineros en los 80 y los 90 hasta que cerraron aquellas prisiones-escuelas. Calculo que una buena generación de los ladrones y bandidos holguineros se graduó con honores en aquellos centros. Aún recuerdo el día que mi abuela me dio su última sábana para que me fuera para la Escuela y lo amargo que resultó para mi decirle que en menos de 24 horas me la habían robado. Y la Dirección del "pre" no hizo nada de nada, a pesar que le di el nombre de los ladrones, pues era el jefe de albergue y, aunque no lo crea, un dirigente de la FEEM en la Escuela. "no tienes pruebas" me dijo el mal profesor y director de aquel entonces y que hoy comanda una brigada en un taller mecánico. Hay para más, pero terminar con el abuso en las escuelas cubanas lo veo bien difícil. Es una pseudocultura que predomina hoy en la sociedad. ¿Lo duda? Móntese en una 10 en horario pico. Haga una cola en el Mercado Garayalde para adquirir cualquier producto cárnico o lácteo. Trate de comprar en rebaja en alguna tienda en divisas. En plena ciudad las personas contemplan sin molestarse como algunos muchachones alegres agreden y abusan a diario con los deambulantes y algunos hasta ríen las gracias... la lista de abusones y abusos es larga, y eso, lamentablemente, lo aprenden los niños, ¿Cómo esperar que no se burlen del más debil, que no avasallen al que tilden de homo[censored]ual?
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# Jorge 23-10-2018 15:22
Hola, gracias por su comentario. Sus palabras me recuerdan a un cortometraje cubano llamado Camionero, de Sebastián Miló. Búsquelo. Es triste ver y sentir este abuso en las escuelas. Que como usted señala, es un tema viejo. Su historia me conmueve, y puedo contarla si me lo permite. Gracias otra vez por la valentía de describir todo lo que pasó en su pre, por la sinceridad. Saludos cordiales. Puede escribirme a: jrobles@ahora.cip.cu para cualquier duda o sugerencia.
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# kike 29-10-2018 12:43
Concuerdo en todo con ud. "uno que sufrió",excepto en que hasta en China se usa el termino bullying.Saludos.Ahh Jorge,buen punto de vista.
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