Por una América original
- Por Yani Martínez Peña
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Foto: Minrex Cuba
"Somos independientes, pero no somos libres. La sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son, en nuestra América, dos enemigos de la libertad de pensar. Nuestra América no debe imitar servilmente, sino ser original."
Así alertaba en el ya lejano siglo XIX Simón Rodríguez, educador y filósofo venezolano, sobre la necesidad de preservar la identidad de las naciones latinoamericanas ante la penetración inminente de patrones colonizadores provenientes del norte. Justo es decir que en aquel momento muchos lo dieron por loco, y de hecho así lo apodaron... pero qué claro estaba Don Simón.
Sus ideas inspiraron al Libertador, Simón Bolívar, de quien fue maestro y mentor, y la obra de este, a su vez, fue un referente para José Martí, figura paradigmática en su pensamiento para Fidel y Chávez... Todos en diferentes épocas y contextos empujaron la unidad del continente y se pronunciaron por la necesidad perentoria de salvaguardar la originalidad de América, pero más de dos siglos después de Simón, la amenaza sigue intacta.
Por esta y otras razones, existe un Día de la Dignidad Latinoamericana y Caribeña, que se celebra desde el 5 de marzo del 2014, coincidiendo con el primer aniversario de la muerte del "mejor amigo de Cuba", Hugo Chávez. La fecha, acogida por las naciones miembros del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de América), sirve para exaltar desde el arte, la educación y los medios de comunicación los más genuinos valores histórico culturales de estas tierras.
Los nacidos aquí tenemos un sinfín de razones para el orgullo continental: la resistencia ante el colonialismo protagonizada por los pueblos indígenas, las luchas por la independencia libradas por los próceres y quienes les secundaron en el sueño de una América libre, las diferentes iniciativas para lograr la unidad del continente, desde la noción de Patria Grande de Bolívar hasta el ALBA de Fidel y Chávez; la defensa permanente ante los organismos internacionales de nuestro derecho a la soberanía y la materialización de un ideal de justicia social.
No nos distinguen las urbes super desarrolladas, las industrias inteligentes o los proyectos interespaciales; pero no por eso somos menos. Abracemos la diversidad étnica y cultural y celebremos la pluralidad como un valor esencial de nuestros pueblos; presumamos la plástica y la literatura comprometida de García Márquez, Neruda, Frida, Diego; pongamos de moda nuestras celebraciones tradicionales y nuestra música, que pone a bailar al más estirado en cualquier plaza del mundo.
No se trata de negarnos al desarrollo o de conformarse, hay en América un potencial enorme para aspirar a más prosperidad para nuestros pueblos, tampoco de negarnos a explorar cuanta experiencia de éxito nos sirva como referente para avanzar por encima de las calamidades actuales a un estadio superior, pero siempre desde el respeto por lo que somos, de nuestra identidad y el legado de nuestros antepasados.
Por estos días, en los que tanto se ha hablado de defensa y respeto a la dignidad, recuperan actualidad las palabras de Simón. América no necesita imitar a nadie, como no lo necesita Cuba. Existen en nuestra historia, cultura y tradiciones elementos sobrados para construir nuestro propio sendero a la prosperidad sin que el orgullo por ser latinos, cubanos, se quiebre en el intento.