Holguín siembra el futuro
- Por Kevin Darío González Morales / Estudiante de Periodismo
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Parque Nacional La Mensura. Foto: Página de Facebook Villa Pinares de Mayarí.
Hablar del medio ambiente en Holguín es hablar de resistencia. Es mirar los árboles que vuelven a brotar en suelos por diferentes factores, escuchar el rumor de un río que se niega a morir seco y ver a una comunidad entera movilizarse para que sus hijos conozcan el valor de una planta endémica o el sonido limpio del aire sin humo.
Durante los últimos años, la provincia ha tejido una red de esfuerzos que involucra a científicos, educadores, estudiantes, trabajadores forestales, cooperativas, entre otros muchos imprescindibles. No son figuras decorativas, sino rostros reales que, con las manos en la tierra o frente a un microscopio, buscan sanar un entorno que es golpeado por el cambio climático.
El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) funciona, más que como una simple institución reguladora, como motor de la transformación territorial. Desde su sede en Holguín, impulsa el programa Tarea Vida, una estrategia nacional de adaptación al cambio climático, que en la provincia pone en marcha soluciones específicas como la rehabilitación de dunas, la restauración de playas turísticas y la reubicación de viviendas expuestas a penetraciones del mar.
El trabajo va más allá del terreno visible. A través del Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales (Cisat), el Citma realiza estudios sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos que permiten valorar científicamente a zonas de bosques nativos o bahías no contaminadas.
En las áreas costeras se identifican varios servicios ecosistémicos, que permiten priorizar la biodiversidad, el turismo y la educación. Estos conocimientos sirven para ajustar planes de manejo en parques nacionales como Pico Cristal y Mensura Piloto.
En el corazón de estos logros están tareas constantes, muchas veces invisibles, como el monitoreo de indicadores forestales en más del 95 por ciento del patrimonio boscoso provincial, la vigilancia de fuentes contaminantes y las acciones contra incendios que cada año trazan miles de kilómetros de trochas cortafuego.
Se promueve también la producción de toneladas de compost y de humus de lombriz, y se capacita personal en normas de calidad, metrología e inocuidad alimentaria, incluyendo actores del sector no estatal.
Holguín en un espacio de innovación. Es sede de Expoambiente, un evento que reúne a varias entidades, mostrando cómo la ciencia, la empresa estatal y el activismo social pueden convivir por un fin común: salvar el entorno. El Citma fortalece la educación ambiental, entendida no como teoría, sino como transformación cultural.
Cada semilla sembrada es un acto de fe; cada tarea, una promesa de cuidado; cada charla, una escuela y cada asesoría a un campesino es una inversión en el mañana. Holguín está construyendo una nueva relación con la naturaleza, más consciente y científica, pero también más humana.
El camino es largo; todavía hay ríos que esperan limpieza, áreas protegidas que sufren amenazas, y comunidades que siguen sin acceso a tecnologías limpias o información actualizada. La batalla contra la contaminación aún no termina, ni la lucha por un medio que transforme nuestros hábitos de consumo.
Hay algo profundamente humano en estos logros, pues no están movidos solo por cifras o metas de cumplimiento. Se ve en la sonrisa de un joven investigador que defiende su primer proyecto, en los abuelos que abren sus archivos para enseñar historia local, en los que cambian el cauce de una tubería para evitar una inundación más. Es un esfuerzo, donde se mezclan conocimiento, voluntad y amor por la tierra.
Este territorio del oriente cubano es un laboratorio vivo de esperanza, donde la ciencia y las leyes ambientales se esfuerzan por convertirse en prácticas cotidianas. En tiempos donde el mundo entero enfrenta una crisis climática sin precedentes, este pedazo de Cuba nos recuerda que el futuro del planeta empieza en lo local. En Holguín, ese futuro ya comenzó a sembrarse.
