Solidaridad

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A Rafelito Fonseca o "Pipi" como todos lo llaman, le brillan sus ojos cuando desgrana recuerdos de su niñez y adolescencia, y con apenas trece años fue a formarse como maestro primario al Caney de las Mercedes, en la Sierra Maestra. Pero le brillan aún más cuando nos retrata su inolvidable misión internacionalista, en las lejanas tierras africanas de Mozambique, enarbolando el precepto martiano de contribuir a la educación de los más humildes. Lecciones en suma que comenzó a recibir desde su cuna natal.

Igual le sucede a Annia González Pino, "Mimi", cuando su mente va hasta aquella aula de secundaria y se ve impartiendo clases de Química, o en sus años de dirigente sindical, hasta las instancias principales de la provincia.

A no dudarlo, por esos caminos de fuerte sostén, transitó esa cuota inacabable de altruismo y bondad, que signa a este matrimonio, unido en obra y vida, desde hace veinticinco años, para hacer palpable que son "fraternos de corazón", la frase que identifica al municipio que los vio nacer.

Poseedores de una pequeña planta eléctrica portátil, el espontáneo y gratuito servicio comunitario comenzó realmente la noche del aún cercano aniversario de los CDR, cuando ellos decidieron iluminar el encuentro del barrio, en ese momento en apagón, con el montaje de una instalación provisional, para la cual se sumaron aportes y conocimientos técnicos de varios vecinos, entre ellos Portelles, Garlobo, Carlitos, Mandy y otros más.

Después, la situación eléctrica arreció en todo el país, y con otra noche de apagón encima, se anunciaba una comparecencia, a través de la televisión, con la presencia del primer ministro, Manuel Marrero Cruz, y otras autoridades.

Entonces, Rafelito y Annia sacaron el televisor para el amplio pasillo del edificio 60, del Reparto Villanueva 3, donde residen, y así la noche volvió a iluminarse, esta vez con el complemento de una necesaria información para la comunidad.

Pero a esta historia le faltaba aún el más importante capítulo y quiso la vida que llegara solo unas horas después.

Cuba se quedó a oscuras, dicho literalmente, por un imprevisto desplome técnico de la generación eléctrica. Aparecieron regletas y cables y la pequeña sala hogareña se convirtió en centro de recarga comunitaria para los teléfonos, lámparas, ventiladores y hasta para los radios portátiles.

Pero la gasolina para alimentar la plantica se fue agotando.

Enseguida llegaron pequeños aportes en una botella, un pomito y hasta el poquito que alguien tenía en una lata para ablandar las brochas, mientras, calladamente, Annia y Rafelito se sacudieron los bolsillos y salieron a "forrajear" algo, para poder mantener la vitalidad operativa, pues a las recargas se unieron también el noticiero de la televisión y hasta las novelas.

En fin, historia que no puede pasar inadvertida, en un momento tan complejo y difícil.

Acciones cargadas de total desprendimiento y nobleza, que a Annia y a Rafelito no les llegó por ninguna orden o indicación.

Lo cierto es, que de pronto, les ha crecido su familia propia, como nos dijo la vecina Doribel Tamayo, y ser calificados como maravillosos vecinos, catalogados como un premio que ha recibido todo el barrio, como resueltamente declara Grisel Díaz.

Y conste, a Rafelito y a Annia le brillan mucho más sus ojos cuando casi a dúo expresan, con entrecortadas palabras, sus hermosos sentimientos, mientras nos despiden, en la puerta de su apartamento, abierto de par en par.

"Las veces que haya que hacerlo, lo haremos, seguro."


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