Lo que usted proponga
- Por Rubén Rodríguez González
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La lectura del anuncio en uno de los tantísimos sitios de compraventa y trueque provocó, primero, el estupor ante lo que sonaba desalmado, inhumano, en todo caso raro.
Uno dijo que debía ser una broma; otra, que eran señales inequívocas del fin del mundo; el tercero aseguró que ya nadie quiere a nadie; la cuarta, más práctica, comenzó a especular sobre cuál sería el artículo apropiado para cambiar por un párvulo: un televisor de pantalla plana, una lavadora automática, una consola de aire acondicionado, quizás un almendrón.
- Seguro puso “usted proponga” para tener más opciones… una especie de subasta -elucubró uno-. Es una bicha.
- Esos trueques son una trampa, uno propone y propone y nada es suficiente. ¿Te acuerdas del hombre de los huevos? Pedía una bicicleta.
- ¿Montañesa?
- Podía ser china.
- ¿Qué pasará con los huevos?
- Las gallinas están estresadas.
- Cuando una gallina se estresa, va al “polliclínico” o al sicólogo, a recibir “apollo” emocional, o al “pollo” turístico a relajarse -bromeó el humorista de la familia.
- ¿Se acuerdan cuando criábamos gallinas?
- Abuela, eso fue en los años ochenta.
- Es más fácil criar gallinas, que a un bebé que gatea -esgrimió la anciana.
- ¿Eso será legal? -preguntó el que no se perdía los programas sobre leyes en la televisión.
- ¿Criar gallinas?
- No, abuela, poner a un bebé en un sitio de trueque.
- Niño, ya aquí todo es legal -rezongó el cínico de la familia-. En internet todo se negocia.
El legalista dijo que se debería poner en conocimiento de las autoridades el asunto, denunciarlo. Le contestaron que no se metiera, ni los metiera a ellos, en problemas. Bastante tenían con los desastres en la plomería. La olla reina rota. El televisor que debían golpear para que se viera.
- Es más correcto poner un anuncio en internet, que tirar al chiquito como basura… -arguyó alguien.
- ¿Y si nos quedáramos con él? -se condolió la abuela-, a lo mejor, se conforman con mi máquina de coser. Es una antigüedad.
Le respondieron que su Singer era un trasto. Además, criar a un bebé que gatea podía salir más caro que alimentar a un husky o un chow chow. Había que vestirlo, calzarlo, medicarlo; más adelante, mandarlo a la escuela…
- Con lo cara que cuesta una lonchera bonita.
E incluso a la Universidad…
- La ropa de la graduación nos costaría un ojo de la cara; los regalos para el tutor y el tribunal, el bufé…
- Mejor que no estudie, que se quede bruto.
- A los brutos les va mejor que a los que estudian; pregúntale al hombre de la leche en polvo cuál fue su último grado aprobado. El de la carne de puerco no sale de los hoteles.
- Se invirtió la “pirámide” -concluyó el que se las daba de economista.
- Yo siempre quise visitar Egipto -suspiró la abuela, y la mandaron a callar.
Hablaron de “la situación”, la electricidad, de los valores, de cómo hay gente capaz de negociar con una criaturita. La abuela dijo que en sus tiempos no era así. Siguieron leyendo el anuncio. La acotación del tipo de baterías que usaba el bebé para funcionar -Doble A- les sirvió para constatar que se trataba de un muñeco electrónico.
Comentarios
Aun no tengo tu libro El año que nieve, ya lo pude leer a través de una amiga, pero quiero uno para mi.
Saludos