“Locos bajitos”

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dia infancia
 
Ellos abren los ojos antes que el despertador, quieren leche, chocolate, yogur, menús distintos cada uno y al mismo tiempo. Cuando están por fin vestidos, alguno se ensucia la ropa, se sienta sobre la tortilla del desayuno, se embarra con dentrífico, y !ay de ti!, vuelve todo a empezar.

No regresarás al maquillaje perfecto o la ropa escogida , combinada y planchada.

Se van, piden besitos, a veces no los quieren de vuelta, a veces no los dan y punto. Sus afectos son de antojo, asertivos, tan suyos.

La casa está muda, quizás el radio del vecino o las noticias en la televisión que te recuerdan que empieza otro día tan parecido al anterior. Y ellos, para que no los olvides ni un minuto, te dejaron el camino lleno de minas, andas a tientas, con miedo de pisarlas, tal vez hasta exploten: carritos, papeles de colores, lápices, medias usadas, teteras, cepillos de dientes , zapatos divorciados, una olla de las de verdad, un libro de teoría de la comunicación, un nylon vacío de caramelos. ¿Qué hacer? Quieres gritar. Vuelve al café que es lo único que puede hacerse en esos casos. Pones todo en su sitio, desesperanzada porque sabes, que a la vuelta ellos se encargarán de hacer lo contrario.

Tienes la paz y el bulto de ropa sucia, loza por fregar y ciencia por hacer. Te vuelves multitarea, y no puedes creerlo pero la casa parece habitable otra vez. Te vas al trabajo, al otro, el remunerado y antes de notarlo es las cuatro. Vas a casa.

Ellos regresan. Te tienen pegada al reloj, hay que darles medicinas e impedir que se traguen de una vez las vitaminas con sabor a tutifruti, bañarlos antes de que sea de noche, secarles el pelo rápido para que no les de catarro, responder preguntas sobre la rotación terrestres, la vida de las mariposas, hacer paz como Salomón sin picar a la mitad ningún juguete.

A ratos, viene y se te cuelgan de la cintura reclamando "abracito", te hacen chistes muy mal contados, pero hay que reírles la intención, te dibujan con ropa de princesa, o te sonríen de gratis. Algo escaso en el mundo de afuera.

Te esperan ejercicios de matemática como para físicos nucleares, comidas en avioncitos que no dejan aterrizar y manotazos que lanzan el arroz al suelo, o melindres imposibles de satisfacer. Ellos, los de agua y postre, no quieren lo que les das o piden lo que no hay.

Ya llegó la musiquita salvadora de la calabaza y a ponerlos a dormir, por fin. Pero claro, antes fue el cuento, la leche otra vez y la luz prendida, por si acaso.

Ya desfallecida, miras tu obra, también la obra colectiva, porque en esto, por suerte, no andas sola, y te dices, "mira tan lindos, como duermen, qué ternura". Luego la vista al piso y otra vez te dejaron el camino lleno de minas, andas a tientas, con miedo de pisarlas (carritos, papeles de colores, lápices, medias usadas, teteras, cepillos de dientes , zapatos divorciados, una olla de las de verdad, un libro de teoría de la comunicación, un nylon vacío de caramelos), coloridas evidencias que entre cansada y feliz, te hacen reconocer lo que hace un niño en tu vida.
 
Liset Prego Díaz
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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